Todo muy bien, cierto, tocotó, pero España ganó de penalti. Y el penalti tiene la misma niebla que las calles de Londres en las novelas de Sherlock Holmes. No se ve claro. Entre otras razones porque la jugada se repitió poco por televisión y siempre desde la misma toma. O el realizador griego estaba de servicios mínimos o era un estoico. Tampoco sonaron alarmas desde el VAR y eso que la jugada admitía un debate parlamentario. Cabeceó Laporte y el balón tocó en su brazo abierto; acto seguido Íñigo Martínez quiso controlar con la tibia (no lo intenten), instante en el que fue rozado-golpeado por una pierna griega (sírvase con queso feta).
El colegiado polaco, señor Marciniak, fue el único que lo vio cristalino. Y eso que se encontraba lejos de la acción y tapado por al menos dos jugadores griegos. El problema de los árbitros musculados es que están deseando enseñar los bíceps y mostrar tarjetas enérgicas o señalar puntos fatidíticos.
Nada de esto hubiera ocurrido si en la jugada anterior Raúl de Tomás hubiera marcado gol, a punto estuvo de hacerlo. Pero una pierna griega (otra) desvió su remate y abortó las portadas del día después y del minuto siguiente: “Tenemos delantero”, “RDTatatá”, “El otro Raúl”, “RDT cata el Mundial”, etc…
Diremos, a modo de anécdota, que el primer partido de selecciones absolutas que dirigió el árbitro Marciniak enfrentó a España con la República Checa en la Eurocopa de 2016, saldado con victoria española en los últimos minutos (1-0). Lamento decirles, mis hermanos conspiranoicos, que aquel gol no llegó de penalti.
Que España fue mejor antes y después del dichoso penalti no se puede poner en duda. Es tan cierto como admitir que no tuvimos grandes ocasiones. Dominamos con autoridad y controlamos el juego, pero nos faltó producción ofensiva (ocasiones, remates). Raúl de Tomás fue un soplo de aire fresco en una Selección ya de por sí muy ventilada. Con Carvajal algo hizo clic en el universo y en muchas cabezas.
Dicho lo cual nos jugaremos el pase al Mundial frente a Suecia, en Sevilla, lo que nos sitúa en una cornisa todavía más alta. Deberíamos tener algo de miedo y sospecho que nadie lo tiene (nos vale empatar).
Así que me aplicaré yo a la tarea.