Aunque a los chavales de hoy en día les suene extraño, más personas humanas de lo deseable se sentaban, o más bien se tumbaban, cada tarde de sábado de los noventa a ver la película (serie C mínimo) de Antena 3. No era como con Netflix o Youtube ahora, donde uno ve lo que quiere y cuando quiere. No. Veían la que echasen, porque en el fondo todas eran la misma película o parecida. Tal vez lo hacían porque ayudaban a echar la siesta o porque requerían poco esfuerzo mental. Descubrir al malo de la película era trivial. Bastaba, por ejemplo, con ver esa escena en que la protagonista conoce a su nuevo vecino, guapo o por lo menos encantador, para saber que en el fondo era un gañán perturbado y que la iba a torturar de casi todas las maneras posibles. Eso sí, el final siempre era feliz, que tampoco era cuestión de traumatizar más todavía a los televidentes.
En los traspasos del Atleti identificar al malo de la película también es sencillo. Siempre es el jugador. El caso Thomas es uno más. No ha roto un plato mientras ha sido rojiblanco pero en el fondo estaba deseando traicionarnos. Las pruebas son claras: se marcha previo pago de la cláusula, pasadas las once de la noche del último día de mercado, y con los terminales mediáticos de la directiva recordándonos que rechazó una oferta de renovación en la que se le triplicaba el sueldo. Veredicto: culpable.
El problema es que esta película ya la hemos visto demasiadas veces antes. A lo mejor quedan ingenuos que crean que la directiva del Atleti no sabía que el Arsenal iba a pagar la cláusula de Thomas. O a lo peor uno es muy mal pensado. O que repasa lo que ha pasado y ve muchas cosas que no cuadran, o que cuadran demasiado bien, según se mire. Analicemos hechos y atenuantes.
Torreira, jugador del Arsenal, ¡qué sorpresa!, llevaba desde el viernes en Madrid, había pasado reconocimiento médico y estaba a la espera de que el Atleti sacase primero a un jugador (Herrera), luego parecía que se necesitaban dos (Herrera y otro) y al final daba la impresión de que había que soltar a media plantilla para incorporarlo como cedido. Tan cutres como de costumbre. Torreira a punto de hacerse un Rodrigo si no llega a salir Thomas.
La directiva manifiesta, también en los medios, sentirse “molesta” por el proceder del Arsenal, con el agravante de nocturnidad y alevosía. Molesta. En la escala de Ritcher (entre 2 y 6,9) de clausulazos, éste alcanza como mucho 2,1. Nada que ver con lo que pasó cuando el Barcelona depositó 4.000 millones de pesetas el último día del período de fichajes de 1997, el famoso Rivaldazo, con Lendoiro jurando en hebreo y, según Gaspar, diciendo que no quería volver a hablar con él en la vida. La directiva del Atleti no está, como cabría esperar, indignada con el Arsenal, con el que acaba de cerrar el acuerdo por Torreira. Si lo estuviese, mandaría a Torreira a Londres en el mismo vuelo que Thomas. El problema es que la directiva del Atleti, si tiene honor, lo guarda en el mismo sitio que la cartera.
La cartera, ese es el factor clave. El Atleti no tiene un euro. Eso lo sabe hasta el Espanyol, que esperó todo el verano para ver si el Atleti reunía los 15 millones necesarios para fichar a Marc Roca. Las ventas de media cantera o de Caio, las salidas de Arias o de Morata, no dieron para semejante dispendio. Uno se imagina a la directiva del Atleti encantada de tener 50 millones con los que tapar alguno de los muchos agujeros que tienen sus cuentas. Además, qué mejor que te los ingresen el último día de mercado cuando la capacidad de fichar se reduce muchísimo y encima pagando la cláusula, lo que resulta de lo más conveniente. Por un lado, te permite fichar a alguien si se puede, cosa que con un traspaso no podrían. Y por otro, resulta fácil vender que Thomas es el culpable y que si los pobres directivos no fichan a nadie es porque ha sido imposible encontrar un recambio de cierto nivel. Son todo ventajas esto de que te paguen la cláusula en el último minuto.
Porque ya saben, el malo es Thomas. Poco importa que el chaval llevase demasiado tiempo siendo uno de los cinco jugadores peor pagados de la plantilla cuando era uno de los cinco mejores. Por lo visto Thomas tenía que estar encantado de entrar todos los días en un vestuario en el que cualquiera ganaba más que él y casi todos rendían menos. Y, claro, debería haber aceptado la oferta de renovación porque triplicaba su sueldo. Vamos a obviar, para no fastidiar el guion de la película, que aún con esa subida seguiría sin ser uno de los mejor pagados del equipo. ¿A alguien le extraña que rechazase esa oferta durante meses y que ahora acepte otra más acorde a su nivel?
Sólo por poner las cosas en perspectiva. Algunos de los jugadores de los que se habla como posibles sustitutos de Thomas, léase Campaña o Mikel Merino, tienen cláusulas superiores a la de Thomas. ¿No debería el club haber arreglado esta situación hace meses? No, claro, la culpa es de Thomas. Que los jugadores tengan cláusulas prohibitivas a veces no resulta muy conveniente para vender ciertos relatos. Mucho mejor poner cláusulas asequibles y que “los jugadores jueguen donde quieran”.
En las películas de Antena 3 los malos de verdad eran los guionistas y productores que nos repetían una historia que ya habíamos visto mil veces. En el Atleti pasa lo mismo. Los malos son los que nos venden la misma película cada temporada. Si algo debería tener claro la afición a estas alturas es que los directivos del Atleti saben más de cine y de vender películas que de fútbol.
Estoy de acuerdo en lo cinematográficos que son los dirigentes Atléticos, pero Thomas lleva un año sin querer renovar y se ha pirado el último día de mercado, tampoco es ningún Angelito. Que a los prescritos esto les viene que ni al pelo, de eso no cabe ninguna duda y menos en la crisis que nos acucia, pero no te equivoques que los amigos del Arsenal la tenían muy bien guardada como si a ellos hubiera que tratarlos de alguna manera especial, solo porque los equipos ingleses tienen un dinero que hace que ahora mismo puedan venir aquí de rebajas.