Cuando el 1 de octubre de 2018 murió Charles Aznavour (Chahnour Varinag Aznavourian, de origen armenio), el luto por el cantante fue inconmensurable en comparación con el duelo por el actor. Y Aznavour participó en 80 películas, lanzado a la fama —a la cinematográfica— por Disparad al pianista (1960), de Francois Truffaut. Su carrera en el cine incluye un trabajo que fue mencionado de pasada en los obituarios, pero en el que se puede y hasta se debe profundizar. Aznavour, cumplidos ya los 46 años, interpretó en 1970 a un maratoniano checo que evocaba a Emil Zatopek. La película lleva por título The Games y en España fue traducida penosamente como La prueba del valor.
La importancia de The Games estriba en lo que tiene de rareza, tanto por la elección del tema como de los actores, incluso del director, Michael Winner (1935-2013), un realizador sin éxitos; a su disposición se pusieron casi cinco millones de dólares (French Connection, premiada en los Oscars de 1971, costó 1’8). La película narra la historia de cuatro maratonianos que se preparan para los Juegos de Roma de 1960: un inglés (Michael Crawford), un estadounidense (Ryan O’Neal), un checo (Aznavour) y un aborigen australiano (Athol Compton). La trama culmina en el propio maratón, filmado por las calles de Roma con todo en contra: era invierno y debía ser verano, los atascos provocados colapsaron la ciudad (aún más) y los extras locales amenazaron el rodaje por no haber sido contratados.

Aznavour era el más popular de los actores. Michael Crawford, fumador empedernido, venía de participar en Hello, Dolly! (1969), Compton no había actuado nunca y a Ryan O’Neal le faltaban unos meses para alcanzar fama interplanetaria: The Games se estrenó en julio y Love Story en diciembre.
Curiosamente, quien adaptó la novela de Hugh Atkinson sobre los Juegos fue Erich Segal, autor de Love Story, obra que luego adaptó él mismo al cine. Segal aportó su talento como adaptador (Yellow Submarine) y su conocimiento como atleta: corrió su primer maratón en su segundo curso en Harvard y durante veinte años disputó sin interrupción el Maratón de Boston (1955-75), con una mejor marca en 1964 de 2:56:30.
Segal también fue comentarista para la ABC en los maratones olímpicos de 1972 (Múnich) y 1976 (Montreal) y su primera experiencia fue sonada. Un estudiante alemán (Norbert Sudhaus) se coló en la carrera en el último kilómetro y entró al estadio olímpico de Múnich por delante del estadounidense Frank Shorter, compatriota y ex alumno de Segal. Hasta que los jueces se percataron del engaño, Erich Segal se desgañitó en directo: “¡Es un impostor! ¡Sáquenlo de la pista! ¡Esto es digno de un maratón de tercera! ¡Vamos, Frank, tú has ganado!”.
Pero volvamos a Aznavour. Con la intención de preparar mejor su personaje, quiso entrevistarse con el checo Emil Zatopek, triple campeón olímpico en 1952 (5.000, 10.000 y maratón). En la película, el atleta que interpreta Aznavour es obligado por su gobierno a competir en el maratón por razones políticas, no olvidemos que estamos inmersos en la Guerra Fría. La historia de Zatopek también estuvo influida por esa tensión. Las autoridades comunistas pusieron la cruz al héroe de Checoslovaquia por su apoyo a Alexander Dubcek en la Primavera de Praga (1968) y lo expulsaron tanto del partido como del ejército.
La reunión entre Aznavour y Zatopek no llegó en el mejor momento. Ambos se encontraron el 24 de enero de 1969, poco después de que Jan Palach, un estudiante de 20 años, se hubiera prendido fuego en protesta por la invasión soviética. En mitad de ese ambiente, Zatopek fue parco en palabras, quizá para evitar males mayores. Aznavour lo recordó años después en Radio Praga. “Ambos teníamos una cosa en común: cuando empezábamos algo teníamos que terminarlo. Era un monstruo en el trabajo. Y yo también soy un monstruo en el trabajo. ¡Era encantador…! y creo que yo también era agradable”. Aznavour, por cierto, asistió al entierro de Palach.
El caso es que a Aznavour solo le quedó una famosa frase de Zatopek para motivarse: “Si quieres correr, corre una milla; si quieres cambiar tu vida, corre un maratón”. Finalmente, los asesores del actor fueron dos atletas franceses, Roger Bambuck, bronce en los relevos 4×100 de los Juegos de México, y Michel Jacy, campeón europeo de los 5.000 metros.
El papel de Aznavour era clave para reflejar cómo la rivalidad política de los dos bloques alcanzaba al deporte. Se dice que Michael Winner se inspiró en el enfrentamiento en los 5.000 metros entre el inglés Chris Chataway (una de las liebres de Bannister cuando bajó de los cuatro minutos en la milla) y el ruso Vladimir Kuts. En el Campeonato de Europa de 1954 venció el ruso y su rival fue segundo. Dos semanas después, se celebró una peculiar batalla atlética entre Londres y Moscú en el White City londinense. Chataway no solo venció; consiguió el récord del mundo con 13 minutos y 51 segundos. La disputa fue televisada por Eurovisión y la BBC nombró a Chris Chataway Personalidad Deportiva del Año.
Aunque The Games es una película ficción, la relación con lo que sucedió en el maratón de Roma es directa. El mítico Abebe Bikila fue el vencedor entonces, seguido del marroquí Rhadi Ben Abdesselam y del neozelandés Barry Magee. En la cinta de Michael Winner, el ganador es el aborigen australiano Sunny Pintubi que, al igual que Bikila, corre descalzo. Tras él llegan Aznavour y un japonés. Michael Crawford/Harry Hayes fue vencido por la carrera, exhausto y aturdido. Winner pudo inspirarse en este caso en Dorando Pietri, que en el maratón de Londres en los Juegos de 1908 se cayó varias veces antes de cruzar la meta ayudado, entre otros, por Arthur Conan Doyle.
La película fue proyectada en el Instituto Británico del Cine en vísperas de los Juegos de Londres de 2012 y Michael Winner compartió sus experiencias con los espectadores. “No tenía claro que una película sobre los Juegos tuviera una buena acogida en la taquilla, pero me atrajo la posibilidad de rodar en tantas localizaciones distintas (Copenhague, Londres, Sydney, Roma…). No imagino lo que podría costar eso hoy en día…”. Tampoco debió ser barato fabricar miles de maniquís de fibra de vidrio que fueron ubicados en las gradas del estadio olímpico para dar la sensación de recinto repleto de público. El director también recordó que su hermoso canto a los Juegos se tropezó con el Comité Olímpico Internacional. El COI prohibió el uso de los emblemas olímpicos, que no se incluyeron ni en la cartelería ni en la publicidad.
La última anécdota tiene que ver con la banda sonora. Un desconocido Elton John (saltó a la fama ese mismo año) cantó la canción principal, From Denver to LA. Tan desconocido era que en los títulos de crédito del disco figura como «Elton Johns». Solo se lanzaron copias promocionales del single que son objeto de culto entre los coleccionistas.