Alguien lo dijo (pude ser yo): a Pogacar se le hará largo el Tour. La razón es que el chico no se reserva nada y lleva todo el año de exhibición en exhibición. Con 22 años no te cansas, pero llegado el momento te derrumbas. O te deshaces. O te duermes de pie. No digo que esto sea suficiente para que pierda el Tour. La hecatombe debería ser máxima para que se dejara lonchas por valor de cinco minutos. Sin embargo, la humanidad de Pogacar reconforta. Por la emoción, básicamente. O para ser más exactos por la ilusión de la emoción Sólo eso, la expectativa, hizo que muchos viéramos el desenlace de la etapa en posición de firmes. Que Vingegaard soltara de rueda a Pogacar en la segunda ascensión al Mont Ventoux es un hecho extraordinario y los aficionados al ciclismo nos pasamos la vida en busca de momentos extraordinarios.
Es verdad que el esfuerzo de Vingegaard (sillón de dos plazas en el catálogo de Ikea) no tuvo recompensa en forma de tiempo, pero el aviso está dado. El líder también sufre. Y si los rivales insisten seguirá sufriendo. Para ello será necesario que todos sus enemigos entiendan que su primer adversario es Pogacar. Es obvio que no lo tuvieron claro Carapaz y Urán cuando colaboraron con el maillot amarillo en la caza de Vingegaard. Está claro que defendían su lugar en el podio ante un cuerpo extraño e inesperado. Sin embargo, la aspiración de ciclistas de su talla debería ser la victoria final, no la pedrea. Si hubiesen dejado el problema en manos de Pogacar es fácil que el líder se hubiera inquietado y eso ya es mucho más de lo que han conseguido hasta ahora Urán y Carapaz. Ni qué decir tiene que un líder inquieto baja peor que uno tranquilo. Todo cambia en el ciclismo menos esa miopía táctica. Al final, los grandes dominadores del pelotón encuentran siempre colaboradores entre sus víctimas.
Vingegaard, de 24 años, es otro niño prodigio sin calibrar. Segundo en la Vuelta al País Vasco (tras Roglic) todo indica que su talento debería desarrollarse en las carreras de tres semanas. Un ciclista capaz de comerse ración de doble de Mont Ventoux y de acabar tercero en una crono del Tour (a 27 segundos de Pogacar) tiene el cielo por tejado. La conclusión es que conservamos la ilusión intacta. Todavía hay baile. Y se lo debemos a una generación inacabable de prodigios. Van Aert (26) ganó la terrible etapa del Ventoux un día después de acabar segundo en el sprint de Valence, sólo por detrás de Cavendish. Eso es el ciclismo total. Esa esa la maravilla que nos está lloviendo encima.
Van Aert ha sido segundo al sprint, cuarto en la crono, ganador de una etapa de montaña de las mas exigibles… si se prepara para las grandes vueltas, es un candidato claro. Al pobre Roglic le crecen los rivales en Eslovenia primero y en el equipo despues.
Ayer era un dia en el que se esperaba algo mas de Movistar, pero me temo que a Mas se le escapa el podio y tampoco esta como para ganar etapas
Que gran coleccion de ciclistas.. y eso que este Tour no hemos visto a Hirschi por sus caidas