Antes todo era gris, y tejidos de lana, y bolsillos en el pecho, y kilos cuando hay lluvia. Pero eso era antes.
Más tarde llegaron los colores. Tímidos, al principio, algo osados después. Hasta llegar al delirio, y los delirios producen monstruos, como si fuesen sueños de la razón. En fin, yo me entiendo, cof, cof, maillots noventeros, cof, cof, qué feos son. Y así llegamos a la actualidad, donde cada club tiene sus tonos, y hay maillots que reproducen torsos desnudos, botellas de birra o hasta personajes de dibujos animados. Una vergüenza, ¿eh? Ya ven, cierta nostalgia, qué le vamos a hacer. Yo es que soy un romántico, oigan.
Ay, esto de los maillots, cómo ha cambiado.
Empecemos por el principio (no busquen más concesiones a la ortodoxia porque no las habrá). La época heroica. Garin ganando su Tour de Francia, Petit-Breton dándose de hostias con el director porque… anda, porque no le dejaba cambiar de maillot. Pasó en el Giro de 1914, que fue cosa seria. En fin, a lo nuestro. Eso, rostros mostachudos, pelo desgreñado, la piel en perlas con gotitas sucias de barro y tierra. Cero glamour, quizá me entienden. Allí los maillots eran… bueno, tampoco es que fuesen. Al principio hablamos únicamente de jerseys. Más gruesos en invierno, más finitos para el verano. Lana merina, que es muy buena, pero se empapa rápido. Vamos, que no transpiraban demasiado bien. Y, oiga, cuando llueve ¿qué? Pues cuando llueve a cargar unos cuantos kilitos de más. Ese tono. Cada cual de su padre y de su madre.
Digamos que pronto se organiza el asunto, cuando surgen los primeros equipos comerciales. Algunos seguro que les suenan. Bianchi, con su azul celeste que aun vemos cada día en las carreteras (aunque nadie sea Coppi y la estampa sea bastante más fea que el uomo solo al comando). O Legnano, esa mítica zamarra con tonos verdes y mangas rojas. También estaba el Atala, lo que pasa es que Atala estuvo siempre (el equipo dura, con interrupciones, desde 1908 hasta el año 1989) así que sus colores han cambiado bastante, por decirlo de forma suave. Primero blanco, luego azul, combinaciones de ambos tonos, incluso las franjas de los últimos tiempos, que parecen recién salidas de un presidio. La ventaja de Atala es que ese maillot lo llevó Gianni Bugno, y eso siempre hace lucir la tela. Pura elegancia. Estilo y sofisticación. Desde luego más que otra gran leyenda de Atala. Luigi Ganna. Primer ganador en la historia del Giro, allá por 1909, nada menos. Y, oiga, Luigi, ¿qué siente ahora? Y Luigi responde. “Tengo el culo ardiendo”. En fin, una frase para poner en el Instagram junto a la foto en la cima del Tourmalet, sin duda.
Ah, por esos tiempos corría también Giovanni Gerbi, a quien llamaban “el demonio rojo”, porque siempre iba vestido con ese color (y escoraba a siniestra en política, ustedes me entienden). A él debemos los cicloturistas nuestras estéticas piernas depiladas, pues fue pionero en tales menesteres. Para penetrar mejor al aire, decía. Incluso llegó a raparse la cabeza, que ya es cosa de machacas, creo yo…
Digamos que los diseños eran sobrios hasta decir basta. Pocos colores, franjas gruesas, horizontales. La publicidad en pequeñito sobre el pecho, casi como pidiendo perdón. Y, pese a todo… joder, aun siguen funcionando. Vamos, a mí me parecen preciosos. Y ya si coincide que tienen esos tres botones sobre el hombro izquierdo para ponerlos más fácilmente… Delirio de estética hipster. O algo parecido. Ah, para salir a entrenar también valen, se lo garantizo.
La cosa se mantuvo más o menos hasta los años cincuenta. En aquella época teníamos una pequeña paradoja. Y es que la carrera más importante de todas se corre por selecciones, y allí, en el Tour, aparecen solo maillots con banderitas. Gris el español con rojo-amarillo-rojo sobre el pecho, los tricolore, azul y enseña belga para flamencos y valones… ustedes me entienden. Pura sobriedad, esta vez casi obligada, porque no es plan de salir vestido a faralaes cuando defiendes el orgullo de toda una nación. Más o menos.
Pero fuera del julio francés la cosa empieza a evolucionar. En primer lugar con la llegada de patrocinadores ajenos al ciclismo. Maglia azul marino de Nivea, ahí es nada. Bueno, seguía teniendo diseño bastante monocorde, pero resultaba preciosa. También hay otros buenos ejemplos. El Mercier de Poulidor, con su morado de mangas amarillas. O el Faema, que estuvo combinando blanco y rojo durante décadas. También teníamos combinaciones más arriesgadas. Rompedoras para su tiempo. Anquetil, claro, que le caían los maillots como a Aitor Ocio las camisas ajustadas. St. Raphaël (con diversos apellidos). Qué cosa más bonita. Digamos que se buscaba cierta sofisticación. Maitre Jacques llevó también los colores verdes de La Perle, los celestes de Ford e incluso, en sus últimos años, esa preciosidad naranja con muñecote en el pecho que anunciaba Bic. Todos le quedaban genial. El estilo, que se tiene o no se tiene.
Ah, también surge en aquel momento el Kas, que tiene uno de los dibujos más recordados de siempre. Amarillo y azul en hombros, tonos invertidos en el Tour, que jaune manda. Por cierto, dicen que si el Kas fue pionero en lo de poner publicidad sobre los costados del ciclista (ese sitio que siempre aparece en tele y fotos).
En aquel entonces también hubo una buena generación de maillots… cómo decirlo… canallitas. Perfectos para esos que de la bici solo aprecian parar a mitad de entrenamiento. O, mejor aun, sentarse en una terraza a ver ciclistas, mira ese qué mal va, mira aquel otro qué gordaco. Seguro que saben a qué me refiero, todos conocemos alguno. Para ellos tenemos los colores de Carpano, una especie de Juventus sobre ruedas (o Castellón, si son ustedes más tradicionales) que paseó su muy peculiar estampa por el calendario (fundamentalmente) italiano durante varios añitos. Ah, Carpano es una empresa de vermú, que igual no lo saben (yo sí, porque me he puesto en plan “periodismo gonzo” para tratar esta parte del artículo). También está el equipo Cinzano, que tiene maillot negro con logotipo en el pecho. Muy sobrio, sobre todo teniendo en cuenta que publicitan algo que te deja ebrio. O Licor Karpy, una auténtica guarrada que ya solo se ve en verbenas y charangas, y que patrocinó un conjunto con, pásmense, aburrida monocromía blanca. Licor 43 (seguro que les suena de su adolescencia) también hizo lo propio, y tenía bastante variedad de camisas, desde la seriedad del negro casi absoluto hasta una zamarra preciosa de color rojo con franja oscura sobre el pecho. Cosa digna de verse. Ah, también era muy bonito el maillot del equipo Bertin, que combinaba rojo, negro y blanco de la forma más elegante posible. Bertin es una empresa italiana que fabrica bicicletas, pero con ese nombre yo creo que podemos incluir su jersey en la categoría de “canallitas”.
Y luego ya llegan los setenta, con un puntito de diseño retro que… oigan, inolvidables. Ayudaban sus protagonistas, ¿eh?, porque de aquellas se juntaron algunos de los mejores de siempre. Merckx, de Vlaeminck, Gimondi, Ocaña, Thevenet. Nos salimos de las líneas más clásicas y se opta por respuestas originales. El ajedrezado Peugeot (aunque data de un poco antes). El inolvidable jersey de Brooklyn, con ese toque americano. Merckx y su Molteni color tabaco. Italianos llenos de clasicismo, como el celeste Salvarini y Bianchi. También, claro, Renault, esos arañazos de tigre que cruzan la espalda a Bernard Hinault. O la sobriedad del Ti-Raleigh, que acojona solo con verlo. No se piensen que todos eran así, ¿eh?, también los había sosotes. Mann Grundig, todo de amarillo. Fiat, maillot azul y franja blanca. Hasta el primero del Teka, que era un poco meh. Y miren que luego los hubo chulos, ¿eh?, pero al principio fue tirando a simplón.
Después… vanguardia. Opositamos para asesinos del arte, transcendemos más allá de los límites que antes existían. Un toque retro, pero futurista, pero retro. Sí, amigos, hablamos del maillot de La Vie Claire. Tampoco es que tenga muchos colores, ya saben, pero están puestos tan bien… Casi de casualidad, ojo. Originalmente esa camiseta iba a ser totalmente negra. “Seremos los all blacks del ciclismo”, dijo un diseñador demasiado metido en su papel. La mirada de Bernard Hinault, alma mater y líder en el proyecto, debió de ser… bueno, seguro que la imaginan. Clásica mirada de Hinault. Homicida tirando a psicopática. “En ciclismo no se viste de negro, y punto”, cuentan que dijo (lo que nos hace pensar que, oye, debió estar cerca del colapso cuando vio la indumentaria de SKY). Sudores fríos, el Tejón rechinando los dientes. Se huele miedo en el aire. Y entonces alguien lanza la idea. Más por decir algo que otra cosa, como cuando mascullas un “pues sí” aburrido. Oye, podíamos hacer algo inspirándonos en Mondrian, ¿no? Sí, sí, esos cuadros de formas geométricas que combinan tres colores. Qué os parece. Todo un icono de vanguardia está gestándose.
Y menos mal, porque lo que vino después… el horror, el horror. Los años noventa, amigos. En fin, cómo explicarlo… Alguien, seguramente con una misantropía aguda y poco sentido del ridículo, descubre una cosa llamada colores fluor. Fluor. Bueno, de aquella les decíamos fosforitos (o “fosfos”, a secas). Tuvieron mucho éxito, porque nadie es perfecto, y los cambios de décadas resultan siempre momentos complicados. Y hasta saltaron al ciclismo. Ay. Ay. Ay. No me jodan. A veces aun tengo pesadillas con el maillot de Chazal. O aquel engendro que se hizo Le Groupement. El coulotte hortera del Festina original (que Kelly ganase una San Remo con esa cosa debería estar penado con cárcel). AKI. Si es que hay un montón. También cosas chulas en la época, ¿eh? Verde y negro Gatorade. Blanco y azul Mapei. Amarillo y colorinchis Polti. También el maillot de campeón del mundo y el del campeón de Italia y cualquier cosa que se haya puesto Gianni Bugno, vaya, hasta el conmemorativo de una marcha cicloturista en Brugg. Ya les dijimos… el estilo es siempre lo más importante.
En la actualidad se ha vuelto a un cierto tono sobrio. Con repeticiones en color y estampados, además, que a veces ves la carrera desde el aire y no distingues bien entre algunos equipos. Pero vamos, una cosa elegante. Mucho negro, mucho azul, tonos de verde, amarillo y rojo. Ganando presencia el blanco. Degradados, que también es algo muy de moda. En fin, siempre quedarán adeptos a la vieja escuela (un fuerte abrazo a Gianni Savio y sus camisetas, capaces de albergar entre setenta y doscientos cincuenta y tres patrocinadores) pero la tendencia es clara. No atentemos contra los ojos del espectador. No.
Se agradece, la verdad.