Por segunda vez en menos de un año saltan las alarmas: “Messi se va del Barça”. Aún está lejos de las 24 portadas dedicadas al fichaje de Patrick Vieira por el Real Madrid pero con el titular vuelve el estado de shock para el culé medio, incapaz de decir nada, porque probablemente ha ido a tanatorios con menos tristeza que hoy. Su mente solo repite que debe ser una broma de pésimo gusto que en todo un Fútbol Club Barcelona vayan a continuar en la plantilla gente como El Hombre Gris, Dembelé o Chutinho cuyos aportes a la historia del club están a la altura de Amunike (él también fue decisivo en una Copa), Dugarry (él también fue campeón del mundo con Francia) o Geovanni (del que se daba por hecho que era bueno solo por ser brasileño) y que, en cambio, tenga que irse el mejor jugador de la historia del fútbol. La posibilidad de leer un diario deportivo con el titular «Messi ficha por el City y Griezmann hará la función del argentino en el Barça» está ahí. Y ha habido suicidios en masa por mucho menos que esto.
Así que el barcelonista de a pie empieza a buscar culpables. El primero, con letras mayúsculas y de neón, Bartomeu y sus absurdos fichajes acompañados de faraónicos contratos. Las Douglasadas habituales de la Junta, que acabaron llenando las arcas del club de telas de araña, tampoco se olvidan. Son señaladas también con el dedo acusador las vacas sagradas: el amor de “canteranos” como Piqué, Jordi Alba o Sergi Roberto puede quedar muy en entredicho. Si Messi decidía quedarse era solo entendible por su barcelonismo o por razones familiares, porque motivos deportivos y económicos… poquitos tiene. Y entre directivos y compañeros han dejado la relación Barça-Messi en la UCI y con respiración asistida. Y parece que Laporta va a cortar el respirador.
El siguiente paso en el estado catatónico azulgrana es pensar en el futuro del club: evocar el juego del equipo de la pasada temporada y restarle la aportación de Messi solo provoca ardores de estómago y sudores fríos. Q-Man a los mandos. El Hombre Gris y el Kun Agüelo como figuras. Vacas sagradas haciendo y deshaciendo al estilo del último lustro. Ni siquiera un menisco nuevo para Ansu Fati parece poder evitar que el club se convierta en un Milan de la última década. Quien no tenga claro el impacto, puede repasar la trayectoria de los Chicago Bulls de 1999-2000. Puede ser un gran momento para aficionarse a la brisca y al cinquillo.
Y, sin embargo, leyendo el «comunicado» del club uno, cual Cole Sear en El Sexto Sentido, solo ve lo que quiere ver. Uno observa algo raro. Lee entre líneas. ¿Podría ser que se intente pasar la presión a Tebas para que se baje los pantalones y acepte inscribir a Messi antes de quedarse con una devaluada Liga que vender por el mundo con Ficticius y el Hombre Gris como estrellas de referencia? Sí, suena a vender enciclopedias puerta por puerta en plena era digital. La rueda de prensa de Laporta convocada para mañana confirmará o desmentirá esta arriesgada teoría de la conspiración. Porque Laporta llegó para salvar al club de la ruina económica y deportiva. Y si lo primero aún está por ver, lo segundo, sin Messi, se antoja imposible. Tal vez la rueda de prensa es para presentar su dimisión porque dicen que segundas partes nunca fueron buenas.
Por eso conviene esperar acontecimientos tras el precedente del Bulofax 2020. Tal vez porque uno es un iluso nivel D10S. O porque está tri-tranquilo por creer que el mejor jugador de la historia ha de terminar su carrera deportiva en el Barça cueste lo que cueste aunque todas las señales indiquen que no hay farol, que esta vez se va, sí o sí. O porque hasta el 31 de agosto hay tiempo y el Laporta que fue, sobrevivió a situaciones extremas. O, simplemente, porque Pedro negó tres veces a Jesucristo y acabó fundando su iglesia… y Messi solo va por la segunda. Por ello, los fieles seguidores de la iglesia del advenimiento messiánico del séptimo Balón de Oro, seguimos confiantes.
Y dice usted hasta el 31..