No sé decir el minuto, ya era tarde, pero hubo un momento en que el Sevilla dio por bueno el empate. Entonces comenzó a perder. Ignoro si fue una orden transmitida desde el banquillo o una determinación de los jugadores que se fue contagiando de unos a otros, no es malo el punto, muchachos, esto es el Bernabéu. El Madrid apretaba y ser prudente era una opción. La que hubiera escogido casi cualquier visitante. Si por algo sorprendió la elección es porque el Sevilla no se había comportado como un visitante cualquiera. Hasta que se conformó (o se desfondó) había sido un enemigo voraz, imponente, a un puñetazo de ganar por KO. En la memoria queda el doble remate de Rafa Mir que hubiera significado el 0-2 con un mundo por delante. O el tiro al palo de Ocampos, también con el partido pintado de rojo.
Pero si algo define la personalidad histórica del Real Madrid es su capacidad para reponerse y para inclinar partidos en los últimos minutos. Diría que es algo que está en el tuétano del equipo, pero tal vez sea una convicción heredada. Cuentan que el hábito no hace el monje y no es del todo cierto. Los uniformes revisten de autoridad y en el fútbol el blanco es un símbolo antes que un color. Llegado el momento, casi siempre más allá del minuto 80, se produce un trasvase de confianza y la que pierde el visitante la gana el Madrid.
El gol de Vinicius, espléndido, fue el colofón a una remontada fabulosa, porque para ganar a este Sevilla hay que acompañarse de adjetivos extraordinarios. Es un rival inmenso, aunque todavía le falte algo. No sé si duración, ambición o veneno. Algo. Poco, pero fundamental.
Si nos centramos en la reconquista, Benzema fue el primer ideólogo. Acaba de publicar Martí Perarnau un libro (enciclopedia, más bien) sobre la evolución táctica del fútbol a partir del falso nueve, y Benzema es un magnífico ejemplo de lo que explica el maestro: el falso nueve es un goleador que disimula, un cerebro que trama antes que una cabeza rematadora. De hecho, su gol fue digno de lo que está más lejos de ser, un cazagoles.
Del abuso del Sevilla se pasó al equilibrio casi milimétrico. Y de ahí al acecho del Madrid. Antes que Vinicius pudieron marcar Asensio (dos veces) y Alaba. O quizá ocurra que los grandes goles necesitan de un calentamiento. El caso es que Vinicius redimió un partido mediocre con un gol de superestrella. Sigo creyendo que no lo es, pero es posible que él también disimule y que acierten los optimistas. Su aproximación y disparo fueron de asesino profesional. Sin un titubeo, como si su naturaleza fuera el crimen. Dónde están aquellos que querían ser fusilados por Vinicius.
La victoria vale mucho. Es la confirmación de una intuición. El Madrid funciona. Y será más difícil quitarle la confianza que los puntos.
Juanma, evidentemente puedes pensar como quieras y seguir manteniendo que Vinicius es simplemente un buen jugador de fútbol. Yo también lo he creído hasta hace unos meses, pero esto se cae por su propio peso. El repertorio de goles y regates a los que estamos asistiendo, la cantidad de partidos ganados gracias a genialidades de este señor, el (fortísimo) carácter que muestra cada semana, etc. Al final, sostener que este chico no es especial se ha convertido en una cuestión de fe, porque los hechos nos machacan con lo contrario jornada tras jornada y ya van muchas. Y, con todo el respeto. El listón que se le está poniendo a este chico para ser considerado una estrella no lo he visto jamás aplicado a ningún otro jugador. No lo digo solo por ti, sino en general. Pienso en varios jugadores del Barcelona salidos en el último año, que creo buenos jugadores, pero a los que no solo se les ha fiscalizado una décima parte que a Vinicius, sino que se les ha dado un estatus superior al del brasileño habiendo hecho muchísimo menos que él.