Y ahora el mundo del deporte —o mejor dicho, sus dirigentes— se lleva las manos a la cabeza por la agresión de Rusia a Ucrania con, parece ser, el visto bueno de China. Se han debido reír de esos dirigentes tanto que no me extrañaría que a más de uno se le desencajara la mandíbula.
A los aficionados nos llamó la atención que se designara a Rusia sede del Mundial de fútbol, de los Juegos de Invierno y de un Gran Premio de Fórmula 1, aunque sabemos que todas esas decisiones llevan emparejadas cantidades exorbitadas de dinero. Ahora en Inglaterra se hacen cruces y se preguntan si Abramovich debería seguir siendo propietario del Chelsea. Detrás de todo está el dinero. Es lo que permite que grandes residencias de Londres pertenezcan a multimillonarias familias rusas que apenas las ocupan unos días al año. Es la razón que explica la buena relación del Partido Conservador con opacos hombres de negocios rusos. Dinero, dinero, dinero. Más y más dinero.
¿Cuánto más puede necesitar un dirigente de una federación global del deporte? Ya viven bien, viajan a todo lujo y sin coste por todo el mundo pegándose un estilo de vida al alcance de muy pocos. Sin embargo, no parece ser suficiente. Siempre se quiere más. ¿Hasta dónde?
La UEFA estudia ahora si la final de la Champions debe permanecer en San Petersburgo. A buenas horas. No han sido capaces de verle las orejas al lobo porque el dinero les cegaba. Su ambición, su avaricia, ha llevado a firmar un pacto con el diablo sin mirar las cláusulas más sencillas, esas que explican que el diablo volverá a cobrar.
Quedamos en manos de deportistas como Vettel, que ya ha dicho que no correrá el Gran Premio de Rusia. Ojalá le sigan más valientes.
Aún no se le ha caído la cara de vergüenza a estos dirigentes. Ahora querrán justificar su venta diciendo que ese dinero era necesario para evolucionar su deporte, qué importa la falta de limpieza de ese dinero. Y no es verdad. Al espectador de Fórmula 1 le importa bien poco la sede de la carrera, salvo circuitos clásicos, siempre que la carrera sea buena. Los aficionados al fútbol no piden un Mundial en Rusia y los aficionados al deporte en general no se manifiestan a favor de que los Juegos se desarrollen en Rusia o China, más todo bien lo contrario. Pero la codicia de algunos sí necesita de esas sedes, aunque el diablo vuelva para cobrarse el alma. Y nos llevamos las manos a la cabeza.