El éxito de la serie Cobra Kai (Netflix) causa estupor incluso entre sus admiradores. ¿Cómo nos puede gustar tanto si es aparentemente tan mala? El sentimiento de culpa es recurrente entre muchos de los que han consumido vorazmente las primeras tres temporadas. Casi nadie percibe en la serie valores asociados a lo que entendemos por cine o televisión de calidad. El tema es ligero, la trama es ligera y la tensión es mínima. Hasta diría que los personajes son tan arquetípicos como sus interpretaciones. ¿Por qué ha tenido entonces tan buena acogida?
Para entender el éxito de Cobra Kai (la cuarta temporada se empezará a rodar este mes) tal vez debamos comenzar por poner en duda todo lo anterior. La calidad es un concepto demasiado abstracto para tenerlo como referencia, una condición cambiante y, en ciertos casos, un nirvana que se alcanza con los años. Además, el ingreso en la cultura popular —la inmortalidad en el universo del entretenimiento— no necesita del salvoconducto de la calidad, o no sólo. Pondré un ejemplo. Rocky ganó el Oscar a la mejor película de 1976, un premio al que también optaba Taxi Driver, una obra cumbre en la historia del cine moderno. Es evidente que la calidad no resultó decisiva en el criterio de elección. Fue más importante la emoción y también, por supuesto, el impacto social y comercial, también el cinematográfico. Rocky anticipó los años ochenta y su exaltación de imágenes a través de la música (o viceversa) fue germen del videoclip y de tantas películas de la siguiente década: Flashdance (1983), Footlose (1984), Dirty dancing (1987)… Sin olvidar, naturalmente, a Karate Kid (1984), sobre las que nos explayaremos generosamente.
No será esta la primera alusión a los años ochenta. La nostalgia de los 80 es clave para entender el éxito de series como Stranger Things, inspirada sin disimulo en Súper 8 (2011) y por supuesto en todas las películas que emparentan de una u otra manera con Los Goonies (1985). Los niños de esas películas representan a una generación que ahora tiene entre 45 y 55 años y que marca tendencia entre lo podríamos denominar como el consumo viejuno. Y no quisiera ser estricto en el segmento de edad: tengo amigos recién estrenados en la cuarentena que comparten la fascinación por los años 80 aunque los recorrieron en triciclo.
Resulta obvio que Cobra Kai, como secuela de Karate Kid, también se beneficia de este ataque de melancolía, provocado por una crisis existencial que se ha abierto paso entre quienes habitan entre los 40 y los 60. En este sentido, nadie ha explotado mejor la añoranza que Cobra Kai. A diferencia de Stranger Things, aquí no se pone el foco en cómo fuimos (o quisimos ser) sino en cómo somos 35 años después. El método Kominsky plantea el mismo juego con Michael Douglas (76 años) y Alan Arkin (86) y el resultado es brillante, aunque su experiencia vital en la nueva ancianidad nos queda algo lejos (no tanto).
En el fondo, Cobra Kai incide en una obsesión muy ochentera y noventera, el reencuentro de personajes que han gestionado su ingreso en la edad adulta de diferente manera; generalmente mal. El tema está presente en Reencuentro (1983), Los amigos de Peter (1992) o Beautiful girls (1996) y no es ajeno a la generación que ahora suspira por su adolescencia.
El primer mérito de Cobra Kai no es retomar a los protagonistas de Karate Kid, sino hacerlo sin tomarse demasiado en serio. No pasemos por alto que tanto Ralph Macchio como William Zabka, protagonistas de Karate Kid, son dos actores que no han podido escapar jamás de sus personajes en la película. Pese a todo, nunca han renegado de ellos. Macchio llamó a su hijo Daniel (en homenaje a Daniel LaRusso) y Zabka se puso a estudiar artes marciales.
No tan ligera
Pero no vayamos tan deprisa. Nada se entiende sin detenerse en el fenómeno Karate Kid. En apariencia, la película es insustancial: peleas de instituto con kárate de fondo. Sin embargo, las apariencias engañan. Digamos en primer lugar que fue dirigida por John G. Avildsen, el director de Rocky, película por la que ganó el Oscar de 1976 en competencia con Scorsese.
Avildsen no quiso hacer un Rocky para niños, pero la influencia es evidente, en tanto en cuanto el protagonista es sometido a un ejercicio de superación que culmina en una batalla final. Que Daniel LaRusso (Macchio) sea de origen italiano es casi una casualidad. El papel fue ofrecido a Charly Sheen, C. Thomas Howell y Sean Penn, que lo rechazaron (gracias a Dios). Kyle, el hijo de Clint Eastwood, no convenció en el casting. Fue la selección de Macchio la que llevó a cambiar su apellido en el guión (Webber) por uno que encajara mejor con su aspecto latino.
La elección de actores cimentó el éxito de la película. Macchio tenía 22 años pero aparentaba 17 (ahora tiene 59 y aparenta 50) y reunía todo lo que pedía el personaje: era de aspecto frágil, de carácter sensible y no tan guapo como para resultar repelente. Pat Morita venció la resistencia del productor, que lo veía marcado por su carrera de actor cómico, y consiguió evolucionar su papel de secundario a coprotagonista. Morita, que había nacido en California, fingió su acento japonés y no fingió mucho más. Al igual que Miyagi, él también había conocido los campos de internamiento donde el gobierno de Estados Unidos recluyó a los ciudadanos de origen japonés durante la Segunda Guerra Mundial. Pat Morita fue nominado al Oscar al mejor actor secundario, ganado por Haing S. Nor (Los gritos del silencio).
Que Karate Kid tuviera como protagonistas a dos inmigrantes es una cuestión relevante en términos de integración racial. Que los derrotados sean un grupo de anglosajones rubios entrenados por un veterano del Vietnam tampoco es un asunto menor. Aunque quizá lo más importante es lo que tiene la película de alegato contra el acoso escolar, si bien las palabras “bullying”, “bully” o “bullies” no se mencionan ni una sola vez en el guion original.
Rocky no es la única influencia presente en la película. El personaje de Miyagi está vinculado directamente con el Yoda de La Guerra de las Galaxias, tanto por su sabiduría zen como por su forma de desordenar las palabras. Si citamos algunas de sus frases cuesta identificar la autoría: “El mejor profesor el fracaso es” (Yoda). “Primero aprende caminar, luego volar” (Miyagi).
Karate Kid fue el vídeo más alquilado en 1985 y sobre ese recuerdo se construyó Cobra Kai como producción para YouTube. El espíritu permanece con un sutil cambio: Macchio/LaRusso se reencarna en Miyagi y Zabka/Lawrence se convierte en el protagonista cool. Desde esta base se establece un juego de nostalgias que respeta el fino activismo de la película original: Miguel Díaz (Xolo Maridueña), un hispano, es el protagonista de la subtrama juvenil.
Cobra Kai no sólo funciona como canto a la melancolía; también es una reivindicación de la madurez y más allá. De hecho, los personajes más atractivos van camino de los cuarenta o ya han doblado la esquina de los cincuenta. Zabka es un galán de 55 años y su no beso con Elisabeth Shue (57) es uno de los grandes momentos de la serie. Courtney Henggeler (39) eclipsa en muchos planos a su marido, el señor LaRusso. La madre de Miguel (Vanessa Rubio, 37) es otro personaje que pide pista, igual que lo hubieran merecido Tamlyn Tomita (54) en su papel de Kumiko o la fascinante Diora Baird (37) como ex de Lawrence.
Al lado de todos ellos, el reparto juvenil parece infantil. Junto a ellos, la audiencia nostálgica ya no se identifica con el pasado, sino con su presente. Ahí radica el encanto de Cobra Kai, en su equilibrada combinación de nostalgia y humor, en los mensajes dichos («no es lo mismo ser un malote que un gilipollas») y en los que no hace falta decir. Sólo hay una cosa mejor que vivir en los 80: sobrevivirlos.
Creo que la parte mas importante para mi esta en el parrafo final. No me importa demasiado la evolucion d elos chicos d ela serie, sobre todo la parte romnatica. A los 15 o a los 17 aun tendran muchas oportunidades de gustarse o enamorarse de otras personas varias veces, hasta que den con la definitiva (si llega el caso)
La parte que me interesa de la serie es la evolucion de Daniel y Johnny, porquenos movemos en edades parecidas, aunque yo soy mas joven. Pero vaya, vi Karate Kid (la primera, solamente) varias veces y ellos son los personajes que quiero retomar.
En cualquier caso voy despacio con la tercera temporada; no quiero agotarla de un tiron. Aunque acabara siendo como las palomitas. vas despacio al principio para que te duren toda la pelicula, y poco a poco vas ganando velocidad hasta que la pelicula dura 45 minutos que las palomitas.