Para referirnos a las celebraciones que el VAR aplaza o niega, solemos hacer mención del coitus interruptus. Y aunque la comparación funciona, pasa por alto un matiz sustancial: el coitus interruptus, en esencia, no es una interrupción accidental del coito, sino una interrupción voluntaria con clara intención no reproductiva. La marcha atrás, para entendernos. Ustedes lo recordarán si hacen memoria o si observan a alguno de sus hijos. Lo que el VAR provoca al congelar una celebración es una sensación diferente. En cierto modo es la revisión de la nota de un examen. Un billete de lotería que coincide con el décimo premiado en las dos primeras cifras. También puede ser una ducha caliente que se transforma en catarata gélida. O una cobra común que nos miró a los ojos y pensamos que.
Decimos que el fútbol es más justo ahora, y es cierto, pero también habría que hacer recuento de lo que hemos perdido. La espontaneidad, la maravillosa fragilidad de antaño, cuando el juego dependía de factores tan imprevisibles como un regate o un árbitro enajenado, generalmente con bigote.
Marcó Kroos y, tras levantar los brazos, el madridismo presente y telemático tuvo que esperar el cumplimiento del protocolo. Gol. Y vuelta al abrazo, pero ya sin apretar tanto, con más alivio que alegría. En este punto podríamos explayarnos, aunque quizá no sea el momento. Con los años, los adultos vivimos más aliviados que alegres. Ya lo decía Woody Allen: “Mis dos palabras favoritas no son “te quiero”, sino “es benigno”’.
El caso es que el remate merecía el gol, si es que se puede hablar de merecimientos en los tiempos que corren. Fue un derechazo a placer, el sueño húmedo de un alemán, entiéndase la expresión como se quiera.
Ya desde el inicio se comprobó que el Madrid era mejor sin que esto signifique que el Rayo estaba por debajo de lo previsto. Equipo valiente, bien plantado, sin complejos. Inferior en los recursos y no tanto cuando entró Falcao en el campo. Lástima que el colombiano sea un jarrón chino, dinastía Ming. En un suspiro le dio tiempo a marcar un gol, a hacer creer al Rayo y a lesionarse. Ese fue otro coitus interruptus si nos abstraemos del matiz.
Antes, Benzema había hecho que el Madrid tomara distancia y de esa ventaja vivió el equipo, con momentos de cierta brillantez (doble tacón sin tirabuzón), pero agobiado al final porque este rayo tampoco cesa. Si no llegó el empate es porque los pobres necesitan siempre dos balas más. O una docena.