El Real Madrid ha aprovechado el parón en la Liga para someter a los jugadores disponibles a una evaluación fisiológica de su estado con vistas a los partidos de este mes de febrero: Copa de Rey, Liga y, por supuesto, el enfrentamiento de la Champions con el PSG.
El test consiste en recorrer una distancia el mayor número de veces a un ritmo establecido que va aumentando cada minuto y con la dificultad añadida de tener una limitación de oxígeno (hipoxia), controlada con unas máscaras que permiten entrenar como si los jugadores estuvieran en altura. El organismo, ante esta dificultad, reacciona con un aumento de la hemoglobina encargada de captar y transportar el oxígeno a través de la sangre a los músculos y, consecuentemente, mejorando la capilarización (aumentando también los vasos sanguíneos).
Los datos obtenidos —volumen de oxígeno máximo, frecuencia cardiaca umbral, capacidad aeróbica (cantidad de energía de una vía metabólica— servirán para hacer pequeños ajustes físicos en la periodización que se hizo en la pretemporada, modificaciones muy individualizadas en función de los minutos acumulados por cada jugador en los partidos disputados. Los estímulos orgánicos y musculares, ya sean en volumen, intensidad o complejidad de las cargas, están muy medidos para que la asimilación y posterior adaptación mejoren la capacidad funcional del jugador.
De esta manera, el staff técnico intenta llenar el depósito de combustible del jugador (glucógeno) para que la energía vuelva a las piernas de muchos jugadores que ya acusan el trajín de una temporada cargada de compromisos.