Permitámonos un mínimo contexto histórico. En el verano de 1984 todavía estaba vigente una de las más ingeniosas mentiras que los adultos han contado a los niños: después de comer no te puedes bañar hasta transcurridas dos horas, el tiempo que tardas, se decía, en hacer la digestión. El engaño tenía el noble objetivo de dormir la siesta y neutralizaba a los chavales frente al televisor a la espera del toque de corneta que les permitía volver a zambullirse. Los que pertenecemos a esa generación y alrededores tenemos grabado en la cabeza todo lo que vimos aquellas tardes, sintonías incluidas, en esos veranos en los que el calor era lo de menos.
El 30 de agosto, después de 18 insufribles episodios de Los Chisholms (las aventuras de una familia que viaja por el Oeste en 1844) se anunció el inicio de una nueva serie, El gran héroe americano. La primera novedad es que el protagonista era un actor de cierta fama, William Katt (1951), uno de los protagonistas de El gran miércoles (John Milius, 1978), todavía una película de referencia para surferos y amantes de las olas. La pareja de Katt en la serie era Connie Sellecca (1955), una belleza elegante, ligeramente ursulina, que se hizo habitual en las sobremesas de los 80. El tercero en discordia era el mejor intérprete de todos: Robert Culp (1930-2010). Su condena es que la televisión le quiso más que el cine.
El gran héroe americano es una parodia al rebufo de Supermán (1978) y Supermán II (1980). No perdamos de vista que, aunque en España se emitió en 1984, la serie se estrenó en 1981 a la estela del impacto kriptónico. En este caso, Ralph Hinkley es un profesor de instituto que recibe un traje con súperpoderes después de un encuentro con alienígenas muy al estilo de Encuentros en la Tercera Fase (1977). El problema es que pierde el libro de instrucciones y eso descontrola sus habilidades: el vuelo, la invisibilidad, la telequinesia, la precognición, la psicometría…
El emblema cosido en el pecho del súpertraje (también presente en algunas camisetas de Sheldon Cooper) se puede entender como un símbolo chino que significa “centro” y como unas tijeras al revés, que es lo que inspiró al creador de la serie, Stephen J. Cannell (1941-2010). Y cuidado con el señor Cannell porque también fue creador de El Equipo A, estrenada en España en 1983. Su historia como escritor y productor merece unas líneas más. Sufrió dislexia de niño y, a pesar de sus dificultades con el lenguaje, se convirtió en autor de novelas policíacas de éxito y participó en 300 guiones de televisión. Ganó un Emmy y tiene una estrella en el paseo de la fama.
No se puede hablar del impacto popular que tuvo El gran héroe americano sin mencionar la canción Believe it or not que se escuchaba al inicio de cada capítulo. Fue compuesta por Mike Post (música) y Stephen Geyer (letra), e interpretada por Joey Scarbury. En 1981 llegó al segundo puesto del Billboard americano, sólo superada por otra canción de película, Endless love, cantada por Diana Ross y Lionel Richie. Durante 18 semanas se mantuvo entre las cuarenta más escuchadas. Se dice que hasta Mocedades hizo una versión, si bien la traducción de la letra es tan surrealista que cuesta creerlo (nunca mejor dicho). Ustedes juzguen. Cuarenta años después, Believe it or not no ha perdido vigencia. El tema sonó en la Superbowl 2021.
William Katt ya no hizo nada mejor al margen de El gran héroe americano, lo que es tanto como afirmar que su carrera como actor nunca tomó vuelo. El personaje le marcó como no hubiera imaginado y jamás logró quitarse la capa; repitió en numerosas producciones menores de ciencia ficción. En 2008 presentó una serie de cómics de El gran héroe americano guionizados por él mismo, lo que sirvió para reunir a todo el equipo.
Connie Sellecca enlazó El gran héroe americano con la recepción de Hotel (1983), otra serie que nos amenizó las tardes. Su vida sentimental da para una teleserie propia. Primero se casó con Gil Gerard, que interpretaba a Buck Rogers, y luego con John Tesh (1952), con el que no se quiso acostar durante los dos años que duró el cortejo. Tesh, músico y reportero, es, además de un hombre paciente, casi un personaje de novela. Ha ganado seis premios Emmy, tiene cuatro discos de oro, dos nominaciones al Grammy y un premio de la Associated Press por periodismo de investigación. Ha sido comentarista y presentador en Juegos Olímpicos, Wimbledon, US Open y Tour de Francia (fue el primero en retransmitir la carrera en la TV de EEUU). En 1978 corrió el Maratón de Nueva York como reportero in situ y llegó a meta con una marca de 3:51.56. Quizá sea él El gran héroe americano.
Entre 1965 y 1968, Robert Culp se convirtió en estrella de la televisión estadounidense con Yo soy espía, una serie muy singular y con una intro fascinante. Culp comparte protagonismo con Bill Cosby y ambos interpretan a un jugador profesional de tenis y a su entrenador, la tapadera de dos agentes secretos.
Cuando protagonizó la película Bob, Carol, Ted y Alice (Paul Mazurski, 1969) pareció dar el salto definitivo a la gran pantalla. Sus compañeros de reparto eran Eliott Gould, Natalie Wood y Dyan Cannon. Sin embargo, aquella historia sobre dos parejas tentadas por el amor libre no le abrió las puertas de Hollywood. La televisión sí se entregó a él de nuevo: pasó por todas las series de renombre, desde Bonanza a Las chicas de oro, y hastasonó como sustituto de JR en Dallas. En 1993 asomó al gran cine con El informe Pelícano, donde interpretaba al presidente de los Estados Unidos.
Culp murió en 2010. Sufrió un infarto mientras caminaba y al caer se golpeó la cabeza mortalmente.
En el verano de 1986, TVE emitió la tercera y última temporada de El gran héroe americano. En Estados Unidos se llegó a rodar un episodio piloto para la cuarta temporada. Aquí lo pueden ver si se atreven (con subtítulos en italiano). El profesor Hinkley le entrega su traje a una mujer (Mary Ellen Stuart) y la serie pasa a llamarse La gran heroína americana. La cosa no podía prosperar y no prosperó. No estaba el mercado de la droga para bromas.
En 2018 se rodó una secuela en forma de largometraje y por las redes circula una web serie sobre la que no he querido profundizar por mi propia seguridad. Lo relevante, calidades cinematográficas al margen, es que cuatro décadas después hay una generación que sabe quiénes son el profesor Hinkley, Bill Maxwell y Pam Davidson. Y eso es precisamente la eternidad. Que te recuerden.