Se calcula que la capacidad de atención del ser humano no supera los veinte minutos. Siendo generosos. En los últimos años, la proliferación de estímulos ha reducido esta capacidad, con índices dramáticos si hablamos de la atención que dedicamos a la información que nos llega a través de las redes sociales. Ocho segundos es lo que tardamos, de media, en cambiar de artículo o de página. Adiós a los que se están yendo…
Fijados en una tarea concreta, nuestra concentración comienza a decaer a partir de los quince minutos, y el dato es tan conocido como aceptado: las charlas TED no duran más de 18 y un tiempo parecido se concede en un pitch a quien busca un inversor para su negocio (en los llamados elevator pitch el tiempo se reduce a un minuto, el tiempo de subir en ascensor a una planta noble).
Lo anterior viene al caso porque todos los jugadores del Cádiz que pisaron el césped del Santiago Bernabéu mantuvieron la concentración durante 94 minutos, nuevo récord mundial. Sólo así podían conseguir (y consiguieron) salir del trance sin goles en contra. El plan era suicida, en primer lugar, porque exigía la ausencia de errores propios. Hemos visto cientos de férreas defensas que resquebrajan según corre el reloj, por la sencilla razón de que resulta imposible abstraerse de la presión del contrario y del lugar. Sabemos que cuando las fuerzas merman los nudos se aflojan y hemos visto a no pocos visitantes que, por terminar con su agonía, han preferido dispararse al pie con penaltis absurdos o expulsiones incomprensibles. Otras veces, las más, es el Madrid quien hace uso de la estadística y acumula ocasiones como quien frota dos palos para hacer fuego. Al final, salta la chispa.
Sin embargo, lo vulgar (encerrarse) se fue convirtiendo en extraordinario al comprobar que el Cádiz tenía, además de un autobús, una bala. Lo supimos cuando la disparó. En una de las poquísimas contras que montó el equipo, quizá la única, Negredo remató en posición de ventaja y el balón, Courtois vencido, se paseó muy cerca de un poste. Ese era el plan al completo. Defenderse como condenados y guardarse una bala por si había ocasión. Insisto en la temeridad. Tanto como habría que insistir en la pulcritud táctica de la defensa, en el compromiso colectivo y en la fe. Porque también hace falta fe. En el plan y en el entrenador. Y en las fuerzas propias. Y en la suerte.
Es posible que Benzema fuera víctima de un penalti; de hecho, Fali pareció admitir el contacto con este gesto tan característico que nos lleva a aproximar la yema del dedo índice a la del pulgar, haciendo ver que por ese poquito nos salvamos o nos perdimos. Hundir la espada o meter la puntita, esa es la eterna cuestión.
No hubiera podido marcar el Madrid de otra forma. Lo probó en la primera parte con tiros desde media distancia y en la segunda poniendo cerco al área, convertido ya en camarote de los Marx y dos huevos duros. No hubo manera, el Cádiz no dejaba y no se dejaba.
Así fue como asistimos al más inesperado de los guiones: una charla TED de 94 minutos y ningún espectador dormido.