El marcador es mentiroso, a veces ocurre. Nadal no ganó fácil a Berrettini. Le ganó cuando tenía el partido descontrolado, cuando el italiano había recuperado la confianza y dominaba desde el fondo. Le ganó cuando las fuerzas le flaqueaban, porque a este Nadal ya le flaquean las fuerzas. Por eso tiene tanto mérito su capacidad para mantenerse en pie y encontrar resquicios, para volver a una final que da acceso a un título canjeable por un trono. Porque aquí —se sabe y se dice poco— la batalla que se libra es la de ser el mejor tenista de la historia. Nada menos.
Así es. La última conquista de Rafael Nadal sería convertirse en el mejor de siempre sin haberlo sido y de inmediato matizo el aserto. Nadal no ha tenido (ni tiene) el talento poético de Federer ni la genialidad sin fisuras de Djokovic. Desde ese punto de vista, ha sido y es un jugador inferior técnicamente. No quiere decir esto que Nadal sea solo fuerza de voluntad, cuidado con desmerecer. Estamos hablando de los tres mejores de la historia, lo que es tanto como decir que Rafa ha sido inferior a ellos en talento natural pero superior al resto de tenistas que caben en los últimos quince años, unos cuantos. Si Nadal ha sido capaz de competir siempre e imponerse muchas veces (24-16 con Federer y 28-30 con Djokovic) es porque es mejor en lo demás. Y compensar desde la cabeza la exuberancia de recursos de sus enemigos íntimos es una hazaña que merecería el trono. Sumar veinte Grand Slam y estar en disposición de ganar el 21º, sería hazaña para cualquiera, pero lo es más para quien ha competido sin un saque diferencial, para quien se construyó primero desde el físico y para quien ha seguido arriba cuando el físico se ha batido en retirada. Seamos claros: contra Berrettini se lució mientras le duró la energía, dos sets. Igual que contra Shapovalov. Más allá, Rafa se ve zarandeado por esos chicos de 25 años y dos metros de altura que van camino de convertirse en la generación perdida.
En cierto sentido, Nadal ha inventado un nuevo golpe: ser más listo. Su objetivo es aprovechar los momentos. Dosificar esfuerzos. Dejar pasar bolas a por las que antes corría, acortar puntos que antes alargaba. Optimizar el saque y detectar el miedo del otro. La estrategia ha cambiado (como las piernas), pero la cabeza sigue intacta. A partir de una cierta ronda, Rafa sabe que se enfrenta a jugadores que tienen más, como lo ha sabido en cada partido contra Federer o Djokovic. De modo que viene bien entrenado en ese aspecto. Siempre escalando montañas.
A esta hora, todavía no tiene adversario para la final, Medvedev o Tsitsipas. Da igual porque los dos son mejores. Como lo era Berrettini, a tenor de lo visto en el torneo. Como lo han sido Djokovic y Federer. Como lo parecen tantos que observarán el domingo cómo Nadal pelea por el Grand Slam que no tiene nadie, el 21º.
"For me, it's all about the Australian Open."
— #AusOpen (@AustralianOpen) January 28, 2022
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