Como quiera que la mayoría de los deportes, entre ellos el ciclismo, han querido salvar la mayor parte del calendario tras las cancelaciones y retrasos impuestos por la crisis del Covid, nos hemos encontrado con una acumulación de carreras que hacen inevitable que se solapen el Giro con la Vuelta o la carrera italiana con una Clásica tan tradicional y prestigiosa como el Tour de Flandes.
Seamos sinceros: el Giro no había empezado especialmente bien, con caídas de López y Thomas, el positivo (por el virus) de Yates y la posterior retirada de dos equipos al completo por la misma razón. Pudiera haber sido la ocasión de Landa, pero optó por disputar el Tour sin el resultado deseado. La carrera había empezado sin mucho que destacar sobre el asfalto, salvo que uno sea portugués o ecuatoriano. Buenas noticias para el deporte que naciones menos habituadas a acaparar titulares se vayan uniendo a la elite. Tras un Tour de Francia y/o Eslovenia emocionante en el que nos acostumbramos a nombres como Alaphilippe, Pogacar, Roglic, Landa, Bernal, Dumoulin o Van Aert nos encontramos un Giro con protagonistas totalmente diferentes, como quien pasa de la Eurocopa de fútbol a la Copa América. Y, personalmente, me ha costado ubicarme en la carrera e ir identificando favoritos y rivalidades, especialmente porque cuando les encontrabas quedaban fuera de carrera. De una forma u otra hemos llegado a la fase final, primero con la contrarreloj del sábado y después con un serio test de montaña el domingo.
Pero el domingo también se disputaba el Tour de Flandes y lo hacia con muchos de aquellos nombres que destacaron en el Tour y en el Mundial de ciclismo. En Inglaterra, ambas carreras fueron cubiertas por Eurosport a la vez, como si se tratase de un carrusel de partidos de fútbol. Cada vez que una prueba marcaba un punto de paso importante, las cámaras se dirigían hacia el lugar que demandaba la atención. Quizá esta no sea una mala solución para el ciclismo, acortar la temporada sin retirar carreras, compartir retransmisiones, de manera que una etapa llana del Tour pudiese coincidir con la Clásica de San Sebastian o la de Londres. Eso quizá atraiga a más espectadores, o les siente ante la tele más tiempo, eviten las siestas y de paso también se despierte el interés de los patrocinadores. Una temporada más corta podría alargar la carrera profesional de los ciclistas y hacer, por pedir que no quede, que los únicos positivos fueran por virus.
Pero no nos desviemos. La competición entre los muros de pavais belgas y las montañas italianas la ganó Holanda. El Tour de Flandes fue lo que se espera de una carrera de un día aunque pocas veces suceda. De pronto nos encontramos a los tres mejores corredores en la disputa del triunfo a falta de unos 40 kilómetros para el final y colaborando bien. Una rareza. Alaphilippe, campeón del mundo, Mathieu van der Poel nacido en Bélgica, campeón de Holanda y con genes de campeón, y el belga Wout van Aert, numero uno del ranking y capaz de ganar en cualquier superficie. La carrera se nos quedó un poco coja, aunque igual de emocionante, por culpa un poco de todos y de nadie en concreto: Alaphilippe chocó contra una moto y se fracturó la mano, dejando la carrera en un mano a mano —con perdón del francés— entre holandés y belga, un derbi ciclista entre dos competidores de altísimo nivel que no esconden su mutua rivalidad. Para el belga sería la victoria más importante y para el holandés una de esas sonadas victorias a domicilio. Ambos magníficos en el pavais, las rampas de las Clásicas y al sprint, parecía difícil elegir un ganador… finalmente fue van der Poel por unos centímetros. Un gran final para una preciosa carrera.
Finalizada la acción en Flandes, el Giro llegaba a su momento álgido del día, como si gentilmente hubiera aguantado su turno. Abortada la escapada al inicio de la última cima por los grandes favoritos, donde poco a poco fueron quedando descolgados Fuglsang, Bilbao, Pozzovivo o Nibali, y posteriormente el líder, el portugués Almeida, ante el trabajo del Sunweb, el equipo de Kelderman, y en concreto de Hindley, el holandés, que no tiene triunfos de etapa ni podiums en ninguna de las grandes, ha encontrado su gran oportunidad. No ha podido arrebatarle la maglia rosa a Almeida, por escasos segundos, pero tiene en su mano la ocasión única de ganar una carrera que se le escapó a compatriotas como Erik Breukink o Steven Kruijswijk y que solo Tom Dumoulin consiguió ganar para el ciclismo tulipán. Con permiso del portugués Almeida, un gran domingo para el ciclismo holandés.
Parte del ritual ciclista, para mí, es ver paisajes, reconocer esta o aquella rampa, este o aquel pueblo flamenco, o valón. Y algo de esto se pierde con esas retransmisiones simultáneas, pero es verdad que solucionan problemas y quizá deban ser el mal menor para que podamos seguir disfrutando desde casa. El futuro es ineludible, será problemático en varios -muchos- sentidos y esto sería un instrumento útil. Un buen realizador, que sepa disimular como directo lo que sería quizá diferido un minuto o dos haría que no perdiéramos de vista nada sustancial.
En este caso concreto, como la semana anterior con la París -Tours, en cuanto aparecía el Giro en pantalla sentía cierta decepción, la sensación de que lo interesante estaba en otra parte. Al fin y al cabo, también en la radio nos llevan del Bernabéu al San Paolo de vez en cuando. Y no pasa nada.
Problema distinto es que esto aboca a las grandes pruebas a competir por los grandes ciclistas, y a estos a elegir entre pruebas, y a nosotros puede privarnos de algún enfrentamiento de los que hacen afición, por usar un clásico.
Porque cuando se despistó Alaphilippe estábamos a punto de asistir a eso. Nos relamíamos tratando de adivinar cómo maniobrarían en los últimos kilómetros o metros. Dos decatletas de la bici (si existiera tal extravagancia en el ciclismo, van Aert estaría solo un poco por delante de Van der Poel) contra un muy buen sprinter. Y sí, el bueno de Julian se despistó, pero el error es previo y muy habitual: el trío seguía la estela de una moto y los dos primeros se apartaron en el último instante, para aprovechar al máximo la aspiración. Julian iba a lo suyo y no se la esperaba. En el pecado iba la penitencia, pero solo penó el más despistado.
Van aert está para una vuelta, y Kuss apunta maneras. Van siendo muchos gallos en el mismo corral. El jumbo morirá de éxito.
Una de las cosas que se esta detectando entre los aficiondos al deporte es que prefieren, sobre todo los mas jovenes, un resumen de 10 minutos antes que un partido de 90. La gente tiene demasiadas opciones de ocio, menos tiempo para cada una y multiples dispositivos electronicos donde verlas. Muy pocos somos capaces de sentarnos a ver una etapa del Tour de cabo a rabo, y nadie lo hace si se trata de una etapa llana, sin viento y de 275 kilometros.
Por supuesto, un buen realizador seria capaz de hacer cosas asi, cambiar a la carrera y darte un diferido de un par de minutos, que no pasa nada. Los americanos lo llevan haciendo mucho tiempo con el golf, otro deporte que transcurre despacio. De cuando en cuando te ponen seguidos 7 putts larguisimos, o una coleccion de fallos milimetricos, que han ocurrido en los ultimos 2 o 3 minutos. Le da vidilla a la transmision. Ayer, la duplicidad Gir-Vuelta tambien funciono bien. Se trata un poco de compaginar los recorridos, no acabar a la vez… un poco de esfuerzo, tampoco hace falta mucho.
Pelear por los ciclistas seguirá siendo habitual (por cierto, goleada de la Vuelta+clásicas sobre el Giro), pero si les obligamos a correr mas y así cuidarse, podemos alargar sus carreras y evitar que caigan en productos dopantes. Compartir dias divide la participacion, logicamente, pero tambien podemos ver a todos los cilcistas. Entre el fin de semana y el amrtes hemos visto a todos los mejores menos a los que se cayeron del Giro por lesiones o virus, Landa y Pogacar. A veces hay que esperar meses.
Bien mirado, si tienen que colaborar en horarios para no pisarse, quizá les anime a colaborar en más aspectos. Eso abriría muchas posibilidades.
Sí, lo de etapa llana, sin viento y de 275 kilómetros es la ultramaratón del sofá, para una fortaleza mental que no tengo.