En el panorama futbolístico español ha aparecido como por arte de magia un portento físico que atiende al nombre de Vinicius, brasileño de nacimiento y jugador del Real Madrid. ¡Eureka! (lo encontré). Aunque no debería extrañarnos: este perfil de jugador cuenta con unas prestaciones físicas en potencia (fuerza x velocidad) y en velocidad (espacio/tiempo) muy superiores a los demás. Estas capacidades le posibilitan esfuerzos muy largos (50-60 metros) que ponen a prueba su velocidad punta (35,5 km/h), a la altura de otros dioses de la velocidad como Haaland y Mbappé. Por si esto no fuera suficientemente destacable, la fibra rápida (fast twich) responsable de su potencia tiene un componente oxidativo que le permite repetir esos esfuerzos explosivos tan brutales durante todo el partido y alcanzar el minuto 90 con la misma frescura física que en los minutos iniciales del juego.
Por desgracia, estos fenómenos no abundan entre las plantillas de nuestros equipos y cuando jugamos (porque no competimos) en la Champions League nuestra inferioridad física es manifiesta. Entonces surge la pregunta: ¿están nuestros jugadores profesionales sub-entrenados durante la temporada? Creo que sí. La preparación física de muchos de nuestros equipos aun arrastra planteamientos caducos: todo el entrenamiento hay que hacerlo con balón, el entrenamiento de fuerza no sirve para el fútbol, los jugadores no son atletas sino futbolistas (¡valiente majadería!).
Afortunadamente, aunque no son muchos todavía, hay en nuestro fútbol preparadores físicos que han superado esos planteamientos trasnochados y contemplan a los futbolistas como atletas en su más amplia expresión. Aun así, todavía hay muchos que se ven lastrados (no entiendo por qué) a la hora de aplicar entrenamientos físicos al nivel que exige la competición. La Fisiología del ejercicio nos dice que solo los estímulos fuertes son capaces de lograr la adaptación muscular y orgánica que garantice el rendimiento físico a lo largo de toda la temporada. Los estímulos débiles no alcanzan el umbral mínimo exigible y los estímulos súper fuertes dañan los órganos internos del jugador. Por ejemplo: cuando se planifiquen entrenamientos con balón que no requieran correr a altas velocidades, el preparador físico debe incluir ejercicios específicos que impliquen carreras de alta intensidad y sprints en esfuerzos cortos, de 8-10 metros a 40-50 metros. De otro modo la carga de entrenamiento estará muy alejada de la exigencia del partido y ello conllevará riesgo de lesión.
El fútbol español, en aspectos técnico-tácticos, está a la cabeza de Europa, pero en aspectos físicos se encuentra en pañales. Y esta cuestión es, hoy por hoy, determinante. Todavía estamos a tiempo de poner remedio a nuestras carencias. Debemos con urgencia poner en práctica en nuestros microciclos (semanas) y en nuestros macrociclo (temporadas) estos protocolos fisiológicos para que nuestros jugadores nacionales no se sientan inferiores a nadie.
El reloj está en marcha.