La propuesta no es nueva, pero ahora lleva asociada el nombre de Arsene Wenger y quizá gane peso. En principio, la idea en sí no es mala: a la mayoría de los aficionados al fútbol nos gustan el Mundial y la Eurocopa, y se nota su ausencia en los veranos impares, en los que, Covid aparte, tampoco hay Juegos Olímpicos. Sin embargo, y sin que sorprenda a nadie, no es el Football is for the fans el principal motor de la propuesta, sino las posibles ventajas económicas que obtendría FIFA y posiblemente algunas federaciones.
No todo el mundo está por la labor. UEFA y Conmebol son reacios porque ven caer el valor de sus propias competiciones, la Eurocopa y la Copa América. Mientras, los países del resto de Confederaciones se interesan, quién sabe si atraídos, además de por un puñado de dólares, por más plazas en los torneos. Tenemos ahí el primer punto de discordia. El siguiente, acaso igual de importante, será la oposición de los clubes, cuanto más poderosos más contrarios a la idea: ellos pagan los sueldos de los jugadores y FIFA se los devuelve agotados después de llevárselos gratis. El argumento de los clubes seria válido si no hicieran lo mismo (algo a lo que volveré después).
Wenger propone una reducción de las ventanas internacionales, algo en lo que todos estaremos de acuerdo. Acaba de iniciarse la temporada y ya ha habido una primera interrupción para partidos internacionales y viene otra en octubre. La idea del ex entrenador del Arsenal es simplemente parar en octubre y jugar muchos partidos de clasificación. Y es que las fases de clasificación y los insulsos amistosos se alargan innecesariamente.
No es normal que la fase de clasificación sudamericana para el Mundial necesite 18 partidos para clasificar a cinco equipos y eliminar otros cinco. Tampoco es normal que la Eurocopa, donde se clasifican 24 de 54 federaciones, se alargue durante más de un año. Si vamos a tener un Mundial cada dos años, las fases de clasificación deben reducirse drásticamente. De hecho, los propios torneos continentales deberían otorgar plazas como en otros deportes. De ese modo, los cuatro semifinalistas de la última Eurocopa estarían ya clasificados para el Mundial, por ejemplo. Las fases de clasificación pueden ser más agresivas, pues el coste de no clasificarse sólo dura dos años y no cuatro. La Copa América y la Eurocopa podrían disputase en los años que no hay Mundial, y en el caso del torneo europeo, facilitando la fase de clasificación, que podría fusionarse con la Liga de Naciones.
Reducido el calendario de selecciones durante la temporada a cambio de aceptar que FIFA se forre aún más con su torneo cada dos años, las grandes Ligas deberían estar un poco más felices. Aunque también les tocara hacer su parte: no pueden quejarse de agotamiento de los jugadores si aprovechan esas fechas libres para organizar amistosos en Dubái o Miami. Recordemos que las giras asiáticas o norteamericanas de pretemporada en los días previos a la crisis del coronavirus tenían una función fundamentalmente recaudatoria, sin que los jugadores llegaran a coger el punto de forma entre tantas horas de avión y aeropuertos.
Podría llegarse a un buen acuerdo en el que los partidos internacionales serían menos pero mucho más significativos, la temporada de clubes no se vería constantemente interrumpida. Quizá así los jugadores vieran alargarse sus carreras y de paso sus ingresos. Los espectadores también tendríamos un espectáculo mejor —volvemos a “for the fans”— y todos las partes podrían salir ganando.
Tengo dudas sobre la llegada a una solución ideal. Recuerdo un episodio de una comedia americana llamada Night court (Juzgado de guardia). En uno de los episodios, un diplomático soviético y otro estadounidense se quedan encerrados en una sala, y con el transcurso de la horas pasan de la sospecha a la amistad, hasta el punto de redactar un acuerdo completo de desarme. Terminada la redacción, segundos antes de que les rescaten del encierro, se dan cuenta de que sus jefes jamás firmarán los acuerdos y los tiran a la papelera.