Así es como debían ganar los grandes campeones de otra época. Con ataques lejanos e insensatos, con fabulosas exhibiciones de fuerza y con diferencias insalvables. Un día después de imaginar que Pogacar estaba en apuros, el Mozart esloveno destrozó el Tour y lo decidió a su favor. Lo que queda es la pedrea. El niño prodigio ganará su segundo Tour a la insultante edad de 22 años. Sólo Bernal y Evenepoel podrían evitar un récord histórico, pienso en cinco de una tacada y en varios más alternos (estoy excitado, no sé si se nota). El destino, como siempre, también tendrá algo que decir. Pero ahora mismo no se atisban nubes en su horizonte. Pogacar es la última actualización de los ciclistas excelentísimos.
Digamos que la etapa fue ganada por Teuns (Bahrain muy Victorius) porque a Pogacar le faltaron 20 segundos para cazarlo en la Colombiere. Fue el único corredor que se le escapó. Desde que atacó en el Col de Romme, el chico fue recogiendo cadáveres por delante y sembrando muertos por detrás. En primera instancia, Carapaz se pegó a su rueda. Hasta que Pogacar demarró por segunda vez. Para entonces ya había reventado el muy honorable Van der Poel. De Roglic y Thomas no había noticias, perdidos en la inmensidad de los Alpes. Del reguero de aspirantes al podio, sólo Van Aert corría por encima de sus posibilidades. Los demás estaban empequeñecidos por el huracán Pogacar. Ahora queda claro, por si había dudas, que Movistar equivocó su estrategia el día anterior cuando salió en auxilio del asesino.
Es cierto que queda mucho Tour y que los esfuerzos se pagan, incluso si eres el hijo de Zeus. Sin embargo, aun en el caso de que el nuevo líder tuviera un desfallecimiento, cuesta imaginar a sus rivales en condiciones de aprovecharlo, de atreverse siquiera. El aniquilamiento psicológico ha sido tan demoledor que no creo que nadie ose disputarle la carrera. La única debilidad de Pogacar está en su equipo, poco solvente en terrenos intermedios. El mínimo resquicio para la emoción es que se genere una situación en la que UAE no sea capaz de controlar la carrera. Pero admito que la carambola es casi cósmica.
En la clasificación general, Van Aert (a 1:48) es el único que todavía mira de cerca a Pogacar. Más lejos quedan Lutsenko (4:38), Urán (4:46), Vingegaard (5:00), Carapaz (5:01), Kelderman (5:13) y Enric Mas (5:15). Todo esto después de la octava etapa. Tal y como están las cosas, Pogacar va camino de ganar con un margen tan escandaloso como el que logró Fignon en 1984, cuando venció con 10:34 sobre Hinault. Aquel fue su segundo Tour consecutivo: tenía 23 años y el destino, el muy cabrón, dijo basta. No hay como repasar los viejos libros de historia para observar lo complicado que es escribirla.
Mucho se ha hablado de esta generación de ciclistas y no por conocido es justo obviar el halago. Hay un ramillete estupendo, con este Pogacar súper clase a la cabeza.
Honores a van der Poel, agarrando el maillot hasta que sucumbió y empezó a perder minutos a cada kilómetro, y también a van Aert, intentando su última oportunidad de vestirse de amarillo. Estupendo también Roglic, ni una mal gesto en su hundimiento, si acaso lo contrario, regalando un bidón.
Movistar, o Unzue, puede ser lo último que quede de un ciclismo más amarrete de otra época. Cuesta ver a Mas o Soler peleando contra Pogacar, Roglic, Carapaz, Bernal o Evenepoel. Ojalá me equivoque