Todos llevamos desde nuestra juventud un mito escondido en nuestra alma. Un mito que absorbe nuestras noches, que nos devora, pero que también nos termina forjando como personas. Ese mito nos va a acompañar ya para siempre, a veces como algo superior que nunca podremos alcanzar, pero a lo que nos aferramos cuando sentimos que el mundo se desmorona. En otras ocasiones, lo sentimos como algo que, con el paso de los años, vimos mucho más grande de lo que en realidad era. Entonces nos sentimos engañados y pensamos que la vida es peor de lo que parecía porque no hay nada ya a lo que aferrarse. Eexiste una tercera vía, la de los elegidos. En ocasiones, los más afortunados tienen la oportunidad no solo de acercarse, si no de rescatar a ese mito, de salvarlo y redimirlo, como hacen los verdaderos héroes. Y es bajo esta premisa, la redención de Teresa Ann Savoy, la actriz que se convirtió en mito erótico, sobre la que está tejida Lo que nunca sabré de Teresa (Almuzara, 2021).

Martín Llade (San Sebastián, 1976), la voz de las mañanas de Radio Clásica, decidió convertirse en uno de esos héroes afortunados y buscar a ese mito de su juventud, descubierto en un ya lejano 1992 en la película Calígula. En parte, su intención era rescatarla del olvido, pero sobre todo, conocerla. No sabía nada de Teresa, esa chica rubia, atractiva, distinta y frágil que lo fascinó a sus dieciséis años, cuando las fascinaciones se convierten en obsesiones. Desde ese día, ella se convirtió en su obsesión. En ese largo viaje en busca de Teresa quiso retirarle el velo. Anhelaba descubrir al ser humano que habitaba dentro de ese ser mitológico en que se había convertido Teresa.

Según la iba conociendo decidió que tenía que salvar a Teresa y redimirla. Con una amplia experiencia en Sinfonía de la Mañana en relatos cortos sobre músicos, Martín logra trazar su curva existencial sin titubeos ni desvíos. Y sin atajos. En muchas ocasiones lo hace tejiendo sobre lo que le contaron aquellos que la conocieron; en otras imaginando lo que pudo pasar porque la información siempre es escasa.

Martín no odia, aunque muchos de los personajes que aparecen se lo merezcan. El castigo al que los somete es omitir sus nombres y utilizar apodos como el fotógrafo, el director del puro, el chico de Visconti… Así le concede a Teresa todo ese protagonismo que entre todos le robaron. Desde la primera página entiendes por qué Martín se enamoró de Teresa y de su enorme vulnerabilidad, de su soledad y de sus inseguridades. Y no dejas de preguntarte qué demonios había que hacerle para que ella llegase a odiarte, hasta dónde podías humillarla o menospreciarla.

Lo que nunca sabré de Teresa es un maravilloso ejercicio de compasión y de melancolía. Un viaje tardío a los lugares que se soñaron. Es la búsqueda de la redención. Es la obsesión convertida en fascinación y luego en profunda admiración. Y no es sencillo humanizar a un mito y, sin embargo, mantenerlo en su pedestal. Aunque tal vez la suerte que tuvo Martín consistió en que lo que encontró fue mucho mayor que lo que había intuido. La belleza de Teresa fue su fragilidad y su fragilidad fue su perdición. Lo que nunca sabremos es si se rindió sin luchar o si luchó y la vencieron.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí