Algunos aficionados sostienen, no exentos de ironía, que el cíclico bajón del Madrid de Laso en octubre tiene ya casi más arraigo que las calabazas en Halloween. No tanto por los resultados concretos, que a la postre suelen sacarse adelante, sino más bien por el bache físico y de juego que suele protagonizar el equipo alrededor de estas fechas. Quizá para sacudirse este tópico, y espoleado por el sufrimiento ante el Fenerbahçe y la inesperada derrota ante el Gran Canaria, el entrenador vitoriano sacó titular a su quinteto de gala —sin contar a Williams-Goss, lesionado— y desde el comienzo enfatizó cada indicación de jugada desde la banda, a punto de dejar un surco en el parqué de San Petersburgo y en el tímpano del árbitro más cercano.
El Madrid consiguió una ventaja temprana a lomos de Heurtel, que aprovechó para disipar algunas dudas. El base francés se trata de un fichaje a priori anhelado por la hinchada, que no olvida que su empeño por vestir de blanco lo condenó a un abandono literal en un frío aeropuerto turco en la víspera de Navidad, y en agradecimiento está deseando acogerlo con el afecto reservado a los mártires. Sin embargo, su estilo anárquico aún se está asentando, y ciertas erráticas selecciones de tiro o de pase han impedido la conexión inmediata con la grada. Si Williams-Goss hasta ahora resulta indescifrable por su timidez hierática, Heurtel también, pero por una imprevisibilidad que a veces deja la sensación de disputar un partido al margen. Pese a que las comparaciones son siempre imprecisas, se podría identificar a Heurtel con el Chacho anterior a su madurez definitiva: talentos superiores a los que les faltaba un punto de consistencia. Los pesimistas argumentarán que Thomas tiene 32 años; los optimistas alegarán que el maestro que enderezó a Sergio Rodríguez se llamaba Pablo Laso.
El arreón inicial del Madrid, apenas resistido en el primer período por el orgullo herido del despechado Jordan Mickey, encontró respuesta por medio de un aluvión de triples inverosímiles en el segundo cuarto. De un equipo dirigido por Xavi Pascual uno hubiese esperado una reacción más ajedrecística, si bien parece razonable que la presencia de un francotirador del nivel de Billy Baron condicione cualquier propuesta del técnico. Fuese algo buscado desde la pizarra o una reacción desesperada, la cuestión es que los lanzamientos del norteamericano, de Zubkov y de Loyd borraron la ventaja madridista y dejaron a los rusos por delante en el electrónico al enfilar el túnel de vestuarios.
Laso hizo rotaciones, pero ni Alocén, ni Llull, ni Abalde ofrecieron soluciones consistentes. Fue de nuevo Heurtel, esta vez a base de asistencias a un enérgico Tavares, quien volvió a colocar al Madrid como claro dominador de la cancha. Además, se permitió regalar una de las jugadas de la jornada: un pase de espaldas bajo el aro para el mate de su compatriota Yabusele. El cambio de tendencia se consolidó con la buena mano de Causeur desde el perímetro, estirando la ventaja hasta los doce puntos. El Zenit intentó la machada, pero todos los atisbos de remontada fueron abortados gracias una serie de defensas por anticipación de Rudy, aún entre los mejores exteriores del continente en ese ámbito. Ni siquiera alguna pérdida inocente postrera o el pecado capital de los tiros libres —seis fallos consecutivos en los instantes finales— impidieron la victoria merengue.
El Madrid quiere desterrar para siempre la cansina bromita del bajón por Halloween, y dio un paso de gigante al vencer en una pista que suele dar miedo. Aunque no debe relajarse: aún tiene otra dura prueba en la estepa tártara de Kazan antes de la noche de brujas. Es probable que, para cerrar el trato, deba recurrir a algún truco. No obstante, puede estar tranquilo: a Heurtel seguro que no le faltan.