¿Lo más relevante del partido? Lo diré porque lo hubo. El bolígrafo azul con el que yo jugueteaba mientras lo veía tenía una inscripción en la que tardé en reparar (añadan tres palmeras entrelazadas): “Loews, Miami Beach Hotel, South Beach”. El hallazgo es de todo punto sorprendente porque yo no he estado nunca en Miami ni tengo noticia de que lo haya estado nadie a mi alrededor. De modo que debo suponer que el bolígrafo ha llegado hasta mí como esas botellas que se lanzan al mar con la esperanza de que alguien las encuentre y lea el mensaje, en este caso, “Loews, Miami Beach Hotel, South Beach”. Hay otra posibilidad: que mi mujer sí haya estado en Miami, asunto que habría olvidado comentarme, porque a determinadas edades ya no se hace recuento de los sitios visitados por cada cual, menos aún de los hoteles.
En esto pensaba yo cuando Asensio adelantó al Madrid de rebote y sobre lo mismo seguía cavilando cuando Isco hizo el tercero de la misma forma. Esta sucesión de carambolas no impresiona demasiado si la comparamos con las que hacen falta para que llegue a tu casa un bolígrafo del Loews Miami Beach Hotel, pero la coincidencia no debe ser pasada por alto. Veamos. El bolígrafo (pen hasta que salió de Miami Beach) viajó en el bolsillo interior de alguien, o quizá en un bolso, y luego fue olvidado en una mesa cualquiera, o cedido a otra persona que necesitaba anotar algo, y que quizá después repitió el olvido o la generosidad. Esto suponiendo que mi mujer no haya estado en Miami Beach, suposición que abriría otras hipótesis, algunas tenebrosas (básicamente, que el bolígrafo fuera un recuerdo del hotel en cuestión).
Tampoco es fácil, lo admito, chutar a portería y que el roce con la pierna de un defensa despiste al portero y propicie el gol. Sin embargo, esto lo hemos visto más veces. En cierto modo es un premio a la insistencia (si te cuesta entrar, entra a empujones). Equivaldría a coleccionar bolígrafos en cada visita a un hotel y encontrarse con los supervivientes en años sucesivos, después de un par de mudanzas y alguna limpieza general.
Lo extraordinario es la carambola repetida y lo fascinante es la carambola nunca vista. Todo eso trajo consigo el tercer gol, diría que marcado por Isco si no fuera porque el último contacto de la pelota fue con el talón de José Juan. La acción estuvo descontrolada hasta que el balón acabó en la portería. Un rebote dejó a Isco frente al portero y un choque entre ambos completó una pirueta a la que podríamos denominar “Loews, Miami Beach Hotel, South Beach”.
Asumo que los jugadores y el cuerpo técnico del Alcoyano estarán tan estupefactos como yo. A estas horas todavía no encontrarán explicación al rebote múltiple. No habían hecho nada mal, diría incluso que todo lo estaban haciendo bien. Dani Vega había igualado con un gol espléndido el cabezazo de Militao. Las fuerzas estaban parejas y la prórroga era una suposición lógica.
Hasta que apareció el bolígrafo azul.