Guarnizo es hoy una pedanía de El Astillero, a punto de ser absorbida por la expansión de un Santander que solo puede crecer tierra adentro. La capital cántabra quedaba más lejos en 1933 cuando vino al mundo Francisco Gento López. El primero de tres hermanos y de una saga de futbolistas que todavía hoy recorren los terrenos de juego de nuestro país. Aquel zurdo endiablado fue la primera simiente de una fructífera relación entre el cantábrico y la Casa Blanca. Fue Paco el primero en poner los raíles que atravesaban Castilla para conectar el fútbol directo del norte con el señorial y exigente público del Bernabéu.
Nadie transitó más rápido aquella línea directa que tenía en la banda izquierda inicio y final. Tal fue su impacto que su repertorio asombró a jugadores de la talla de Di Stéfano o Puskas. E incluso abrió el camino a otros desde Santillana a Canales, pasando por hermanos, sobrinos y sobrinos-nietos. Su leyenda se agigantó cuando levantó por sexta vez la Copa de Europa, más que nadie. Pero antes La Galerna del Cantábrico tuvo que adaptarse a un Madrid que poco o nada tenía que ver con su Guarnizo natal.
El fútbol antes que cuidar vacas
Paco Gento era hijo de un camionero y un ama de casa. La familia además tenía un pequeño terreno en el que cuidaban a las vacas, lo que les permitía vivir sin las apreturas propias de la época. Siendo un niño empezó a destacar por su velocidad, comenzando muy pronto a practicar atletismo en el colegio lo que resultó clave en su formación física. El fútbol llegaría después, con 15 años, tras haber dejado el colegio cuando empezó a echar una mano en casa o eso parecía. Así lo contaba en una entrevista en Marca: «Me escapaba, no hacía los deberes y mi padre me pegaba unas palizas porque no estaba en casa cuidando a las vacas. A mi padre no le gustaba que jugara al fútbol, y eso que él había jugado en el equipo del pueblo, en Primera Regional».
Gento empieza a demostrar sus habilidades siendo un cadete en el S.D. Montañera. Allí dio sus primeras patadas a un balón en 1948 mientras compaginaba fútbol y atletismo. Pero su sueño se hace pronto redondo, el balón le fascina y tras ver los partidos de la Cultural de Guarnizo, «me colocaba detrás de la portería para poder tocar y chutar los balones que se iban fuera», empieza a fantasear con jugar un día «con los mayores».
Pese a las reticencias familiares, La Galerna del Cantábrico se abre paso. En edad juvenil el pueblo ya se le ha quedado pequeño. Lo ficha el Unión Club de El Astillero para jugar en Primera Regional de Cantabria y allí está hasta el verano de 1950 cuando da el salto a la capital para jugar en Tercera división. Lo hace en el Rayo Cantabria que en aquella época funciona como un filial del Rácing de Santander. Gento tiene 18 años y desde el principio llama la atención de compañeros y aficionados. Así lo rememoraba el escritor Baldomero Madrazo Feliu, testigo de aquellos días: «Desde los primeros partidos fue un jugador impresionante, de una velocidad y de una fuerza, de un dribbling, de una parada en seco, de salir con el balón controlado… impresionante. En el Rayo ya fue un auténtico espectáculo. De tal manera que la gente empezó a hablar de él y muchos aficionados que éramos del Rácing íbamos a ver al Rayo solo por ver a Gento».
En esa primera temporada en Santander el extremo izquierdo de Guarnizo empieza a subir para entrenar con el primer equipo. Pero al principio apenas participa en esos entrenamientos y su labor es la de ser recogepelotas de los balones que se marchan desviados fuera de la portería. Gento volvía así a sus días de la Cultural de Guarnizo, aunque ya le hiciera menos gracia lo de tener que devolver los balones. Algo que se notaba en cada zurriagazo que pegaba al cuero, como explicaba el propio Baldomero. Pero sus actuaciones en el Rayo no pasan desapercibidas y como un rumor se extiende por toda la ciudad que en el filial hay una joya, un viento violento y súbito que recorre la banda izquierda como una Galerna del Cantábrico. En la temporada 1952-53, Gento es ya jugador del primer equipo del Rácing de Santander. Tiene 19 años y a esa edad debuta en primera división.
Y lo hizo nada más y nada menos que ante el FC Barcelona de las 5 Copas, capitaneado por Kubala. Era la jornada 21 de la temporada 52-53 y Gento volvió loca a la defensa culé. Su velocidad (aseguraba que a corría los 100 metros en 10,99) resultó imparable para la zaga azulgrana y fue la estrella de un encuentro que acabó en empate a tres. Aquel día no solo destacó por su velocidad. En realidad fue su frenada, la capacidad que tenía para pararse en seco después de ir muy rápido lo que desconcertaba al rival. Todavía le quedaba mucho por pulir, pues las crónicas de esos días hablan de un jugador tosco en la carrera y que se olvidaba por momentos de pasársela al compañero mejor colocado. Pese a todo, tanto el público de El Sardinero como la prensa especializada no dudó en señalar a Paco como un jugador diferencial, una irrupción inesperada y tras aquella actuación el entrenador, Juan Ochoa, le puso de titular en el resto de partidos. En total jugó 10 encuentros con el Rácing de Santander en los que anotó dos goles y dejó actuaciones descollantes no solo ante aquel Barcelona, sino también frente al Real Madrid en la derrota por 2-1 en Chamartín. Para la parroquia blanca tampoco había pasado desapercibido aquel habilidoso extremo santanderino.
Bernabéu pesca en el Cantábrico
Álvaro Bustamamante era uno de los vicepresidentes del Real Madrid en la temporada 1953-54. De origen cántabro, el directivo blanco, quedó prendado de aquel extremo izquierdo tras su partido en el Bernabéu. El joven Gento apenas había disputado 14 partidos con la camiseta del Rácing de Santander entre Liga y Copa, pero su insistencia fue clave para que Santiago Bernabéu accediera a ficharlo. La operación en cualquier caso no fue sencilla. «Luis Guijarro, un prestigioso intermediario de jugadores de la época, y Álvaro Bustamante se desplazaron a Santander para verme jugar con el Rácing, equipo al que pertenecía, y comunicarme que el Madrid quería contratarme», rememoraba Gento. Pero los emisarios blancos fueron reconocidos en el estadio y los aficionados empezaron a increparles e incluso les persiguieron tras el encuentro como reconocía el propio Gento: «El ambiente llegó a ser tant tenso que nos metimos en un coche y salmos disparados hacia El Faro, a orillas del Cantábrico. Al llegar a este lugar nos encontramos con un grupo de aficionados que nos habían perseguido y seguían insultando a los dos emisarios del Madrid. Sin bajarnos del automóvil dimos una vuelta por los alrededores de El Faro hasta que conseguimos despistarlos».
Los intermediarios y el jugador terminaron entrando en un garaje que estaba medio abandonado cerca del puerto. Allí, alejados de miradas indiscretas y con un miedo atroz a ser descubiertos, firmó Paco Gento su primer contrato con el Real Madrid. La entidad blanca se comprometía a abonar 1.500.000 pesetas más el traspaso de Espina y la cesión de Urcelay, dos jugadores mediocres que no hicieron carrera en El Sardinero. En el verano de 1953, Gento con 19 años, llegaba a Madrid para alojarse en una pensión y comenzar su nueva vida. «Me costó adaptarme. Prácticamente venía de Tercera, pues solo jugué diez partidos con el Rácing en Primera. Cuando llegué y vi como jugaban aquellos monstruos me quedé encogido, con toda mi velocidad, pero encogido», reconocía el propia Gento.
Esos monstruos eran Di Stéfano, Molowny o Zárraga en ese primer Madrid en el que al cántabro le costó horrores hacerse un hueco. Esto decía de él Don Alfredo tras sus primeros días como compañero: «Gento arranca y frena rapidísimo durante todo el partido. Correr es importante, pero solo si sabes jugar, porque una cosa es darle a la pelota y otra interpretar el fútbol». Sin embargo, fue La Saeta Rubia quien intercedió con el presidente para que Paco Gento no se marchara cedido tras una primera temporada decepcionante. No soplaban vientos favorables para el extremo después de jugar 17 partidos de Liga y no anotar ningún gol en una temporada, 1953-54 en la que Madrid se proclamó campeón de Liga. Di Stéfano, siempre tan intuitivo había visto algo: «Esa velocidad no se encuentra, y le pega al balón más fuerte que ninguno. Lo demás lo aprenderá». Y vaya si lo aprendió. Fundamental resultó el fichaje de Héctor Rial, también recomendado por Di Stéfano. La incorporación del argentino que se situó como interior izquierdo, dio más sentido al ataque del Madrid, evitando que Di Stéfano tuviera que retrasarse más y dando toda la banda izquierda a Gento. Fue el inicio de una asociación que marcó el dominio blanco en España y en Europa. Una maquinaria capaz de insertar otras piezas de alta joyería como Kopa o Ferenc Puskas: «Paco era fantástico encarando a los defensas. El más rápido del mundo sobre dos piernas en el extremo izquierdo».
La evolución y la capacidad de aprendizaje del cántabro le permitió ser el eslabón más rápido de aquel Madrid que dominó Europa. Una ráfaga de aire fresco en aquella delantera mítica formada por Di Stéfano-Puskas-Rial-Kopa-Gento. Así lo definió José Luis Garci, quien tuvo el privilegio de verlo jugar. «Sin abandonar su velocidad aprendió a gambetear, a desmarcarse, a chutar fuerte y colocado, a centrar templado, a descolocar las defensas, en fin, que se transformó en un jugador ‘first class’. El mejor extremo izquierdo de la historia. Verle ha sido un premio, un privilegio». Gento fue también una bisagra entre aquel Madrid de las cinco Copas de Europa y el de los Ye-yé, al que llegó ya convertido en capitán, para alzar la Sexta. Su leyenda se extiende hoy desde Madrid al resto del mundo, pasando por el Cantábrico. Un mar en el que las olas azotan hoy con fuerza la costa, con un viento súbito y violento que sopla de oeste a noroeste. Por allí anda ya la mejor pierna izquierda que han dado esas aguas.
DEP Paco Gento.