Aunque va acumulando minutos, Eden Hazard está todavía muy lejos del jugador que deslumbró en el Chelsea. Su juego está basado en la velocidad, concretamente en la aceleración (fuerza explosiva), una de las cuatro velocidades que se dan en la prueba reina de los Juegos Olímpicos, los 100 metros lisos. A saber, velocidad de reacción (puesta en marcha), velocidad de aceleración (fuerza explosiva, 8-10 metros), velocidad frecuencia (40 metros para alcanzar la velocidad pura) y la resistencia a la velocidad (40-100).
En el fútbol, por las características de las acciones que se dan con balón y sin balón, hay esfuerzos explosivos de 0-4 segundos para 8-10 metros entre 150 y 200 veces. La aceleración es la base que garantiza el desborde en los duelos individuales.
La Fisiología del ejercicio nos muestra el camino para que los jugadores veloces sigan siendo “eléctricos” en cada acción del juego: entrenen la fuerza, porque la fuerza “genera” velocidad. Y ahí es donde flaquea Hazard. La larga inactividad como consecuencia de sus múltiples lesiones musculares y recaídas ha erosionado su sistema muscular. El músculo esquelético tarda mucho tiempo en volver a ser operativo al cien por cien. Su resistencia sigue intacta (en el partido contra el Cádiz aguantó bien) porque capacidad aeróbica, y consecuentemente su volumen de oxígeno, se recupera más rápido solamente encadenando entrenamientos. Pero la fuerza no. Por eso sus piernas flaquean en muchas disputas y cargas.
Qué pocas veces vemos a Halaand en el suelo. Y no es lento, ¿verdad? Desde aquí, una vez más, animo a los staffs de los equipos españoles para que de una vez por todas incluyan en sus planes de entrenamiento el trabajo de FUERZA. Con toda humildad y respeto.