Si quisiéramos hacer un resumen brevísimo podríamos decir que Osasuna defendió mejor de lo que atacó el Real Madrid. Y no es que atacara mal el Madrid, ojo, su actitud fue excelente, es que Osasuna defendió a la perfección. Así se explica un empate a cero que dice toda la verdad y nada más que la verdad. Se dejará puntos el todavía líder (igualado con Betis y Real a la espera del Atlético) y ganará muchos el equipo de Jagoba Arrasate, sexto del campeonato.
Hasta aquí la primera aproximación. La que no culpabiliza a nadie. El reparto de méritos resultó tan milimétrico que los contendientes sudaron lo mismo y dispararon al palo una vez. Puestos a depurar responsabilidades se podría achacar al Madrid la parsimonia, cierta pachorra, y a Osasuna el conservadurismo. El equipo de Ancelotti sólo fue eléctrico en los contragolpes, que fueron pocos porque su rival tenía la lección aprendida: si los dejas correr, jalan. En esos acelerones destacó el acelerador oficial, Vinicius, todavía bien surtido de musas. Era a la hora de asaltar el fortín cuando el Madrid tenía problemas. Los movimientos eran rutinarios, los desmarques pocos y la velocidad mínima. Osasuna defendía silbando.
El plan visitante era el de tantos equipos en el Bernabéu: entregar la pelota y fiarlo todo a un contraataque aislado. La diferencia es que Osasuna tiene buenos argumentos para una cosa y para la otra. Defiende muy bien, sin histerismos, y contraataca con solvencia. De manera que cada uno de sus despliegues tuvo sentido y dejó un inequívoco olor a azufre. Entretanto, el Madrid amasaba y amasaba, confiado en que la insistencia tendría premio (gran falacia universal).
A falta de 22 minutos, Ancelotti dio entrada a Marcelo, Lucas y Hazard por Mendy, Carvajal y Asensio. Curiosamente, Marcelo fue el único factor reactivo. Metió fabulosos pases al área que nadie aprovechó y estuvo más cerca del gol que ningún delantero. Qué tiempos aquellos cuando esto no era novedad reseñable. Tampoco es un novedad que el Madrid no anda sobrado de goles, aunque a veces lo disimule de modo fantástico. Por otro lado, se cumple el axioma que sólo falta grabar en piedra: la dependencia de Casemiro, Kroos, Modric y Benzema es absoluta. Con que falle uno solo se resiente el grupo.
La defensa de Osasuna dejó de silbar en la segunda parte y hasta diría que empezó a resoplar. Pero no perdió la compostura. Ni entró en pánico. Achicó agua con orden y por turnos, como si Arrasate les sometiera a bombardeos puntuales en cada entrenamiento.
De momento, y no es mala noticia, nos encontramos ante el campeonato más abierto de los últimos tiempos. Y es probable que lo siga siendo más allá de lo esperado. No está claro si porque los grandes han bajado el nivel o porque la clase media ha dados dos pasos adelante. Quizá haya ocurrido todo al mismo tiempo.