Así de primeras si te hablan de calamar es muy posible que te lo lleves a un entorno gastronómico: a la romana, a la plancha, en su tinta o en bocadillo. Pues siento decir que todo eso se acabó y no volverá a ser lo mismo desde que hace unas semanas Netflix nos ha invitado a ver El juego del calamar (Squid Game). Una serie que está arrasando en todo el mundo.
El juego del calamar es difícil de definir, cosa que así de primeras la doy como buena. Encontrar algo nuevo en esta época en la que parece que está todo hecho es un soplo de aire fresco. Es de agradecer.
Otra cuestión que de primeras sorprende es que la serie es coreana y, además, no pretende esconderlo. El entorno, su modo de vida y los actores —algo sobreactuados— son otra forma de hacer cine. No es habitual que consumamos entretenimiento de origen asiático y series como El juego del calamar nos quitan tabús y nos hacen entender que ficción de calidad se puede hacer en cualquier parte del mundo más allá de Estados Unidos.
El juego del calamar es un thriller de perdedores y supervivientes, en el fondo algo que somos todos en algún momento de nuestra vida. Los personajes están basados en clichés básicos: desesperados, malos padres, malos muy malos, locos, ladrones, estafadores y un largo etcétera de lo peor de la sociedad. Personas que ven en peligro su forma de vivir y a los que sólo la locura y la desesperación les lleva participar en un juego de vida o muerte. Una oportunidad para que desaparezcan sus problemas. Quizá la última.
El Juego se define como la realización de una actividad, generalmente ejercitando alguna capacidad o destreza, con el fin de divertirse o entretenerse. En El juego del calamar el patio del colegio se convierte en un entorno aterrador en el que algo tan natural como la victoria y la derrota se convierten en la mayor de las pesadillas. Prepárense para una visión de los juegos infantiles interpretaa desde las mentes más sádicas y retorcidas.
Poco más se debe contar de la historia. El juego del calamar es extraordinaria, sorprendente, original, diferente. Un drama social aderezado de humor amarillo del que todo el mundo habla y seguro marcará tendencia. Yo por lo pronto me voy a comer un bocadillo al Brillante, que tanto calamar me ha dado hambre. No se la pierdan, no se arrepentirán.
Con todos los respetos, el plural de tabú es tabúes.
Gracias por la reseña, me está gustando la serie.