Lo que más he admirado del Atlético de Madrid en los últimos veinte años es el relato. A partir del descenso, y con la inestimable colaboración de la agencia de publicidad de la Señora Rushmore, el Atlético fue capaz de convertir la penalidad en personalidad. Y en personalidad atractiva, además. Aquellos anuncios del Mono Burgos saliendo de una alcantarilla o de los soldados que interrumpen la guerra por el Atlético han sido eficacísimas representaciones de un nuevo espíritu que desde el marketing, y con sentido del humor (y del amor), ha paquetizado la pasión y la ha vendido al mundo.
Descubrimos de pronto que Robin Hood y el Bogart de Casablanca eran atléticos de cuna; también Sabina, por supuesto. Su himno es una canción y un manifiesto. Se hizo ver, y con éxito absoluto, que ser del Atleti significaba muchas cosas. En primer lugar, oponerse al poder representado por el Real Madrid. De repente, vivir en la misma ciudad que el gran oso blanco dejó de ser un problema para transformarse en un argumento, incluso en una motivación.
Para completar el relato sólo había liberarse del protagonismo que todavía ejercía la dirigencia, lo que era tanto como liberarse de Jesús Gil. Se consiguió con Fernando Torres, primero, y después con Simeone; se consiguió también, por qué no decirlo, con la discreción casi enfermiza de Miguel Ángel Gil. Con El Niño y el Cholo el foco se trasladó al campo y de allí se propagó por el aire. El relato ya tenía a sus héroes, personajes en ambos casos que volvían a casa después de un largo viaje, al más puro estilo de las historias clásicas.
El fútbol hizo el resto, con la novedad —así lo veo desde la acera de enfrente—, de que hasta las derrotas más duras se transformaban casi de inmediato en argumentos que reforzaban el sentir rojiblanco en contraposición con el enemigo que todo lo ganaba o todo lo robaba (el “nos roban” no es exclusivo de la política). No digo, cuidado, que perder no duela a los atléticos. Estoy seguro de que les duele y mucho, tanto como a cualquiera. Lo que digo es que en ellos la herida no se ulcera, sino que se cura antes por la sencilla razón de que el relato se construye desde las heridas. ¿Hubiera afectado al relato ganar dos Champions? Probablemente sí, en la medida en que el Atlético se hubiera acercado a quien más intenta alejarse: el Real Madrid. Ese afán por distanciarse de todo lo blanco, asociado a la opulencia y la arrogancia, lleva también a que algunos atléticos defiendan a capa y espada el unicerismo o el juego esforzado y poco brillante, como señales de identidad frente a las goleadas del poder.
Insisto. Admiro la construcción del relato y cómo se alimenta permanentemente. Que Simeone sostenga que el Atlético es el equipo del pueblo a pesar de las inversiones realizadas o de su propio contrato, es un ejercicio de consciente responsabilidad (y de leve cinismo). Para el Cholo es tan importante que no se caiga el equipo como que no se caiga el relato, muy útil para motivar o para esconderse detrás. Y si el argumento de Simeone se ha rebatido poco más allá de las redes sociales es porque en la conciencia colectiva se ha instalado que el Atlético es el rebelde Robin Hood, igual que se instaló antes que era El Pupas.
Cada vez que digo que al Real Madrid le falta relato encuentro un coro de madridistas que me responde, con cierta soberbia, que el relato son los títulos. Y sospecho que de igual forma piensan el presidente y sus asesores. Desde mi punto de vista es un error, y probablemente grave. El Real Madrid debería haber entrado hace mucho tiempo en esa disputa emocional que nace de los sentimientos y que se canaliza desde el marketing, aunque no desde la sección encargada de la venta de camisetas. Las mismas razones tiene el Real Madrid para proclamarse el equipo del pueblo, en tanto en cuanto es quien cuenta con más seguidores en el mundo. Eso sí, para argumentarlo habría que recordar que el club no nació en el año de 2000 y, por tanto, no nació rico; que también perdió y que, puestos a perder, perdió como nadie, cinco títulos en un mismo año (también gana en eso). Habría que recordar también que entre Di Stéfano y los Galácticos caben 50 años de historia que tienden a desvanecerse, como si en la construcción del sentimiento madridista no hubieran participado figuras clave como Amancio, Pirri, Del Bosque, Santillana o Camacho. El Madrid no siempre fue el más rico del pueblo y ahora que vuelve a no serlo sería un buen momento para hacer memoria.
Igual que el Atlético tuvo que liberarse de la sombra de Jesús Gil y de la etiqueta del Pupas, el Real Madrid debería arrancarse el prejuicio que lo señala como un club arrogante, presuntuoso y ciclotímico, una trituradora de entrenadores. Sería más fácil si Zidane continuase, aunque parece improbable, o si Ramos arreglara el conflicto con el club que antes tuvieron Casillas o Cristiano. En algún momento habrá que asumir que la imagen importa y que es mejorable. Algún día habrá que arrancarse algo de solemnidad, cuidar a los héroes y no dispararlos desde arriba.
El relato es muy sencillo, ser del Atleti es saber que se puede ganar o perder, en el trayecto de la vida todos solemos perder más de lo que ganamos y como el fútbol puede ser perfectamente un relato de la vida, se disfruta más del viaje que del destino cuyo final no sabemos que nos deparará, la vida es un regalo y ser del Atleti también.
Como cambiar esa imagen de arrogancia, si es la que transmiten los aficionados de todo el mundo, especialmente en redes sociales. Parece que desde el aficionado mas pobre en el rincón mas recóndito del mundo se sintiera Florentino cuando hablan del club. Pocos son los aficionados como tú juanma, que parecen recordar más el Madrid «perdedor» o «derrotado» de hace unas décadas (en Europa), que el Madrid opulento y ganador de hoy, será porque tu has visto más fútbol que ellos, y sabes perder. Lo mismo me pasa con algunos aficionados del Barça hoy, que solo han visto a Messi y creen que el club siempre fue así. Una cosa que me disgusta de este nuevo aficionado blanco es la tendencia a menospreciar las victorias rivales, como si los únicos que tuvieran derecho a celebrar fueran ellos y lo de los demás fueran migajas. Por eso nos alegramos tanto cuando no ganan nada, porque eso le duele casi tanto como las victorias ajenas.
pues seguid perdiendo ya que disfrutáis tanto ese viaje. Cuanta hipocresía
El Madrid mas que relato lo que necesita es rebajar la soberbia. Por mucho relato que quieras poner es la afición la que marca el camino y esa afición tiene memorizado el libreto de tito Floren.
Pero vienen nuevos tiempos, donde el Madrid no va a poder pagar mas que muchos otros clubs de Europa, veremos si gana sin poder ficar los jugadores ya hechos.
Ali Baba también tenía el sésamo lleno pero no era digno ni honrado, no lo pueden entender.