«Grazie, Vale. Jerez 06-Cheste 2021. #RossifumiGambate». Esta es la dedicatoria que estampó mi hermana en el gran mural instalado en el Circuito Ricardo Tormo de Cheste para que todos los aficionados dejaran un mensaje de cariño al italiano en el último gran premio de su carrera.
Los circuitos y las fechas de la dedicatoria coinciden con la primera y la última vez que le ha visto correr en directo. Mi estreno fue ese mismo año 2006, pero en Valencia, e imagino que Valentino no lo recordará con especial cariño: en la segunda curva de esa carrera se cayó y perdió el Mundial frente a Hayden.
Quiero pensar que no le gafé. Entre otras cosas, porque he sido testigo privilegiado de sus victorias en otras carreras y de las conquistas de más Mundiales. Y, como nosotros (aquí incluyo también a mis tíos, que nos inculcaron la afición a las motos y con los que llevamos tres lustros viajando para ver las carreras), los miles de aficionados que se dieron cita en Cheste para despedir al piloto más emblemático de la historia de MotoGP.
Rossi no sólo es nueve veces campeón del mundo: ha sido, además, el mayor reclutador de aficionados para un deporte, y una competición, que tendrán que aprender a vivir sin él.
Es cierto que hace años que no está entre los mejores, pero conserva intacta su capacidad de movilización y las camisetas, gorras y más merchandising con el 46 siguen siendo las más buscadas. No tengo un informe de ventas delante, pero en los 15 años que llevo yendo a las motos ninguna tienda oficial de ningún circuito es tan grande como la de Rossi… ni en ninguna se forman tantas colas para comprar.
Asumo, en todo caso, que ese fenómeno se ha multiplicado esta temporada. Sobre todo, después de que el pasado 5 de agosto, antes del GP de Austria, anunciara su retirada al final del campeonato. Desde entonces, Rossi ha recibido homenajes de los aficionados en todos los circuitos en los que ha competido. Por primera vez en su carrera, daba igual la posición en la que quedara: la vuelta de honor iba a ser para él.
Lo mismo pasó este domingo en Valencia: después de pasar la línea de meta por última vez, todos los pilotos le esperaron en la Curva Doohan del circuito, con las banderas con el número 46 al viento, para hacerle un pasillo y ofrecerle una gran ovación a la que se sumó todo el circuito, más amarillo y bullicioso que nunca.
A lo largo de sus 26 temporadas encima de una moto, Valentino nos ha enseñado que se puede adelantar incluso cuando se acaba el asfalto, como hizo en Laguna Seca frente a Stoner en 2008; que se puede volver a ganar cuando te has caído y que a los genios también se les puede sacar de quicio: lo lograron su amigo Materazzi con Zidane y Márquez con él. Este domingo, además, nos demostró que las despedidas pueden ser felices.
No hubo discursos grandilocuentes, pero sí mensajes de reconocimiento de otros mitos del deporte como Rafa Nadal, Roger Federer, Lewis Hamilton, Gianluigi Buffon y Andrea Pirlo. Tampoco hubo lágrimas, sino una gran mascletá, manteo a carcajadas en el box… y hasta sonó el himno italiano, aunque en honor de su compatriota Francesco Bagnaia, que ganó el gran premio y se lo dedicó a su ídolo.
Rossi acabó su carrera profesional como acababa la gran mayoría de sus carreras durante todos estos años: con la sonrisa del campeón que pasa primero la línea de meta y la de un tipo que disfruta como un enano con lo que hace en la vida. Imposible no empatizar con alguien así y no enamorarse de este deporte. Grazie ,Vale. Che spettacolo!