El Real Madrid ganó la pasada Liga, pero perdió un tiempo precioso. El triunfo, de todo punto admirable, estuvo favorecido por las circunstancias o tal vez fue el Madrid quien puso las circunstancias a su favor, no quisiera detenerme en este punto. El caso es que después de la interrupción del campeonato por el confinamiento, el equipo se vio capaz de hacer un sprint de once partidos, tal vez esté ahí el límite de su concentración. Aquella fue una recta a toda máquina en la que no falló ninguno de los jugadores esenciales: Courtois, Ramos, Modric, Benzema.
Pero la victoria tuvo un efecto perverso. Primero se ignoró la impotencia ante el City, de la que se debería haber tomado nota, y luego se aplazó la reconstrucción pendiente desde que se fue Cristiano Ronaldo. Hablo, en primer lugar, de una reconstrucción ofensiva, de encontrar los goles perdidos, al menos algunos de ellos.
Admito que el pasado verano fue extraño y el Madrid optó por no gastar dinero en un acto de responsabilidad irreprochable. Pero me temo que tampoco asumió el problema. Como ya está contado por aquí, de los jugadores fichados desde que se marchó Cristiano (inversión de 513 millones), sólo Courtois y Mendy son titulares. No se me ocurren futbolistas más alejados del gol. Ese es el problema y desde esa base se explican los achaques y también la eliminación contra el Alcoyano.
El artículo al que hago referencia fue escrito el 4 de diciembre, después de una derrota contra el Shakhtar que comprometía la clasificación en Champions y antes de una visita al Pizjuán. La reacción fue similar al sprint post-confinamiento: nueve partidos sin perder, siete victorias y dos empates. Otra vez en el límite de la concentración. Juzgar al equipo por esos momentos de florecimiento es tan injusto como valorarlo por su batacazo contra el Alcoyano, porque este Madrid es todo, lo bueno y lo malo. Y lo viene siendo desde hace dos años y medio. No hay razones para esperar otra cosa.
Si de algo ha servido la Copa ha sido para confirmar el abatimiento moral de los suplentes y la incapacidad del entrenador para recuperarlos. Odriozola, Militao, Marcelo, Isco y Mariano lastiman en cada partido su credibilidad. Vinicius está pidiendo una cesión a gritos y otros como Odegaard ya han dejado de gritar. Demasiado lastre como para mantener el vuelo a lo largo de una temporada entera.
Se puede perder contra el Alcoyano y la prueba es que el Atlético ha tenido un accidente muy parecido. El problema es la acumulación de malos síntomas. Lo grave es engañarse, renunciar a la perspectiva, negar la amputación que significó Ronaldo.
Llegados a este punto, el título más próximo es la Champions. Da vértigo asomarse a esa idea, aunque nadie en Europa anda demasiado fino. Lo más probable es terminar la temporada sin gloria, lo que no sería tan malo si, al menos, alguien tuviese un plan.
Lo peor que puede hacer un traficante es consumir su propio producto, y por analogía, lo peor que puede hacer un directivo deportivo es consumir forofismo, futbolero en este caso.
Y en el Real Madrid lo han consumido a kilos desde la pasada temporada. Porque con una mirada más objetiva se vería que, al menos la mitad de los partidos del post-confinamiento que le dieron la liga al Madrid, fueron como la pelota de Matchpoint.
Pudieron haber acabado la liga pasada con 10 o 12 puntos menos, y la lectura habría sido otra bien diferente. Pero se prefirió pensar que cuando se gana, las circunstancias no tienen nada que ver, todo es mérito propio, resiliencia, carácter (en este contexto, deberíamos decir pelotas, guts)
Y así estamos, de resacón en Alcoy.
Voy a por agua e Ibuprofeno, que no me acuerdo ni de quién soy. No vuelvo a probarlo en mi vida.