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Ken Follett: «Me sorprende que haya gente que vote para no tener libertad»

Al igual que hizo hace 30 años cuando escribió Los pilares de la tierra, Ken Follett se ha reinventado con un thriller ambientado en la actualidad. En Nunca especula sobre la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial. Esta es la historia de una crisis global. Una carrera contrarreloj que mantendrá a los lectores en vilo hasta la última página.

«Nunca se desarrolla en estos tiempos, pero realmente está inspirada por hechos que ocurrieron hace más de 100 años. Al estudiar todo lo que llevó a la Primera Guerra Mundial, me sorprendió el hecho de que ninguno de los líderes o dirigentes nacionales realmente quería que hubiera una guerra en Europa. Sin embargo, cada uno de esos dirigentes dio una serie de pasos que condujeron a ese punto, es decir, a la peor guerra de toda la humanidad hasta entonces. Esto me hizo preguntarme, ¿podría volver a ocurrir? ¿Podrían hombres y mujeres razonables llevar al mundo a la Guerra Mundial hoy en día?».

«Yo he visto siempre cuatro fases hasta el desencadenamiento de la guerra. La escalada, la amenaza, la chispa y el estallido. El 28 de julio de 1914 un terrorista en Sarajevo asesinó al heredero al trono de la Corona austriaca y eso fue lo que llevó al alto mando a la Primera Guerra Mundial. A partir de ahí me pregunte qué cosas podrían llevarnos a la Tercera Guerra Mundial».

«Entrevisté a mucha gente, por ejemplo, a la que fue Ministra Europea de Asuntos Exteriores y Seguridad y al que fue embajador británico en Washington, así como distintos estudiosos académicos… Les pregunté por un punto en el que pudiera estallar esa guerra, cómo podría surgir esa chispa y cómo implicaría a los países del mundo».

«En 1914, el emperador de Austria pensaba que tenía castigar a Serbia, que era una región periférica del imperio y ese fue el siguiente paso. Primero, el asesinato. Después, declaró la guerra a un país pequeño, pero ese país, que formaba parte de los Balcanes, además de ser vecino de Austria, estaba en la zona de influencia de Rusia y en esta zona cualquier actuación podría ser considerada agresiva. Entonces el zar Nicolás II movilizó al Ejército ruso».

«No hubo una declaración de guerra realmente en aquel conflicto, pero fue otro paso en la escalada de la que hablo y que ahora podría repetirse. Imaginemos que los canadienses arrastran a los norteamericanos, que ponen sanciones a Irán y los chinos responden. Si el Ejército norteamericano bombardea posiciones de Hizbola en el Líbano, Rusia también podría reaccionar. Muchas veces estas acciones se hacen para disuadir, pero a veces no ocurre así. La gente quiere que su país parezca un lugar fuerte».

«Cuando tres millones de soldados rusos empezaron a colocarse en las fronteras, el káiser alemán se vio obligado a movilizar al ejército; ese fue otro paso adelante en la escalada. Los alemanes pensaban que podían contar con los franceses en caso de guerra contra Rusia pero Francia tenía un Tratado de defensa con los rusos que no podía romperse. Es cierto que los Tratados siempre se pueden romper, evidentemente, pero Rusia era un aliado muy bueno para Francia, un aliado muy poderoso. Esto hizo que el Primer Ministro francés se negara a garantizar a los alemanes lo que pedían; fue el momento de amenaza existencial, pues fue la amenaza a la existencia de Alemania. Es un momento clave donde hay peligro. Alemania entonces invadió Francia y saltó la chispa…».

«No voy a desvelar mucho del libro, pero hay un líder dice que su país puede ser borrado del planeta y ese líder piensa que no tiene nada que perder. Lo que va a hacer es utilizar todas las armas que tiene para defenderlo. El corazón de la novela, es esa parte media, la forma en la que se procesa la escalada, cómo se toman decisiones que poco a poco llevan a una guerra catastrófica».

«¿Por qué en 1941 los japoneses decidieron atacar a la nación más poderosa de la humanidad, a los Estados Unidos? ¿Por qué los norteamericanos se metieron en Vietnam? ¿Cómo se pudo meter tan estúpidamente Estados Unidos en esa guerra contra Irak que organizó George W. Bush? Por cierto, el Presidente más incompetente que ha tenido Estados Unidos en 100 años… Yo no pretendo tener las respuestas, pero sí que ofrezco distintas formas para explicar cómo pueden ocurrir las cosas. Un novelista y sus personajes tienen permiso para meterse en las emociones y los procesos mentales de hombres y mujeres que pueden tomar decisiones que cambian el mundo».

«Ahora puede establecerse un paralelismo entre Washington y Pekín. Estamos hablando de cosas que pueden ocurrir. El Presidente norteamericano republicano trata de defenderse contra ataques nacionalistas de su rival. El Presidente chino es progresista, pero tiene la presión de la línea dura del Partido Comunista».

«La mayor parte de los líderes nacionales tienen un problema: combatir visiones extremas dentro de su propio país. Eso supone que las decisiones que toman los dirigentes, a veces, no llegan a las expectativas que tienen que llegar. La gente, en 1914, tomó una decisión fatal. En algún momento suele ocurrir, pero ocurrió que cuando coincidieron una serie de conceptos pequeños. Cada actuación genera una reacción un poquito más violenta y cada vez hay más países que piensan que su existencia está en peligro. Al final hay que decidir si se empieza una guerra nuclear».

—¿Cuál es la principal amenaza actual para que se desencadene una nueva Guerra Mundial?

—Hay muchas posibilidades. Toda mi vida he vivido con la amenaza de una Guerra Mundial o una guerra nuclear, pero hay otro tipo de amenazas, como el cambio climático, que podrían matarnos a todos. También existe la amenaza de que todos podamos ser borrados de la faz de la tierra por un virus. O sea, que yo creo que el problema hoy en día es que hay muchas amenazas, no solo una. Esto está creando desde mi punto de vista un entorno de miedo, de peligro de ataque a la humanidad. Yo creo que de todas la peor es la amenaza nuclear y no necesariamente por un determinado presidente, sino por el tipo de amenazas que provienen de decisiones ingenuas que pueden llevar a una conclusión terrorífica.

—¿Qué consecuencias va a tener la nueva normalidad en el proceso creativo? ¿Influyó la pandemia en la escritura de esta novela?

—La mayor influencia de la pandemia fue que yo no tuve otra cosa que hacer más que escribir y la consecuencia fue que pude escribir a mucha más velocidad que en la mayor parte de mis libros. No he ido al teatro desde hace dos años ni al cine. No he viajado, no he visto a mi familia que vive en California. O sea, que Nunca me llevo la mitad de tiempo de lo que me suele llevar a escribir un libro. ¿En otros aspectos? Pues sí, yo creo que la pandemia me ha influido, en especial por el hecho de que esto acentuado mi sensación de que el mundo está en peligro.

—Con respecto al proceso de documentación, ¿qué fue más difícil?

—Durante la pandemia no pude viajar y a mí, normalmente, me gusta visitar los lugares sobre los que escribo. Afortunadamente he estado en China y en Washington muchas veces, también en la Casa Blanca. El problema fue que no conozco el Chad ni he cruzado el desierto del Sahara. Tuve que fiarme de las fotografías que había de las películas y de un sitio web fantástico llamado Google Earth. Con todas estas ayudas pude describir lugares en los que nunca he estado Y también me ayudó gente que sí que conoce el Chad y todo el Sáhara.

—En la Primera Guerra Mundial murieron aproximadamente el 60% de las personas que lucharon. Con las armas disponibles en la actualidad, la masacre sería impensable.

—Sí, estoy de acuerdo. Impensable es una palabra perfecta, inimaginable. Y de hecho, en Nunca el Presidente norteamericano tiene una conversación con su hija, que le pregunta cuántas personas morirían si hubiera una guerra nuclear contra su país. El Presidente le confiesa que en el primer ataque morirían 160 millones. Muchas más personas de las que nunca hayan muerto en ninguna guerra antes.

—¿No le parece asombroso que desde 1945 ningún loco de los que nos han gobernado haya usado un arma nuclear contra el resto de la humanidad?

—Tienes razón, sí, para mí es bastante sorprendente. Creo que hemos tenido suerte, aunque también hay que decir que ha sido gracias a los políticos. Siempre los criticamos y hablamos mal de ellos, pero a lo mejor deberíamos dar gracias a los políticos del mundo por no utilizar las armas nucleares desde 1945. Desafortunadamente, ahora hay más armas nucleares que nunca y hay más países con armas nucleares… Hubo un momento maravilloso en los 80, hay que recordarlo, y en los 90 también, cuando empezamos a reducir el número de armas nucleares en el mundo ¡Qué momento tan bonito! Mucha gente se imaginó que sería un proceso en avance y que acabaríamos con todas las armas nucleares del mundo. Ese momento pasó y ahora tenemos cada vez más armas nucleares. Ese peligro ha vuelto y vivimos bajo su sombra.

—En la novela James Moore es preguntado por la crisis en Corea del Norte y dice que, en tales circunstancias, Estados Unidos debe estar dirigido por un hombre. ¿Cree que sigue existiendo esa idea machista de la política?

—Bueno, sigue prevaleciendo, yo creo que sí. Una de las razones por las que hice que el Presidente fuera una mujer es porque quería retratarla como alguien muy razonable y moderada. Los hombres parecen siempre más dispuestos a meterse en peleas que las mujeres. Y luego está James More, que es un populista nacionalista y siempre dice cosas de ese tipo. Dice cosas en el libro que seguramente habría dicho Trump, si no las dijo. Por ejemplo, ¿qué sentido tiene tener armas nucleares si no las utilizamos? Creo que ahora tenemos suficientes mujeres que dirigen en el mundo para demostrar que no es necesario que haya hombres al mando. Hay mujeres dirigentes muy eficientes. Nosotros tuvimos a Margaret Thatcher pero hay otras que no fueron Thatcher y que lo hicieron francamente bien.

—¿Con que viaje comenzó la creación de Nunca?

—Lo primero que hice fue un estudio de cómo comenzó la Primera Guerra Mundial. Cuando empecé a leer al respecto empecé a pensar que algo parecido podría llevarnos a una Tercera Guerra Mundial. En segundo lugar, tengo la sensación de que el mundo se ha convertido en un lugar más peligroso de lo que nunca haya sido, al menos en todo el tiempo que llevo aquí, en el planeta. Y en tercer lugar, pensé que sería un argumento estupendo para una novela porque esto es lo que me impulsa a elegir un tema en concreto, la sensación o la intuición de que se puede escribir una novela muy interesante con ese argumento. Entonces me pongo manos a la obra.

—¿Empieza primero desarrollando unos personajes o desarrollando la historia?

—Empiezo desarrollando una historia y luego los personajes. Creo que los personajes se van conformando según tienen que hacer las cosas. O sea que mis personajes normalmente son valientes, a veces impetuosos, pero en general son inteligentes, porque los protagonistas tienen que ser inteligentes, no puede ser tontos. Algunos también son sexis y atractivos, porque eso hace que el relato sea más interesante y divertido.

—Tomando en consideración la temática de la novela y el mundo después de la pandemia, ¿es usted optimista ante el futuro?

—En general, soy una persona optimista. Cuando juego a las cartas siempre creo que va a salir la carta que yo quiero. Dicho esto, en la situación actual no me siento muy optimista. Creo que hay demasiados peligros a los que tenemos que enfrentarnos y somos muy lentos para afrontarlos o atajarlos. Por ejemplo. Hay mucha gente que está siendo muy perezosa a la hora de tomar precauciones contra el virus en este país, que no lleva puesta la mascarilla. También estamos muy retrasados para combatir y poner freno al cambio climático. Y luego están las armas nucleares. Me preocupa la actitud desenfadada o desinteresada de la gente ante estos peligros. En esta ocasión sí soy pesimista.

—Usted habla de que los principales focos de conflicto en el mundo serían Estados Unidos, China y el Norte de África

—Hay otros países importantes, como Japón y ahora Corea del Norte. En el norte de África están Chad, Libia, Sudán y Camerún, todos son especialmente importantes. Hay muchos lugares distintos que son relevantes. El único lugar que he dejado fuera ha sido Europa y ha sido porque en una crisis como esa no veo realmente nada que Europa pueda hacer ni bueno ni malo. Europa se convertirá en el mayor potencia económica del mundo, mucho mayor que China y Estados Unidos, pero nunca en la mayor potencia militar. No tenemos un Ejército europeo, ni un comandante de las Fuerzas Armadas europeas. Quizá eso nos mantenga fuera de peligro.

—En Nunca hay heroínas y villanos, pero sobre todo, falsos profetas que mantienen al mundo en peligro.¿Cómo puede la humanidad detener a esos falsos profetas, convertidos en políticos y estadistas? ¿Qué responsabilidad tenemos los ciudadanos al llevar al poder a estos gobernantes?

—Bueno, debo decir que me sorprende cómo a veces hay gente que vota a favor de perder su libertad, como en Turquía. Erdogan ganó las elecciones, no dio un golpe militar y los turcos ya no son libres. Algo parecido ocurre en Polonia, donde el Gobierno trata de arrebatar a la gente su libertad para apelar a los tribunales. Y el presidente Trump es un hombre que no  reconocía la democracia. Todas estas personas han sido elegidas por los votantes. Yo no recuerdo un caso en mi vida en que la que la gente haya votado para perder su libertad. Ocurrió en las década de 1920 y 1930, pero desde que yo nací no había sucedido. Estoy estudiando el fascismo en las décadas de los 20 y los 30 en Europa y sigo sin comprenderlo. No puedo entender que gente que puede votar se acerque cada vez más al fascismo. No tengo una respuesta razonable. Lo único que puedo decir es que me deja realmente patidifuso.

—Es una novela muy amplia y en la que se engloban muchos países y escenarios, ¿cómo decidió qué debía quedarse fuera?

—Bueno, eliminé todo aquello que no tenía pertinencia en esta historia. En mi argumento original había una subtrama de Israel en la que este país hacía un ensayo nuclear. Pero me di cuenta de que ese elemento era muy complicado, muchísimo, y liaba mucho la historia. Entonces lo eliminé. Supongo que la respuesta está en en el borrador que hay que hacer. Todo lo escrito tiene que hacer que la historia avance y sea creíble.

—¿Por qué el título de Nunca?

—Porque espero que no ocurra jamás lo que cuento. Y también porque es un título intrigante. Quería que el título fuese muy distinto respecto a los de mis otros libros. Mis novelas históricas tienen todas títulos que proceden de la Biblia, como Los pilares de la tierra y no quería algo así, sino completamente diferente.

—¿Qué fue lo más interesante que descubrió durante la investigación?

—Lo más interesante lo descubrí donde empecé, en el Chad. Este país tenía uno de los lagos más grandes del desierto pero lleva años reduciéndose. En los años 60, ocupaba 26.000 kilómetros cuadrados. En el año 2000 se redujo a 1.500 y ahora ocupa menos de 500. Alrededor de este enorme lago vivían muchos millones de personas que utilizaban su agua para regar sus campos, para consumirla, para regar la hierba de sus pastos para el ganado. En sus aguas pescaban la perca del Nilo, y todo esto ha desaparecido. Ya no hay peces grandes porque no hay suficiente agua. Así que o la gente se marcha de allí o se muere de hambre. Pensé que esto era algo que podía utilizar y por eso el principio del relato parte de una mujer árabe que sale del Lago Chad hasta Europa. Su viaje simboliza la conexión entre lo que está ocurriendo y la forma en que nosotros vivimos. El lago se ha reducido por el cambio climático y el cambio climático lo producimos nosotros porque estamos quemando demasiado los combustibles fósiles como la gasolina, gasóleos, etcétera. Pensé que era un símbolo muy claro del problema que estamos padeciendo.

—¿Qué sería lo primero que le contaría el Ken Follet de ahora, al Follet que comenzaba a escribir en Los pilares de la tierra?

—(Risas) Le diría “no te preocupes, todo va a ir bien”. Sí porque Los pilares de la tierra fue un libro que tenía un riesgo enorme porque la gente no estaba acostumbrada a un libro así. Muchos de mis editores no querían que escribiera este tipo de libros. De hecho, una vez que lo escribí, mi editorial española me decía, “no vamos a publicar esto, es muy largo”. Si pudiera hablar a mi yo de 1986 le diría: “No escuches a nadie, escríbelo, no va a pasar nada, todo va a ir bien”.

—Muchas cosas cambiaron con la Primera Guerra Mundial. ¿Qué cambios traería una tercera?

—No es probable que la raza humana pueda sobrevivir a una guerra nuclear. Lo que ocurriría, simplemente, es que la raza humana, antes o después, moriría. Sería  el fin de la humanidad.

—¿Habrá continuación de Nunca?

—No lo creo. Nunca es una novela única.

—¿Ves Nunca para una posible adaptación en formato serie o película?¿Qué reparto te gustaría en ese caso?

—Sí, creo que sería una miniserie fantástica y hay muchísimas actrices que querrían interpretar a Tamara y al resto de personajes. Eso sí, no tengo ni la más remota idea de quién podría interpretarlos.

—¿Como británico, cuál es su balance del Brexit? ¿Está el Reino Unido mejor o peor?

—Después del Brexit, el Reino Unido está peor que antes del Brexit. Muchas de nuestras empresas tienen problemas para encontrar personal cualificado, problemas para poder traer artículos, productos de Europa y también problemas para exportar productos por las restricciones arancelarias. Yo creo que el Brexit fue una mala idea de partida y lo sigue siendo.

—Siempre se dice que la realidad supera a la ficción…

—Sin duda, porque la ficción tiene que tener sentido y en la vida real las cosas más ilógicas pueden ocurrir. Hay milagros, sorpresas, terremotos, meteoritos que caen de los cielos.

—¿Cree que la Europa que conocemos tiene los días contados?

—No, yo creo que la idea de Europa es muy sólida. Europa ha hecho que todos seamos más ricos de lo que éramos. Ahora no nos podríamos imaginar que Francia y Alemania entraran en guerra. Es impensable gracias a la Unión Europea. Sería de locos deshacer la Unión Europea.

—¿Puede desestabilizar Europa el conflicto entre Polonia y Bielorrusia?

—La de Bielorrusia es una actuación agresiva, sin duda. Creo que el líder de Bielorrusia se comporta así porque no tiene popularidad y piensa que de esta forma recuperara algo de crédito. En mi opinión estaría justificado actuar militarmente contra este hombre porque aquí son los emigrantes los sufren. Tienen razón los polacos cuando se enfadan y tendrían derecho a tomar acciones, medidas muy severas.

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