William Shakespeare habló de fútbol antes de que se inventase o reglamentase (siglo XIX), aunque es muy poco probable que lo jugase alguna vez en su vida. De hecho, cuando deseaba pasearse por las calles de su Stratford-upon-Avon natal, hombres y mujeres corriendo detrás de un balón lo obligaban a refugiarse en bares y tabernas en los que poder meditar y escribir sobre sus verdaderas inquietudes. Pese a ello, un escritor es cronista de su tiempo (el mismo de Miguel de Cervantes, con el que además comparte fecha de entierro: el día de hoy de 1616) y por eso no tuvo más remedio que reflejar, aunque fuera mínima y negativamente, las pasiones de su pueblo. Por su parte, el autor del Quijote, probablemente desconocedor del fútbol, hace referencia en su obra a otras actividades hoy consideradas deportes, como la equitación, el lanzamiento de peso, la esgrima o el ajedrez.

Efectivamente, el fútbol no era del gusto de Shakespeare y lo condenó (Jorge Luis Borges, entre otros, también decía que es “estúpido”). Prefería el tenis («juego de pelota» en la Castilla de Cervantes), protagonista en Enrique VIII, Mucho ruido y pocas nueces, Pericles, Enrique V y Hamlet (donde el hijo de Polonio y el hermano de Ofelia, Laertes, lo practica. Al igual que la esgrima envenenada…). Sin embargo, Shakespeare fue el primer gran escritor en hacer referencia en sus textos al fútbol (entre otros cincuenta juegos diferentes). La retórica frase “me pateas como si fuera un balón de fútbol”, presente en La comedia de las equivocaciones (1592), advirtió de su enemistad. Más adelante, el descalificativo “base football player” (traducido e interpretado al español como “vil jugador de fútbol”), que dirige el conde de Kent a Osvaldo, el criado de la hija menor de El rey Lear (1604), manifestó su desprecio a una actividad totalmente en alza.

Otro juego

En todo caso, el fútbol que Shakespeare conoció, y por tanto al que se refería, no es el de ahora, ni parecido. Entonces, era un juego sanguinario y mortal que intentaron prohibir por su naturaleza violenta e ingobernable. De hecho, en el siglo XVI, murieron más personas jugando al fútbol que luchando con espadas. Sin duda, era el segundo deporte más letal después del tiro con arco.

En el siglo XVII y contiguos, vecinos de diferentes pueblos y aldeas se juntaban para jugar al fútbol de carnaval o mob football (descendiente del soule); es decir, el fútbol de la muchedumbre o de la turba (más adelante, el término inglés mob fue adoptado para referirse a la mafia). Se jugaba en algunas fiestas y divertía a todas las clases sociales. De hecho, Enrique VIII de Inglaterra, fallecido 17 años antes del nacimiento del autor teatral más importante de todos los tiempos (1564), tenía en su vestuario unas botas propiamente hechas para su ejercicio.

En el mob football se formaban dos equipos que, a menudo, tenían número ilimitado de jugadores. Después, cada grupo tomaba un balón hecho de vejiga de cerdo con el fin de incrustarlo en la portería contraria (normalmente, ruedas de molino), que, en ocasiones, podía estar a un kilómetro de distancia. El asesinato, voluntario o involuntario, era el único medio prohibido para conseguirlo. Aparte de eso, cualquier método era válido para mover la bola hacia el objetivo. Hoy, en las calles de la localidad británica de Ashbourne (Derbyshire) todavía se practica una vez al año y dura dos días (Martes de Carnaval y Miércoles de Ceniza). Empieza a las dos de la tarde y acaba a las diez de la noche. Eso sí, además del homicidio, ahora también están vetados el uso de vehículos motorizados, la ocultación de la pelota mientras se transporta y atravesar cementerios y jardines conmemorativos en su transcurso. Asimismo, y a diferencia del juego original, los equipos intentan mover el cuero hacia su propia meta.

Todo en la vida parece tener conexión con Shakespeare. También el deporte. Pese a que el fútbol le parecía repugnante y el espíritu colectivo de su práctica le espantaba, acuñó el término con uso deportivo «fair play» o juego limpio, una expresión que empleamos cuatrocientos años después. Es decir, el juego llevado a cabo correctamente, con las conductas adecuadas. La primera vez que utilizó la palabra fair play  fue en La tempestad (1610), en voz de Miranda. Cuando la usa, se refiere a que uno de sus personajes está siguiendo las reglas, o cuando los demás deben seguirlas. En El rey Juan (1623), Philip Faulconbridge, solicitando una entrevista con el Papa, exige: “Según el juego limpio del mundo, déjame tener audiencia”. Fair play, precisa y exactamente de lo que carecía el mob football.

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