San Mamés aplaudió a Benzema cuando fue sustituido. Supongo que en esa frase, tan simple, se encuentra todo. La elegancia del público, la importancia capital de Benzema en el partido y también el orgullo de la gente con el esfuerzo de su equipo (la elegancia exige una cierta tranquilidad de espíritu). Juraría que en todo momento se desplegó una caballerosidad antigua, como si cada cual reconociera la grandeza del otro, como si los jugadores hubieran visto partidos del NODO en el autobús. Es verdad que Vinicius fue abucheado después un rifirrafe con Vencedor, pero en su caso lo que molesta no es la arrogancia (que no tiene) ni el descaro (que le sobra), sino el cuchillo con el que juega. Vinicius da miedo porque es una amenaza constante, aunque lleve dos partidos en estado de latencia.
Más allá de esta anécdota, una nimiedad, el partido tuvo grandeza desde el inicio. Benzema abrió el marcador con una sutileza de las suyas, un tiro que sumó dos efectos y que no pareció violento, aunque lo fue. Que le pregunten a Aguirrezabala. El chico estaba dispuesto a pararlo todo a excepción de los chutazos imposibles y los disparos a quemarropa. Justo esos dos se le colaron.
Cuando Benzema hizo el segundo a los siete minutos lo instintivo fue calcular la dimensión de la goleada. Sin embargo, el doble puñetazo en el mentón no afligió a los jugadores del Athletic; los enfureció. Concretamente a Sancet, de 21 años, la misma edad que Vinicius. Ojo con este muchacho. Lo tiene todo, incluido un disparo que es como una descarga eléctrica. A día de hoy, sólo así se puede batir a Courtois.
El Athletic igualó la pelea y la dejó en vilo. Pero el Madrid no se vio desbordado. El equipo de Ancelotti luce una madurez de jefe indio. Sabe lo que se tiene entre manos. Camavinga cumplió como relevo de Casemiro, y hasta es posible que lograra más que eso. Aportó despliegue, desplazamiento y pulmones de 19 años. Qué maravilloso momento en la vida cuando el paso de los años juega a tu favor.
Lo de Hazard es distinto. Su reto era reconocerse en el espejo y en San Mamés se vio hasta guapo. Volvió a arrancar como antes, barrilete belga, a ser protagonista, aunque todavía no pase de secundario. Es pronto para proclamar su regreso, pero se puede ir comprando el confeti.
Sufrió el Madrid porque en San Mamés se sufre. Sin embargo, no se le descontroló el partido. Ese empaque vale tanto como los puntos de ventaja. Decimos que hay varios jugadores que han alcanzado un punto de madurez, y en eso fijamos la diferencia con respecto al año pasado, pero tal vez sea el entrenador quien ha llegado a un momento de serena sabiduría en que todo le encaja porque todo lo ha visto ya.