El partido fue la perfecta definición del Real Madrid post-Cristiano y pre-Mbappé. Al final, la rabia vence al cansancio, al desgaste natural de tantas batallas iguales. Hablamos mucho del talento como elemento diferencial, pero en última instancia lo que eleva a este grupo es el orgullo, el sentido de la responsabilidad. Las coartadas no existen. Si no hay goles, se inventan. Si no hay piernas, se piden prestadas a Vinicius. Siempre existe un plan de emergencia para seguir adelante. La convicción es más importante que el juego.
Aunque los jóvenes no terminan de tomar el revelo, al menos gritan de vez en cuando. Una voz de Asensio despejó el camino del triunfo en el 62’. Su zurda, ya saben. La sensación es que se le dispara, más que ser disparada a plena conciencia. De hecho, Asensio siempre parece el primer asustado por la detonación, y corre como alma que lleva el diablo o se desprende de la camiseta como si algo le quemara por dentro. En esta ocasión mandó callar al público, que antes le había pitado por un error concreto y por su desidia general. Su fortuna es que este no es el público de antes. Ahora, una mayoría de los espectadores acuden al estadio como quien va a una clase de aquagym, a seguir las indicaciones del monitor, léase speaker. De modo que no se ofenden por nada.
Reclamar silencio a la afición propia es una torpeza además de una falta de educación. Asensio dispara una salva cada quince días y ese es el mejor de sus promedios. Le sería más productivo buscar en su interior antes de perderse en los alrededores. Diría que lo tiene todo si no fuera porque creo que Guti, otro zurdo sublime, tenía todavía más. Y acabó su carrera con la mitad de los objetivos cumplidos.
Si el primer gol nació de un brochazo genial, el segundo fue una obra de arte colectiva. El equipo trianguló a golpe de taconazos y Vinicus remató a placer. Benzema destacó como ideólogo y asistente; al rato le puso el lazo a la noche con un gol de penalti. Es ahora cuando toca decir que Benzema acaba de superar los 404 partidos de Míchel en Liga, está a nueve de Camacho, a doce de Pirri y a 22 de Gento. No sé decir si se nos caen los mitos o nos crecen otros sin darnos cuenta.
El único consuelo del Alavés, y es mínimo, es que pudo adelantarse en el marcador y quién sabe dónde hubiera parado ese tren. Tal vez en vía muerta. El Madrid ya estaba encendido, hasta un poco pasado de revoluciones, como si algunos jugadores supieran que esta temporada tiene algo de último baile, a partir del verano habrá que vivir a la sombra del próximo genio. Hasta entonces, el equipo disfruta de una responsabilidad mancomunada, todos en el mismo barco, convencidos y solidarios, dispuestos a darse ánimos, qué pena que Bale todavía no hable español.