Si el ciclismo tuviera alguna lógica, el Tour 2021 lo debería ganar Pogacar, seguido a distancia prudencial por Roglic y Carapaz, añadan al cuadro final de ganadores el octavo maillot verde de Peter Sagan, otro de puntos rojos para Pogacar y la victoria por equipos del Movistar, la sexta. Sólo el premio a la combatividad podría aceptar un debate entre Alaphilippe, De Gendt, Herrada y algún entrometido con alma de aventurero.

Afortunadamente para nosotros (desafortunadamente para nuestras siestas), el ciclismo carece de lógica, en tanto en cuanto se ve afectado por un sinfín de factores imprevisibles (sumen una pandemia) que condicionan en gran medida lo que ahora nos parece sensato. En tres semanas y 3.383 kilómetros cabe mucha suerte, buena y mala.

En principio, la historia de Pogacar es tan perfecta como lo fue la de Egan Bernal hace dos años o la de Laurent Fignon hace 38. De repente aparece un chico que lo tiene todo y que lo gana todo, Tour incluido. El cielo es el límite. No hay antídotos contra él. Hasta que el destino levanta el brazo; Evenepoel también sabe de lo que hablamos. Entonces el camino recto hacia los cinco Tours se desvía por carreteras secundarias: lesiones, vértigo, desconfianza, rivales. Pogacar todavía no ha llegado a ese punto. A los 22 años se siente inmortal, tanto como Van der Poel. Todos nos hemos sentido así en algún momento de nuestra juventud, a la menor distancia posible de las rubias y a la mayor posible de la muerte y los escenarios lúgubres. Hasta que cambia el viento.

Pogacar afronta el presente Tour en condición muy distinta al anterior. Ha dejado de ser la simpática revelación para convertirse en el rival a batir; de niño a ogro. Ya no puede permitirse el lujo de tener un equipo endeble, razón por la que UAE se ha reforzado con Majka. Ya no vale correr disimulando. Ahora es el centro de las miradas. De eso mismo se quejaba Eugene Christophe cuando en 1919 se le hizo vestir el primer maillot amarillo de la historia del Tour: “¡Todos me mirarán a mí!” (Tenía razón en lamentarse, acabó tercero).

Del pasado Tour al actual, Roglic ha tenido tiempo de meditar una venganza a la altura del dolor que significa perder un Tour en la última crono contra un chico imberbe que además (oh, colmo de la tortura) es compatriota suyo. Sobre el papel tiene el equipo perfecto para la vendetta (Kus, Kruijswijk, Tony Martin…), salvo que Van Aert tenga mayores ambiciones que ganar etapas. Haría bien Jumbo Visma en jugar también esa carta, aunque ya sabemos que los caminos de los directores deportivos son inescrutables.

Carapaz debería ser el tercero en discordia, siempre y cuando los egos no se disparen en el Ineos. Junto al ecuatoriano están Geraint Thomas (ganador en 2018 y segundo en 2019), Richie Porte (eterno aspirante) y Tao Geoghegan Hart (ganador del Giro 2020), mucho anglosajón al aparato.

Respecto a los españoles, Movistar sigue siendo la bandera del ciclismo patrio… más o menos. El fichaje del colombiano Miguel Ángel López hace más que posible que los siete españoles del equipo acaben trabajando para él, a no ser que Enric Mas dé un paso adelante. Con 26 años, en otra época sería tomado por una promesa, pero tal y como está el ciclismo actual podemos afirmar que se encuentra en riesgo de que se le pase el arroz. Lo mismo vale para Marc Soler (27), otro talento espumoso.

Capítulo aparte merece Alejandro Valverde (41), que en 2020 anunció (sin mucha rotundidad) que había corrido su último Tour. Si consiguiera ganar una etapa se podría convertir en el vencedor más viejo en la historia de la carrera. Y digo podría porque el belga Pino Cerami ganó en 1963 con 41 años y 64 días, y Valverde tomará la salida con 41 años y 62 días. Dicho de otra forma, no interesa que gane hasta la tercera etapa.

En el Bahrein estará Pello Bilbao, quinto en el Giro 2020 y sin actuaciones destacadas en el Tour (cosa extraña). En Astaná el ciclismo español tendrá tres buenas opciones para cazar una etapa: Aranburu, Omar Fraile (campeón de España) y el incombustible Ion Izagirre.

Entre los datos a reseñar no se nos puede olvidar el regreso al mundo de los vivos de Mark Cavendish (36), después de ser rescatado por el Deceuninck. El británico suma 30 victorias de etapa en el Tour, a sólo cuatro de Eddy Merckx y dos por delante (tamaña herejía) de Bernard Hinault.

Otra presencia insoslayable es la de Mathieu van der Poel, la bestia parda de las carreras de un día. El nieto de Poulidor se estrena en una gran vuelta camino de los Juegos de Tokio (competirá en mountain bike). Cuesta creer que se retire sin haber ganado una etapa (o un par) o sin haberse vestido de amarillo.

Diría que no falta nada, pero es mentira. Faltan Bernal y Evenepoel y los que creemos en las victorias imposibles también echaremos de menos a Mikel Landa, suspiro recurrente cada vez que los aspirantes se conforman con su suerte.

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