Creo que la frase que más me frustra del mundo del ciclismo es la que defiende una actitud en carrera para proteger un puesto en la clasificación general diferente al primero, sobre todo cuando es algo tan insustancial como un octavo puesto, por ejemplo. Este es mi punto de vista como espectador. Ver una etapa es a veces un ejercicio de tres horas y no queremos que pasen los kilómetros sin que nada suceda, del mismo modo que no perderíamos una tarde en leer una novela que solo dijese “bla, bla, bla” durante 250 páginas.
Como profesionales, todos buscamos la satisfacción de hacer bien o muy bien aquello por lo que nos pagan y entiendo que los ciclistas sienten lo mismo. Asumo, por tanto, que un sexto puesto en el Tour, el Giro o la Vuelta les parece el premio al trabajo desarrollado durante tres semanas.
No vayan a creer que esto solo ocurre en el ciclismo. En el mundo empresarial sucede lo mismo y hay directivos que buscan su objetivo (maximizando su bono) por encima del beneficio a largo plazo de la empresa para presentar unos números que hagan subir su cotización personal.
¿Hay un punto de encuentro entre el aficionado y el profesional para que podamos valorar de igual forma un resultado? Es difícil. Es fácil imaginar que los ciclistas obtienen beneficios personales por acabar en el top-5 o el top-10 de una gran carrera. Por tanto, se abstienen de atacar a la heroica a 80 kilómetros de meta en un todo o nada. Esto provoca que en las últimas semanas predominen las estrategias conservadoras, aunque esta temporada ha habido de todo. Por fortuna para el espectáculo, el Giro se los disputaron actores inesperados que tenían ante sí la oportunidad de su vida. El Tour llegó sin resolverse hasta la crono final, aunque lo cierto es que solo Pogacar puso en aprietos durante la carrera a su compatriota Roglic; los demás fueron tímidos o no tuvieron las suficientes fuerzas. En la Vuelta hemos visto algo similar: Carapaz contra Roglic, con un Carthy inconformista y con un Enric Mas incapaz de distanciar a sus rivales.
Además de conservar en la clasificación general puestos menores (dicho con respeto), otra aspiración común es la clasificación por equipos. Este reconocimiento es algo que raramente celebran los aficionados, pero que de nuevo valida el trabajo bien hecho de los profesionales y que en el Tour otorga invitación directa para la siguiente edición de la carrera.
Hoy en día, el único punto de encuentro entre las ambiciones de unos y otros, corredores y aficionados, es el primer puesto. Ganando, todos felices. A partir de ahí, sin victoria, al aficionado le queda valorar si la novela ha merecido la pena, aunque no tenga un final feliz. Sería bueno que los equipos fueran capaces de valorar el esfuerzo de sus ciclistas en algo más que su puesto en la clasificación general, que tuviesen en cuenta los comentarios de la prensa o la reacción de los aficionados ante una actuación valiente, o las horas de televisión en cabeza, o los intentos de hazaña. En ese caso, los ciclistas entenderían que un esfuerzo bello, aunque quizá inútil, convalida como un trabajo bien hecho.
Personalmente, y referido a la actuación de los españoles en las tres grandes, me ha entretenido más el Giro de Pello Bilbao que el Tour de Mikel Landa. Bilbao acabó en peor posición, pero estuvo cerca del rosa e intentó ataques hasta que se quedó sin más. Landa, seguramente porque no pudo, apenas consiguió unos metros de ventaja en un ascenso, para luego ser atrapado. También tengo la sensación de que Landa habría ganado el Giro, y más con la ayuda de Bilbao, de haber escogido esa carrera como objetivo. Por su parte, Enric Mas ha ido cerca de los líderes, pero educadamente, sin molestar. Solo en el Angliru obtuvo algo de ventaja, pero fue claramente superado por Carthy, que no ha ganado la Vuelta pero se llevó uno de los premios gordos. Aficionados y ciclistas aquí sí estaremos de acuerdo: fue a por todo, hizo entretenida su novela y su final fue lo suficientemente feliz para él y para nosotros.
Antes o después habremos de ponernos de acuerdo en la valoración de una carrera. Los aficionados somos tercos y la mayoría preferimos honra sin barcos y pasar una buena tarde ante la tele. Los equipos tendrán que aceptar el cliente siempre tiene razón.
Se ha comentado mucho el hecho de que Roglic no habría ganado si no es por las bonificaciones que le proporcionaron las 4 etapas ganadas (se dice menos que, si las eliminamos, también habría que hacer lo propio con la bonificación de Carapaz),pero la cuestión es que las ganó y que esas bonificaciones son un estímulo en este sentido.
En las dinámicas de los equipos, en los contratos con los sponsors, en los cálculos de réditos publicitarios por minutos en pantalla, en el dinero percibido por un top 10,en todo este maremágnum de variables no podemos influir.
Pero ¿podría ser que extender el mecanismo bonificador, quizá al modo de la puntuación de la Fórmula 1,para los 8 primeros por ejemplo, generase nuevos alicientes y otra forma de correr?
Personalmente, no me gustan las bonificaciones y puesto todo en la balanza las eliminaria. Por un lado, no me gusta que entre ciclistas se regalen etapas (tiramos los dos, tu ganas la etapa, yo me pongo lider) y las bonificaciones arreglan eso en parte, aunque si vas a asacar 40 segundos a tus riavles, que sean 44 tampoco importa, y es mejor sacrificar esos 4 por los 15 que te va a dar el tio que colabora. Pero por otro lado, si s ehace una clasificacion general por tiempo, debe ser por el tiempo invertido de salida a meta, y no ajustado.
Dicho esto, las bonificaciones estan en las reglas y si eres mas lento al sprint que tu rival, tienes ue sacarle tiempo de otra manera, o meterte de vez en cuando en una escapada y llevarte algun segundo en el sprint intermedio, o no permitir minutadas de ventaja a fugas multitudinarias que se van a llevar la bonificacion en la meta. Vamos, que las reglas estan ahi antes de empezar y no cabe lamentarse despues.