Esta semana hemos asistido impertérritos a un paso atrás en nuestra escala evolutiva, un paso adelante hacia un precipicio al que caeremos sin remisión, como terminaban por caer aquellos rebaños de bisontes azuzados por hombres prehistóricos que utilizaban este sistema como un instrumento de caza más para poder sobrevivir. Aquellos hombres se relamían ante toda aquella carne muerta a su disposición, sin que ello les hiciese mucho más inteligentes que los animales que cazaban. Aunque en nuestro caso, toda la culpa va a ser nuestra, porque viniendo de Zuckerberg es evidente que no puede ser ni bueno ni inocente.
En principio, y tal y como hizo con Facebook, Zuckerberg lo que ha hecho es apropiarse del término Metaverso, que ya existía. Este concepto tiene su origen en la novela Snow Crash de Neal Stephenson, que fue publicada en 1992. Este término, básicamente, define una visión de un mundo paralelo en 3D. El Metaverso es un mundo ficticio, tal cual, en el que se ha intentado que todo sea perfecto, sin que nadie llegue a percatarse de la dureza del término ficticio, que según la RAE define algo que solo existe en la imaginación de una persona, pero que no es real.
Y Zuckerberg, al igual que Microsoft o Google, que también han invertido decenas de miles de millones de dólares en esto, intenta que el Metaverso sea tan parecido al mundo físico real como sea posible y que no solo podamos caminar allí, si no que se puedan crear negocios en él. Un mundo en el que nuestro avatar pueda interactuar con los avatares de otras personas de las que no sabremos nada, y visitar sus negocios virtuales donde nos podremos probar y comprar ropa virtual, una televisión virtual, contratar un viaje virtual, o un coche de alta gama virtual. Cualquier cosa… virtual. Y Zuckerberg incluso nos dice que se crearán puestos de trabajo virtuales, en tiendas y negocios, y almacenes mayoristas donde se podrán aprovisionar los propietarios de esas tiendas o almacenes de materiales de construcción para elevar edificios e incluso contratar mano de obra.
Pero para eso, el señor Zuckerberg dice que ese mundo necesita su propia economía, una economía fuerte en la que la gente confíe y que tenga su propia moneda virtual, aunque no del todo, porque esa nueva moneda virtual habrá que comprarla con dinero de verdad, de ese de toda la vida, ese que se gana con el sudor de la frente hasta que puedas empezar a ganarlo de alguna manera dentro de ese mundo virtual. Tras tantas críticas a Facebook, y tras decir que no se puede criticar a la plataforma por lo que hace ya que es gratis, Zuckerberg ha decidido cobrar por sus servicios, aunque mantendrá la publicidad y el control de los datos en su Nuevo Mundo Virtual, esa palabra (virtual) tan bonita que, como nos indica la RAE, significa “que tiene virtud para producir un efecto, aunque no lo produce de presente, frecuentemente en oposición a efectivo o real” o “que tiene una existencia aparente y no real”, y que a todo el mundo encanta.
Pero para disimular también ha hablado de cosas aparentemente prácticas, como poder realizar reuniones de trabajo en una oficina virtual con sus miembros conectados desde sus casas, como si no existiesen Skype o Zoom, aunque alegando alegremente que la diferencia está en que no tendrán que preocuparse por vestirse, peinarse o ducharse para la reunión, porque de ti, de esa persona que eres tú, con tus miedos y tus ambiciones, solo se verá tu avatar, esa persona que tú podrás crear alta, guapa, atlética, morena, de sonrisa amplia y mirada limpia que se expresa con corrección, esa imagen con filtros que nos hemos acostumbrado a ver de los demás y de nosotros mismos y que ha terminado por impedir que nos aceptemos como somos.
Zuckerberg quiere convencernos de que es mejor contratar un viaje a Canarias virtual en un hotel virtual, que coger un avión y plantarte allí, que no necesitamos los olores de los países, ni escuchar voces distintas, y que aunque no pueda besar ni abrazar a la persona que quiero, va a ser fantástico verla en 3D, y que si me gasto 5 $ en un traje virtual, como si eso no fuese otro tipo de filtro, vamos a sentirnos mejores en Metaverso, el nuevo Orden Mundial. Mientras, tú, con tu barriga fláccida y tu color verdoso, tumbado en tu sofá con tus dientes sin lavar y tu trabajo de 8 a 6 en una empresa que te tiene como autónomo, soñarás y te dejarás el dinero pensando que eres alguien, que ya no necesitas luchar para ser mejor, sin darte cuenta de que solo eres un bisonte cayendo por un precipicio mientras hombres primitivos se relamen pensando en toda esa carne muerta a su disposición.