Pocos profesionales en general, menos aun los que desempeñan su labor en medios de comunicación, gozan de la admiración y cariño de los que disfruta la persona de la que quiero hablar hoy.

Es rockero (el corrector me sugiere rociero. Mando a la mierda al corrector, seguimos)

Pero siendo rockero hasta el corvejón es además un tipo entrañable; primer oxímoron.

Me ha acompañado desde la adolescencia siendo mi prescriptor musical favorito de la radio. Una figura que se va perdiendo a medida que crece la cantidad de oferta musical, cuando debía pasar todo lo contrario, porque como es lógico, la calidad no aumenta al mismo ritmo.

Más música nos trae inevitablemente más mierda. Y detrás de los que manejan las plataformas imperantes hay marketing y negocio, como siempre ha pasado en las discográficas. La diferencia es que antes uno podía buscar esas voces autorizadas y especializadas en cada estilo de música para salirse del rebaño. Y ahora cada vez es más difícil. La “última esperanza blanca” es el podcast, que puede dar la réplica al adoctrinamiento borreguil que nos imponen.

¿Dónde estaba, que me he perdido? Ah sí, en 1983. Cuando el programa de nuestro invitado de hoy era cita ineludible para mí. Comenzaba La Emisión Pirata con Fox on the run de fondo y Juan Pablo Ordúñez, El Pirata, se adueñaba del micrófono y de nuestra felicidad.

Cuando la música es tu trabajo, pero también tu pasión, se nota e influyes mucho más en los que comparten ese virus bueno. La música o te llega al corazón o te lo llaga.

El Pirata ha dedicado su vida al rock en general y al duro, al metalero, en particular. Si le preguntas si escucha otros estilos te dirá que no, porque no tiene ni tiempo ni interés. Yo con la edad, me he abierto a más cosas y trato de buscar calidad y sentimiento en otras músicas. Pero si hablamos de coherencia vital y profesional, no se le puede poner ni un pero. Predica con el ejemplo.

No voy a dedicar estas líneas a enumerar las diferentes etapas y emisoras donde ha desarrollado su labor; han sido muchas y de muy diferente repercusión. Es lo que tiene no plegarse. En la actualidad comanda un matinal diferente y exitoso en Rock FM, El Pirata y su banda, con el que se ha reinventado sin perder ni un ápice de su autenticidad y personalidad.

Lo que tengo claro es que es la figura más relevante en el desarrollo del rock en este país. Nadie ha empujado tanto, desde tantos frentes y encontrándose con tantas dificultades como él.

Todo para que su música logre el reconocimiento que se merece. La lista de bandas que le tienen que estar agradecidos por su labor es interminable, por eso hablan de él como hablan.

Unanimidad  favorable en un personaje público; segundo oxímoron.

Para acabar voy a contaros una historia que llevo en el corazón y que me arranca una sonrisa cuando vuelve a mi cabeza.

Ocurrió cuando tenía 18 años (la sonrisa también es por acordarme después de tantos años.) En su programa, el Piri hacía concursos muy habitualmente. Yo solía conseguir entradas para casi todos los conciertos. Había desarrollado una técnica de marcación rápida digna de estudio. Y desde el fijo de rueda, no de botones, lo que me otorga aún más mérito. En mi defensa diré que siempre tenía ya comprado el ticket por si acaso y me juntaba con dos.

Pocos conciertos importantes de rock duro o heavy metal me perdí en la segunda mitad de los años ochenta y todos los noventa. Y la emoción cuando veía por primera vez a algunas de mis bandas favoritas era algo difícil de explicar con palabras. Y el máximo culpable de inculcarme esta pasión fue El Pirata. Ya me perdí otra vez…

En uno de esos concursos el premio no se escondía detrás de una pregunta. Para lograr un precioso vinilo de serie limitada (de White Lion) había que ir a la emisora y… ¡hacer un puzle de la portada en el tiempo que duraba el single!

Esto implicaba un premio solo por participar: conocer al Piri en persona después de haber compartido tantas horas de radio. Como me imaginaba, descubrí a un tipo encantador. Me trató con una naturalidad y un cariño que no se me han olvidado, siendo yo un mindundi que no sabía ni dónde ponerme.

Cuando aluciné fue cuando se marchó a por discos, con su paso no del todo presuroso, y me dejó a cargo de bajar la regleta de la música y subir las noticias al sonar la señales horarias. Me entró un sudor frío, mis ojos no podían despegarse del reloj, estaba más sólo que la una y eran las nueve…

Ni qué decir tiene que no llegó a tiempo y que yo realice la maniobra tarde y mal, obsequiando a los oyentes de la Cope con unos segundos de Angus Young que no estaban en el guion.

El puzle lo completé a tiempo, mientras él radiaba mis movimientos como si fuera un partido de fútbol. Durante años conservé la cinta con esa grabación y si la busco ahora hasta podría encontrarla, pero creo que prefiero recordar el momento idealizado para que no pierda su magia.

Al final del programa llegaron sus hijos, los grumetes, que eran unos micos muy salados y allí estuvimos echando un rato muy bueno.

Ahora, además del programa matinal al que me he referido antes, sigue propagando su conocimiento musical en píldoras de La Emisión Pirata en YouTube (El Tubo, como lo llama él). Muy recomendable.

Si te gusta o ha gustado el rock más potente, y oyéndole recomendar un disco con la pasión que lo hace, no sales corriendo a escucharlo puede haber dos motivos: o no tienes corazón o no tienes orejas…

Ahora se ha comprado un deportivo y sus instrucciones en el concesionario fueron claras: lo quiero rojo y con cargador de CDs… Un grande sin discusión.

El Pirata Bueno (oxímoron final).

1 Comentario

  1. Qué recuerdos de esa sintonía de los Sweet.
    Los White Lion no me gustaban pero el guitarra, Vito Bratta (o algo así) molaba mucho, era finísimo, muy de la escuela Van Halen.

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