Hoy volverá a ocurrir. Los futbolistas de Italia cantarán el himno y nos sentiremos a partes iguales intimidados y fascinados. Qué ardor en la interpretación. Cuánta pasión. Pues bien. Conviene saber que muchos italianos se pasaron 50 años renegando de su himno. Primero por demasiado revolucionario y luego por conservador. Después se llegó a decir que era fascista, de poca calidad cultural y con connotaciones machistas. El caso es que los futbolistas italianos no cantaron el himno de modo uniforme hasta el Mundial 2006, gracias a la insistencia del presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi. Por cierto, ya saben cómo terminó aquella Copa del Mundo. Con Italia campeona.

La historia del Canto de los Italianos (nombre original del himno) es cuando menos tortuosa. Su letra fue escrita por Goffredo Mameli a los 20 años como reivindicación de la independencia italiana (el siglo XIX estuvo invadido de inflamaciones patrióticas que todavía padecemos). Mameli fue capitán el ejército de Garibaldi y murió a los 21 años por una infección después de ser alcanzado por una bayoneta enemiga en una pierna. El himno (música de Michel Novaro) fue interpretado por primera vez en 1847 y se hizo popular, pero en 1861 el Reino de Italia recién constituido eligió como himno la Marcha Real de los Saboya (por eso visten de azul los italianos, porque era el color del estandarte real). El Canto de los Italianos se había inspirado en los valores de la Revolución Francesa (la evocación a La Marsellesa tampoco se disimula) y la realeza consideraba poco apropiadas estas motivaciones.

El pueblo siguió cantando el Himno de Mameli y sus soflamas patrióticas se repitieron en diferentes guerras. El fascismo no lo prohibió, pero lo apartó de las ceremonias oficiales. Los partisanos lo adoptaron junto a otras canciones como Bella Ciao o Fischia il vento. Sin embargo, tampoco fue elegido como himno en 1943, tras el armisticio. Siguió funcionando como himno no oficial, pero su estrella fue decayendo. En los años 50 se hizo una encuesta radiofónica para cambiar el himno y salió ganador el Va pensiero de Verdi. Años después se convocó un concurso para proponer nuevas composiciones más modernas y de “mayor calibre cultural”. En 1960, la RAI puso en marcha otra encuesta para sustituir el himno de Mameli, pero las alternativas fueron rechazadas por la audiencia.

A finales de los 60, varios políticos, entre ellos Bettino Craxi (primer ministro entre 1983 y 1987) insistieron en sustituir lo que consideraban un himno anticuado y en desuso. En el Mundial de España 82 no lo cantó ni un solo jugador. En Italia 90 sólo fue entonado por Walter Zenga. En el Europeo de Bélgica y Países Bajos sólo lo cantaron Toldo y Delvecchio.

Fue el presidente Carlo Azeglio Ciampi quien se propuso recuperar los símbolos nacionales como representación y memoria de la grandeza de Italia. Entre ellos, el himno. En vísperas de los Juegos de Sydney, Ciampi pidió a los deportistas italianos que lo cantaran. “Este símbolo nos ve a todos unidos. Entrarás al estadio de Sydney detrás de él y encontrarás una gran calidez que te sorprenderá. Notarás la fuerza del sentimiento italiano. Espero que se toque con frecuencia en Sydney y también espero que al cantarlo tengas una mayor conciencia de esos valores que ya están subrayados en las dos primeras estrofas: la unidad y la libertad”.

En 2002, Ciampi recibió a la selección italiana antes de viajar a Tokio para jugar el Mundial de Corea y Japón. Y volvió a insistir en la importancia de cantar el himno, aunque no estaba dispuesto a imponerlo: «El himno se canta cuando es espontáneo cantarlo. Es el himno del despertar de los italianos, que los llevó a la libertad. Al menos a mí me da energía».

El empeño de Ciampi surtió efecto y los jugadores comenzaron a cantar el himno, aunque tímidamente. Para el 2006 el objetivo ya estaba cumplido. Todos los futbolistas lo cantaron a excepción del argentino Camoranesi: «Yo no lo canto porque no lo sé, pero lo cantan mis hijos. Yo ni siquiera canto el argentino”.

La novedad en esta Eurocopa es que Italia no sólo canta su himno, lo grita. Ahí comienza su conjura. Sobre las referencias a Escipión y a la muerte no nos extenderemos. Tampoco sobre la retórica o las imprecaciones a los invasores, entre los que no aparece España. Así que mejor será no darse por aludidos y cantar lo nuestro: lololó.

Hermanos de Italia, Italia ha despertado;

se ha ceñido la cabeza con el yelmo de Escipión.

¿Dónde está la victoria? Extiende tu cabello

para esclava de Roma, Dios la creó.

¡Unámonos en cohorte!

Estamos listos para morir;

Estamos listos para morir;

Italia llamó.

Hemos sido pisoteados, ridiculizados durante siglos

porque no somos pueblo, porque estamos divididos.

Recógenos una sola bandera, una esperanza:

para fusionar juntos la hora ya sonó.

¡Unámonos en cohorte!

Estamos listos para morir;

Estamos listos para morir;

Italia llamó.

Unámonos, amemos; unión y amor

revelan los caminos del Señor a los pueblos.

Juramos liberar la tierra nativa

Unidos, por Dios, ¿quién nos puede ganar?

¡Unámonos en cohorte!

Estamos listos para morir;

Estamos listos para morir;

Italia llamó

De Alpe a Sicilia dondequiera que esté Legnano;

cada hombre de Ferruccio tiene un corazón y una mano;

Los hijos de Italia se llaman Balilla;

sonaba el sonido de todas las Vísperas.

¡Unámonos en cohorte!

Estamos listos para morir;

Estamos listos para morir;

Italia llamó.

Hay juncos que doblan las espadas vendidas;

el águila de Austria ya ha perdido sus plumas.

La sangre de Italia y la sangre polaca

bebió con el cosaco, pero le ardía el corazón.

¡Unámonos en cohorte!

Estamos listos para morir;

Estamos listos para morir;

Italia llamó.

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