En cierta ocasión, era yo un lechuguino, no tuve mejor ocurrencia que escalar por el mástil de un chiringuito para tomar como trofeo la bandera de Mallorca. Las circunstancias no vienen al caso, pero son imaginables. Digamos que me sentía henchido de Mediterráneo y de hormonas. Los problemas llegaron cuando intenté cortar la cuerda con un cuchillo de postre. Pasado un buen rato me encontraba en el mismo punto. Hasta que no tuve más remedio que batirme en retirada por rotunda indicación del vigilante de la susodicha instalación playera. Aquella noche perdí una bandera, unos náuticos y tres cuartos de dignidad. En noche similar, aunque más fresca, el Real Madrid acaba de perder dos puntos.
No se puede romper una soga con un cuchillo de postre. Y es todavía menos recomendable asaltar a un oso, pardo u hormiguero. En situación parecida se encuentra el Real Madrid cada vez que ataca sin Benzema. Ya hemos señalado en infinidad de ocasiones que el francés no es un natural born killer, pero tiene talento para hacer goles y provocarlos. Sin él sobre el campo no hay nadie capaz. Mariano ha experimentado una asombrosa regresión que le ha transformado de tipo acelerado a muchacho sin aceleración. Y no hay segunda línea al rescate. Que Casemiro sea el siguiente recurso ofensivo delata el abismo que se abre en la plantilla del Madrid.
A partir de ese panorama tan poco alentador se explica lo ocurrido. El Madrid controló en la primera mitad, con algunas buenas noticias (Isco aseado, Lucas brillante, Kroos como siempre) y una pésima: la ausencia crónica de gol. Al equipo le cuesta un mundo marcar. Pudo hacerlo Mariano, puso ser Asensio y pudo lograrlo Isco. Pero no lo consiguió nadie. Le Normand los devoró a todos.
La Real tomó nota y salió del descanso mordiendo. Zidane no entendió nada y colocó a Casemiro como tercer central. El recurso es interesante para partidos con ventaja, pero no procedía en este caso.
Portu adelantó a la Real (Oh, Mendy) y el Madrid quedó sometido a su propia impotencia. Está feo señalar, pero Zidane no tuvo inconveniente: cambió a la delantera al completo y dio entrada a Hugo Duro, Vinicius y Rodrygo. Tres chavales sin cocinar. Tres becarios.
La insistencia, que no asedio, permitió a Vinicius marcar el empate en uno de los peores partidos que se le recuerdan, y ya se le recuerdan bastantes. Suponer que el Real Madrid podía actuar como perseguidor feroz era un sueño. Pero apetecía soñarlo.
Estimado Juanma.
Saludos cordiales. Quiero que sepas que desde que comencé a leerte, ya hace varios años incluso estando en As, me sigo enamorando de mi oficio.
Soy periodista deportivo venezolano radicado en Argentina, cronista, analista y redactor de fútbol.
Actualmente escribo para MUNDIARIO y sigo al Real Madrid.
Te mando un abrazo.