Ganó Pogacar y ganó el Tour de Francia. O tal vez hubiera que cambiar el orden de los factores. En el mundo con pandemia, el Tour completó tres semanas de competición sin contagios entre los ciclistas. Desde cualquier punto de vista, el éxito es formidable. Al estricto protocolo montado por la organización se sumó un aliado indispensable, el aire libre, ese primer cortafuegos que algunos ignoran o desprecian, consulten a sus epidemiólogos de guardia pero no se quiten la mascarilla. El caso es que, gracias al esfuerzo de todos, el espectáculo que ofrece el ciclismo ha sido mínimamente afectado, y escribo cruzando los dedos, y no desharé el nudo hasta termine la Vuelta. Es verdad que en París faltaron parisinos (hay quien dice que es lo único que le sobra a la ciudad), pero el entorno es tan maravilloso que no necesita extras.
Si nos centramos en el ámbito deportivo, Pogacar le deberá tanto el Tour como el Tour a Pogacar. La proeza del Niño ha convertido en histórica una edición que fue discreta hasta la crono, condicionada por mil y un factores, aunque sin épica hasta que el aburrimiento saltó por los aires. La organización no hubiera soñado un final mejor, descartado, de momento, el milagro de que un ciclista francés suceda en el palmarés a Hinault (el primer paisano en la general ha sido Guillaume Martin, undécimo).
Como siempre, el paseo por París tuvo poca historia, más allá de la colección de postales y de la sonrisa aliviada de los supervivientes (media sonrisa en el caso de Roglic). Bennett se impuso en el sprint final y rindió homenaje a la verde Irlanda. Lo importante se concentró en las escenas finales, en la pasarela del podio, en la entrega de maillots, en Pogacar. En la entrevista post-etapa, el chico dijo que ya hubiera sido feliz con ser segundo, incluso con terminar, y en la última respuesta admitió que no le gusta mucho cumplir años, mañana le caerán 21. Alguien debería advertirle de que la cosa va a peor.
Sonó la Marsellesa y luego lo hicieron las fanfarrias del podio. Primero subió Bennett y luego fue el turno de Pogacar, primero vestido de sarampión, tímido en la aproximación y en la retirada, ni golpes en el pecho ni gestos victoriosos, si acaso un saludo anticovid a sus padres, gente de la edad de Valverde. Después apareció de blanco y fue lo mismo, quizá una sonrisa intuida y un saludo cuando le aclamaron los miembros de su equipo. Y, por último, el amarillo, ya en el anochecer de París, con un león de peluche que en sus manos parecía un juguete y con la bandera de Eslovenia, dos millones de habitantes, incluidos Oblak y Doncic, también Roglic, que significa cuerno (paradojas del destino).
Pogacar, Roglic y Porte posaron con el Arco del Triunfo de fondo, y en los títulos de crédito sonó el himno esloveno, titulado «Un brindis», y cuya letra que nadie cantó dice así (pónganse en pie): «Viva todo el mundo, que espera el día por llegar, en que por doquier se vea, el odio y el conflicto borrar, a los pueblos liberar, y no con enemigo, ¡sino con buen vecino estar!». Como se puede apreciar, ningún país es perfecto, aunque casi todos sus habitantes lo sean.
Ya que lo deportivo ha quedado claro y los libros de historia tienen páginas nuevas que leeremos y releeremos en los próximos años,voy con algo en lo que discrepo con el señor Trueba.
Quizá no sea menor el asunto del himno buenrollista esloveno.
Para empezar,aceptemos que el traductor habrá hecho honor a su sobrenombre más conocido (traidor)y que por tanto el himno nacional esloveno despliegue una lírica más elegante pero de contenido similar.Eso en sí mismo ya es una anomalía.
Porque pensemos en otros himnos :Los alemanes,por encima de todos;los franceses,a soltar sangre a borbotones;y ya en el colmo,el himno ruso,esa belleza gélida que hace que te entren ganas de morir por la madre Rusia congelado en la estepa,mirada perdida en el horizonte teñido de rojo por un pálido sol crepuscular.En fin…
Unos tipos que cantan al buen rollo,un himno casi hippie,paz y amor.Un lugar al que van a estudiar muchos europeos porque su universidad es …gratis!
El lugar que eligió Merlene ottey,ahí es nada;Todo esto sumado nos habla de gente especial.
Un patriota esloveno no sería alguien deseando derramar su sangre a la menor ocasión,sino un tipo que quiere ser amigo de su vecino.
Reconócelo,Juanma,esta gente es diferente y ese himno podría ser todo un hit,un camino a seguir.