Hubo un tiempo, no tan lejano, en que uno de los entretenimientos del 28 de diciembre era descubrir las inocentadas que publicaban los periódicos. Que algo tan solemne como un periódico, tan vinculado en origen con la verdad (y digo en origen), se permitiera bromear con noticias que eran mentira convertía a la Festividad de los Santos Inocentes en una celebración altamente transgresora. Si la fiesta ya no tiene el brío de antaño es porque los periódicos han perdido, casi en la misma medida, solemnidad y celulosa. Ahora a las mentiras las llamamos posverdad y en el universo digital resulta más provocativa una noticia cierta que una mentira monumental. El juego ha cambiado: el mentiroso ya no se esconde, sino que tiene sección propia.
Los romanos del Imperio son los primeros que podrían dar fe —si pudieran— de cómo se pervierten las buenas costumbres. La fiesta de los Santos Inocentes tiene su origen en los Saturnales, una celebración que, como todas las romanas, tendía al descontrol, nada hay tan liviano como una toga. Con la excusa de honrar a Saturno, dios de la agricultura, los ciudadanos del imperio se igualaban —también los esclavos—, el concepto de culpa se declaraba suspendido y la autoridad se sorteaba de un modo que resultará familiar: se comía una torta de higo y miel con un haba en su interior. El plan último, tal y como sucede en los carnavales, era invertir el orden durante unos días.
Cuando la Iglesia se hizo con la administración moral del mundo trató de erradicar estas voluptuosas costumbres paganas e hizo coincidir las bromas saturnales con el día en que se conmemora la matanza de niños menores de dos años ordenada por Herodes. Ni el bromuro hubiera provocado semejante bajonazo. Sin embargo, y aunque las togas se ajustaron, la broma prosiguió. De los inocentes se pasó a la inocentada y la tradición se instauró en España y en la América no anglosajona; el resto del mundo concentra sus bromas el 1 de abril.
Los periódicos se sumaron a la fiesta en fecha indeterminada, pero muy pronto. El problema es distinguir las noticias ciertas de las inventadas. Les pongo a prueba. El 28 de diciembre de 1910, el ABC publicaba en su sección Mundanalidades la historia de la señorita Lydia Mayers que, ante el cambio de planes de su pretendiente, Charles Gurner, «compró un revólver y encontrando al joven por la calle le declaró que le concedía ocho días para casarse». «Al cabo de este tiempo, vestida de novia, se dirigió a un café donde solía acudir a su novio y, revólver en mano, le obligó a ir a la iglesia, acompañado de unos amigos, para celebrar la ceremonia. Uno de los testigos trató de abandonar la comitiva en el camino; pero Miss Mayers le disparó un tiro, hiriéndole en un brazo y obligándole a continuar hasta la iglesia. El pastor que celebró la ceremonia se enteró de los extraños preliminares y detuvo a los recién casados a la puerta de la iglesia. Gurner, que se había reconciliado con la idea del matrimonio, tomó el revólver de manos de su novia, lo tiró a la calle y declaró al pastor que estaba muy contento de haberse casado. El amigo no quiso proceder contra la novia y en cuanto se cure se celebrará un banquete en honor de los recién casados. Si antes no se han divorciado. O si la dulce esposa no le ha disparado media docena de tiros a su caro esposo”. Ahora digan, si pueden, si Miss Mayers es un personaje de ficción o una heroína del empoderamiento.
Poco más adelante hay otra reseña que vuelve a provocar estupefacción: “Las faldas estrechas contrarían la afición, cada vez mayor, por los deportes. Por consiguiente, desde la primavera próxima reemplazaremos las faldas por pantalones, por verdaderos pantalones. Entonces, podremos decir con propiedad que hay mujeres que se ponen los pantalones. Los fabricantes de tejidos también agradecerán la innovación. Por estrechos que sean los pantalones llevarán, de seguro, más tela que las faldas”.
En 1914, otra vez en el ABC y también un 28 de diciembre, se dio noticia de la asombrosa visita de Gullermo II a Madrid (en plena Guerra Mundial). En el artículo se puede leer: “Al pasar por la perfumería Gal, el Kaiser manifestó sus deseos de conocer el célebre jabón de Heno de Pravia…”. Ni corto ni perezoso, Guillermo II entró a comprar una pastilla, con tanta fortuna para el reportero gráfico que pudo sacarle una foto en ese mismo instante. Tal vez ese día no se iniciaron las bromas periodísticas, pero se inventó el Photoshop.
Ahora sabemos que el ABC, periódico al que siempre se ha tenido por monárquico, era, en realidad, un rotativo bromista. Y valiente. En 1971, llevó la broma a su portada y descubrió que el alcalde de Madrid, Carlos Arias-Navarro —el que pronunció la histórica frase, “Españoles, Franco ha muerto”— había sido multado por un agente municipal por hacer un giro indebido. El montaje que ilustra la información es digno de El Jueves, pero la censura, que se sepa, no intervino. Ni las fuerzas del orden.
Eso sí, este humilde documentalista ha sido incapaz de encontrar una broma en la edición del 28 de diciembre de 1975; Franco había muerto un mes antes y el ambiente no estaba para grandes jolgorios (o sí). En El Mundo Deportivo, sin embargo, la realidad podría pasar por chanza. En vísperas de medirse al Barcelona en el Camp Nou, Bernabéu había declarado: “Cuando escriba mis memorias haré un capítulo para los árbitros. Sé quiénes cobraron un cheque de un millón de pesetas en un banco de Valencia por vencer al Real Madrid. Bueno, ya lo leerás. Quizá pronto. Porque hay aperturismo y libertad de expresión, ¿no? Va a arder Troya, créetelo”. El presidente apostillaba su comentario con una reflexión enigmática, quizá relacionada con el aperturismo: “No nos vamos a poder abrochar los pantalones. Vamos a tener que llevarlos bajados siempre”.
Montal, presidente culé, fue entrevistado por el añorado Andrés Astruells y contestó en la edición del 28 de diciembre: “Bernabéu es un navegante que, a menudo, pierde el rumbo. El ambiente lo enrarecen los fantasmas y ya sabe usted de qué color suelen vestir los fantasmas”. Por cierto, el primer Clásico tras la dictadura lo ganó el Barça (2-1) con gol de Rexach en el último minuto. En el Camp Nou ondearon multitud de senyeras y se mostró una pancarta que no era broma y que rezaba (nunca mejor dicho): “Amnistía, libertad y Estatuto de Autonomía”. Pitó el inolvidable Acebal Pezón.
Cada vez hay menos bromas en los periódicos, seguramente porque los periódicos están para pocas bromas. Pero todavía hay brillos del viejo fulgor. El inefable ABC anunció en 1996 la boda de Jesulín con Mar Flores: “Triunfó el amor”. Ese mismo año, TVE anunció que Boris Yeltsin había nacido en Ronda y se llamaba en realidad Juan Manuel Sánchez Fernández. Hace bien poco, El Mundo Deportivo presentó una camiseta psicodélica para la temporada 16-17 y, en lugar de sorprenderse, muchos lectores se persignaron. Los nuevos diseños dan mucho juego y es difícil discernir entre ficción y realidad.
En la época digital los ejemplos se disparan, aunque pocos dan el nivel. Cinemanía anunció que Ana Belén haría de Ana Botella en una película de Vicente Aranda con el título Primera Dama. Fotogramas, inspirado por el impulso vendedor de Juanma Bajo Ulloa, publicó que los siete Goyas de Tesis estaban a la venta en un CashConverters, pero que no se vendían por separado. Netflix se hizo un auto-spoiler y aseguró que Pablo Escobar resucitaba en la tercera temporada.
En Twitter también suele haber animación. En 2012, Alejandro Sanz destrozó el corazón de su fans: “Hoy he decidido retirarme de la música. Fue bonito mientras duró, gracias por todo”. Ese mismo año, Piqué comunicó el nacimiento de su retoño: “¡Ya ha nacido nuestro hijo! ¡Estamos muy felices! Gracias a todos por vuestros mensajes”. Shakira todavía no había salido de cuentas.
No obstante, es El Mundo Deportivo quien se hubiera llevado el primer premio de los Saturnales al afirmar que Arbeloa estaba cerca de fichar por el Barcelona y que había hecho las paces con Piqué en un restaurante llamado Los Conos.
En fin, que disfruten. Y tengan claro que hoy es mejor ser inocentes que santos.
Recuerdo muy bien la inocentada del Diario Pueblo el 28 de diciembre de 1983, apenas una semana después del partido: ‘El España-Malta debe repetirse por las invasiones de campo’.
El sumario de la ‘noticia’ se la adjudicaban al entonces seleccionador, Miguel Muñoz: ‘Da igual, les meteremos 15’
Fui indignado a mi padre con el periódico en la mano, él se rió, me señaló la fecha en la página y siguió con sus asuntos.