De las glorias deportivas que campean por Arabia no saben nada las mocitas, porque no entran en los estadios. Lo más probable es que mayoritariamente abominen todas del deporte rey y ni a una sola de las aproximadamente 17 millones de mujeres saudíes les guste el fútbol, vaya usted a saber. Seguro que si le preguntamos a la FIFA y a la Federación Española contestarían algo parecido. Que lo que pasa es que no les gusta el fútbol. Y puede ser. A mí tampoco me vuelve loco.
Lo más probable es que ni les guste el fútbol ni que el fuerte sol del desierto les estropee el cutis, y es por eso que no van a los estadios ni nunca descubiertas, seguro que la razón es esa, no hay que imaginarse cosas raras, que en Occidente somos muy de criticar lo que no conocemos. Lo que pasa es que a las mocitas saudíes les encanta ir tapadas como mi tía la monja.
La verdad es que no se entiende que no vayan a los estadios porque desde 2018 ya se les permite la entrada. Sí, hasta hace cuatro años la muy democrática e igualitaria Arabia se la tenía prohibida. Seguro que había poderosas razones. Bueno, hay que decir que ese año fue un despiporre legislativo que casi convierte Arabia en una fiesta ibicenca: las dejaron conducir, sacarse el pasaporte sin el permiso de su «progenitor» e incluso practicar deporte. De una tacada, oiga. Aunque según parece este gesto magnánimo y generoso no ha sido apreciado a pesar de su grandeza. Al final va a resultar que las mocitas saudíes son unas ingratas desagradecidas.
No quiero que sean ustedes unos mal pensados y crean que las mujeres no van a los estadios porque los hombres las critican, no es así. En todo caso, critican a sus novios, a sus maridos, a sus padres, a sus hermanos o incluso hijos, acusándolos de blandos o compadeciéndolos por estar emparentados con mujeres a las que les gusta ir a un estadio. Pero ellas gozan de libertad absoluta sin que nadie las coarte. La mujer en Arabia Saudita va donde quiere y viste como le parece. De hecho, una vez su «progenitor» les concede el permiso, se pueden mover donde les apetezca. Eso sí, mientras vayan con otras mujeres, no acudan solas a sitios públicos, entren por las puertas habilitadas para las mujeres y permanezcan en las zonas asignadas a ellas. A partir de ahí, ancha es Arabia.
No sólo eso. La abaya, la túnica que deben usar por obligación para salir a la calle y que las cubre desde el cuello a los pies, puede ser negra del todo, negra con un ribete dorado, negra con un ribete plateado e, incluso, las más liberales, pizpiretas y jacarandosas, pueden usar una abaya negra con un ribete rojo o naranja. Y con el hiyab que les cubre el cabello y el rostro, ni les cuento la infinidad de tonalidades y matices que se perciben. Ya ven que fácil es criticar sin saber.
De todas maneras, no se preocupen por esto. Arabia está muy lejos, lejísimos, y eso no nos afecta. Aquí lo importante es ver el partido desde el sillón con una cervecita. Tranquilos, vivimos en Occidente, en una sociedad democrática. Así es la vida. A unos les toca una monarquía parlamentaria y a otros una tiranía. ¿Qué le hacemos?
Si la Federación Española o nuestro gobierno —ese que dice tener un Ministerio de Igualdá— viesen algún tipo de opresión en Arabia, la más mínima, saltarían como resortes, fijo que sí. Estoy seguro de que los que critican el heteropatriarcado aquí montarían en cólera si tuvieran una mínima sospecha porque el respeto a la mujer debe ser universal. En ese Ministerio entienden mucho de eso.
Las mocitas saudíes no cantan en los estadios, pero es porque no quieren. Eso sí, den por hecho que van alegres y risueñas debajo de su hiyab.