Se dice que para tener una vida completa hay que tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol. Javier Ruiz Taboada (Toledo, 1962) ha hecho mucho más que eso. Es poeta, pintor, diseñador gráfico y, por encima de todo, comunicador. Cuenta que, siendo un niño, aumentaba el gasto familiar comprando pilas para su transistor. Desde hace 30 años trabaja en Onda Cero, donde es copresentador de Radioestadio.
—¿Cuánta gente de la que escucha Radioestadio sabe que usted es poeta, pintor y diseñador gráfico?
—Me imagino que mucha, pero no toda. De hecho, a través del perfil de Twitter, estoy seguro de que me seguiría más gente si supieran que no hablo de fútbol en Twitter ni casi en el programa. No lo digo porque esté buscando seguidores. Me da la impresión de que la mayoría de la gente me relaciona más con el deporte que con el resto. Realmente, desde un punto de vista personal e íntimo, me siento más relacionado con la poesía, la pintura y la literatura que con el deporte en sí. Lo que por supuesto me gusta es la radio. Por eso mi trabajo me apasiona y me encanta. Sea un programa deportivo o un programa de chiste.
—Cualquiera diría que usted se ha escapado del Renacimiento…
—Me lo dicen muchas veces. Yo bromeo muchas veces diciendo que soy un poco polipatético, más que polifacético. Hago muchas cosas y siempre las he hecho de manera autodidacta, porque con el trabajo no he tenido tiempo de ir a escuelas. Con los tutoriales de Youtube, puedo mirar las dudas. Lo cierto es que tengo una vena creativa muy grande. Escribir me gusta desde pequeño, pero a pintar empecé con 30 años y porque me obligaron mis amigos. Ellos me regalaron una caja de pinturas y al año siguiente me regalaron un caballete porque ni siquiera la había abierto. Entonces me puse a pintar. La fotografía me encanta porque me ha gustado siempre. Lo primero que me compré con mi primer sueldo fue una cámara de fotos. Me apasiona todo lo que tiene que ver con la belleza e intento encontrar lo bonito a lo feo.
—¿Le gustaría ser algo que no haya sido?
—Dentro de mi profesión, me gustaría poder hacer más programas como el que estoy haciendo ahora. De manera transitoria, estamos haciendo un Radioestadio muy especial, porque no hay fútbol. Estoy haciendo entrevistas e intentando entretener a la gente. Hacer el papel de animador, pero trasladado al resto de contenidos que le pueden interesar a la gente. Radiofónicamente, siempre he querido hacer un programa tipo magazine. En la parte personal y artística, me hubiera encantado saber tocar un instrumento. Y haber tenido afinación para cantar.
—Pero usted ha cantado. ¿Lo ha hecho sólo en la intimidad?
—No me atrevería a subirme a un escenario en Las Ventas. Cuando celebré mi 40 cumpleaños, organicé en un garito de Madrid un concierto para mis amigos para celebrar el cumpleaños. Desde siempre el mundo de la música me ha hecho mucha ilusión y a lo que hicimos para el cumpleaños lo llamé Me Canto los 40. Con un amigo que toca la guitarra y una amiga que toca el piano, estuve ensayando durante un par de meses diez o doce canciones que quería cantarle a mis amigos. No se esperaban eso. Incluso compuse una letra. A partir de ahí, la dueña del local me preguntó si no me importaba ir a cantar allí todos los lunes a las once de la noche esas mismas canciones. Estuve tres o cuatro meses yendo a cantar y terminé haciendo mi público. He cantado de cara al público, pero con cierta vergüenza.
—¿Nunca intentó hacer un disco con esos temas?
—Intenté con mi amiga Inma Serrano, la cantautora, montar una productora y conseguimos lanzar un disco con el grupo No hay dos sin tres. Evidentemente, yo estaba en la parte de la producción. También aporté mi granito de arena en las grabaciones. Me divertí mucho. Si no se me ocurre meterme en la música es porque no tengo afinación ni capacidad pulmonar para cantar. Como me gusta escribir, y hago poesía que rima, siempre he tenido mucha envidia de haber sabido de música. Me hubiera encantado ponerle música a los poemas. De hecho, alguna vez me han pedido un poema para ponerle música y cuando lo he escuchado he pensado: “Esto es lo que me gustaría hacer a mí”. Me he sentido orgulloso de escuchar un poema en la voz de alguien que canta bien.
—¿Quién es el raro, usted o nosotros en el periodismo?
—Bromeo siempre diciendo que a mí lo que me interesa del fútbol es el estado del césped. Creo que el raro soy yo. No tengo colores. Me falta pasión y equipo. Yo no tengo equipo. Soy más de los pobres.
—Sinceramente, creía que era madridista…
—Soy del Lanzarote, la isla que me gusta y en la que me gustaría desaparecer si un día se pudiera. No soy del Madrid, ni del Atlético ni del Barcelona. Es más, como cosa romántica, entre el Madrid y el Atleti, soy del Atleti; entre el Barcelona y el Espanyol, soy del Espanyol; entre el Sevilla y el Betis, soy del Betis… Cuando hay un partido en la Copa entre un equipo de Primera y otro de Segunda B, quiero que gane el de Segunda B.
—¿Por qué ese interés por los equipos débiles?
—Quizá porque no tenga ningún equipo de referencia. Si fuera del Madrid, querría que ganara, aunque jugara contra la Ponferradina; si fuera del Barça, pues exactamente lo mismo. Deportivamente, soy de la Selección, de Rafa Nadal, de Jon Rahm… Pau Gasol y Rafa Nadal son dos monumentos.
—¿Son los dos mejores deportistas de la historia de España?
—Es posible, porque además combinan una calidad humana que, mezclada con sus cualidades deportivas, les hace únicos y muy diferentes al resto.
“Descubrí que me gustaba la radio mucho más tarde de haber empezado a trabajar en ella”
—Poesía y deporte parecen mundos antagónicos, ¿lo son realmente?
—La poesía se basa mucho en la belleza, en la metáfora. En contar de otra manera lo que la gente dice y cuenta. Los que escribimos poesía intentamos ponerlo bonito. Aunque a veces vaya vestido de tristeza o lleve un impermeable de desamor. El deporte puede tener poesía en la parte de las emociones. Nadal es un ejemplo cuando se echa a llorar al ganar un torneo por el esfuerzo que le ha supuesto. También las caras de ilusión, alegría y tristeza cuando ganan o pierden los equipos. Ahí hay algo bello, como los goles de Messi.
—Si Messi es poesía, ¿podríamos decir que Cristiano es prosa? ¿Y qué sería Casemiro?
—Lo compro. Messi sería en verso, Cristiano en prosa y Casemiro sería la libreta en la que escribirlo.
—De niño, ¿jugaba más con las palabras o con la pelota?
—Con el balón soy un negado. Cuando jugábamos al fútbol en los recreos, si me ponían, porque era muy torpe, era de delantero. Me quedaba al lado del portero y si venía algún balón y lo podía rematar, lo remataba. No se me dio nunca bien ningún deporte. De hecho, el único deporte que he practicado y en el que he conseguido tener un mínimo de habilidad para jugar es el golf.
—¿Es su deporte favorito?
—Para practicarlo, sí. Por muchas razones. Juegas contra ti mismo, contra el campo y contra quien estás jugando. Ese césped, esa tranquilidad, ese sonido de los pájaros es espectacular. Eso es lo más parecido al Nirvana, a la relación absoluta. No atiendes ninguna llamada ni llevas el móvil. Te tienes que olvidar de todo porque si no, no le das bien. No es el que más energía consume, pero sí el que más relaja.
—Dicen que nunca se exalta, ¿tampoco se exaltó cuando ganamos el Mundial?
—Alguna vez me han preguntado por eso mismo. Grabaron un vídeo del estudio mientras estábamos en directo y se ve como todo el mundo salta y grita, y yo me quedo mirando al papel. Podrían ver cualquier imagen de cualquier gol y tengo la misma postura. No es un problema de quién marque. Cuando estamos en el último set de Nadal y va a ganar Roland Garros, o cuando España va a ganar el Mundial, o cuando estamos en el último del partido y Messi coge la pelota, me subo por las paredes como todo el mundo, porque es emoción. Y la tensión la tienes que sacar por algún sitio. Además, también me la contagian mis compañeros. Entonces me levanto y me alegro como cualquiera.
—¿Cuál fue el último gol que gritó a pleno pulmón?
—No fue hace mucho. En el partido del Atlético de Madrid en Liverpool. Fue la última vez que lo hice. Y de las pocas.
—Usted del gol ha escrito que es el “orgasmo deseado”. ¿Con tan poco nos excitamos?
—La gente que realmente está enferma del fútbol, de que su equipo gane, sí siente el gol como un orgasmo. Ahora bien, donde esté un orgasmo de otro tipo que se quite el gol. Y los toros.
—¿Por qué los periodistas, y especialmente los deportivos, han perdido tanto prestigio en los últimos tiempos?
—Hay muchos periodistas muy buenos que tienen criterio. Luego se puede estar de acuerdo o no con sus razonamientos y opiniones. Por otra parte, existe un periodismo deportivo muy de batalla, en el que lo más importante es ser el primero en contarlo, cuál va a ser el fichaje del verano… Y a veces se tiran a la piscina. Yo no me considero periodista deportivo a pesar de trabajar en un programa de deportes. Me considero comunicador más que otra cosa. Por último, está el periodismo de bufanda. Haría tres distinciones: el periodismo deportivo con criterio, que quizá sea el menos común; el periodismo de la primicia, que se equivoca mucho y la gente lo juzga severamente porque queda mal, y el periodismo de bufanda. A mí me parece normal que un periodista tenga su propio equipo, pero no me parece normal que se le note mucho que es de ese equipo, salvo que, abiertamente, que me parecería lo más honesto, diga cuáles son sus colores. Así, el día que critique a su equipo el espectador no va a poder decir que es del equipo rival; dirán que es un periodista serio. Lo que me parece mal del periodismo deportivo es la hipocresía y las ganas de dar exclusivas. El prestigio o no del periodismo deportivo no se puede generalizar. Los oyentes no son tontos y cada vez saben distinguir mejor a quién quieren o no escuchar. Con el periodismo deportivo pasa igual que con el económico o el político, con cualquier tipo de periodismo.
—¿Usted era de los que se dormía escuchando a José María García? ¿Tenía dulces sueños?
—Descubrí que me gustaba la radio mucho más tarde de haber empezado a trabajar en ella. Yo empecé a trabajar en la radio casi por casualidad. Me gusta mucho el escenario: tener al público delante. Siempre en el instituto, en el colegio, yo estaba por ahí. Eso es un germen para luego trasladar ese espectáculo que llevas dentro a la radio. La radio también tiene su parte de espectáculo. Cuando me planteé de dónde me venía el gusanillo de la radio, me acordé de cuando escucha a García por la noche, a Encarna, a Luis del Olmo… De pronto, recordé que cuando enfermaba en casa siempre me encantaba ponerme la radio debajo de la almohada. El gasto más grande que hice en mi familia cuando era pequeño fue en pilas para el transistor. Me encantaba García. Además, me flipaba que fuese capaz de estar 30 minutos seguidos hablando.
—García acuñó un buen número de metáforas: abrazafarolas, lametraserillos… ¿Era un poeta?
—Era un hombre que jugaba bien con las palabras en ese sentido y a su favor. Creó un género, el insulto bien sonante. A José María García se le debe, no sé si el periodismo presente, pero sí una generación de periodistas muy importante, su labor en el periodismo de investigación. Hasta entonces sólo se hablaba de goles, jugadas, polémicas… y él fue el precursor de un periodismo deportivo de investigación y más serio.
—¿Tiene algo de poeta Míster Chip y algo de ingeniero Ruiz Taboada?
—Yo de ingeniero no, si acaso de ingenio.
“Míster Chip es el mejor estadístico deportivo que hay en el mundo”
—En cierto modo son ustedes la extraña pareja. Cada uno es el reverso del otro…
—Sí. Además, somos antagónicos. Yo soy la calma y la tranquilidad y Míster Chip es el cortocircuito permanente. Eso es lo bueno, que nos llevamos muy bien y que tenemos una excelente relación personal. Me parece un tipo brillante y muy inteligente. Creo que es el mejor estadístico deportivo que hay en el mundo. Es un currante de la estadística. Tiene un cerebro privilegiado. También un buen ordenador que le permite tenerlo todo ordenado. Lo importante no es sólo tener el dato, sino interpretarlo y saber jugar con él. En eso, es un maestro.
—¿Cuál es el colaborador más poético de Radioestadio?
—Miguel Venegas. Se nota mucho la sensibilidad de las personas cuando se limitan a hablar de una cosa. También cuando lo compaginan con escribir. Escribir requiere aislarse y ese aislamiento se traslada en ocasiones al trabajo. Venegas y yo somos los dos más tranquilos del programa.
—Usted trabajó con Luis del Olmo, ¿era de carne y hueso?
—Y muy alto. Fue el que abrió la radio a la pluralidad de opiniones. Se le considera como el inventor de la tertulia. De la tertulia en la que había cuatro pensamientos diferentes, no uno único en torno al presentador. Él lo que hacía era repartir juego y lo hacía muy bien. Sabía mezclar perfectamente esa radio de tertulia política con el entretenimiento y el humor. Para mí, era un comunicador muy completo.
—¿Es Carlos Alsina la esperanza blanca del periodismo español?
—Es un genio. Radiofónicamente, es chapeau. Porque ha tenido que reciclarse. Venía de hacer un informativo casi puro y duro como era La Brújula y ahora hace Mas de Uno, cuya duración es la mañana completa. Está haciendo un trabajo extraordinario. Ha vuelto a sacar la radio a la calle, está reciclándose interiormente para rodearse de humoristas que trasladen su sentido del humor a la audiencia… Como entrevistador, es el número uno. No lo digo porque trabaje en Onda Cero. En este momento, es la esperanza de la radio de todos los colores.
—¿Se cree el EGM?
—Cuando me suben sí; cuando me bajan, no. Del EGM tengo la siguiente opinión: si es la única forma de medición que tenemos, te la crees o no te la crees. Pero es la única forma. Lo único que no me parece bien es que en pleno siglo XXI no haya una manera real para saber quién nos escucha. En el EGM intervienen muchos factores: depende de dónde pregunten, en qué lugar, qué emisoras hay… Hay una serie de variables. Quizá no distan mucho de la realidad los datos que ofrecen, pero todo está mucho más ajustado de lo que nos pensamos. Al fin y al cabo, el EGM es muy importante para las agencias de publicidad, porque ellas son las que nos van a nutrir de clientes para que la radio se pueda mantener. El EGM es su punto de referencia. Siendo algo tan importante lo que se juega cada medio, no me explico cómo aún no se ha arbitrado alguna fórmula más real, sobre todo con toda la tecnología de que disponemos.
—Los periódicos de papel desaparecen, ¿corre peligro la radio?
—Creo que no. Lamentablemente, estamos pasando unos momentos horribles. Tenemos que agradecer infinitamente el trabajo de los trabajadores de la sanidad, porque no sabemos los dramas, las emociones y la impotencia que están viviendo. La gente que está enferma sabe que tiene todo nuestro apoyo y nuestro cariño. No sólo los sanitarios, también tenemos que reconocer el mérito de la gente que está en los supermercados, de los transportistas, de los que recogen la basura, los que están trabajando… Todos los que están trabajando, haciendo posible que el resto podamos estar confinados y seguros en casa se merecen nuestro agradecimiento… La radio, en estos momentos, también está ganando una batalla. Salió hace unos días un estudio que decía que la radio había recuperado, si es que alguna vez la perdió, la credibilidad que siempre tuvo. Y yo creo que la ampliado. Porque se están haciendo las cosas muy bien; porque la radio se puede tener encendida en cualquier lugar de la casa. La televisión también tiene su mérito. Es una lástima la prensa escrita. Lo que le faltaba es ni siquiera poder vender sus ejemplares. La radio es actualmente mucho más que la compañera que siempre fue de los oyentes.
—También fue presentador de televisión, ¿dejó usted la tele o le dejó ella a usted?
—Trabajo en la radio y no en televisión por algún motivo. Imagino que será entre otras cosas el físico. Si la voz del locutor te enamora, no te pases por la emisora. Esa frase la repito mucho. Tuve en televisión dos o tres experiencias en las que me lo pasé muy bien y me divertí. No me arrepiento. Haría televisión si pudiera hacerlo como hago la radio, es decir, moviéndome por donde quisiera, pudiéndome levantar… La televisión requiere tanto tecnicismo que a mí me encorseta. Siempre acepté todos los proyectos que me ofrecieron de televisión. Hacer televisión era como un regalo extra.
—Usted tiene voz de actor, ¿nunca pensó serlo?
—Me hubiera gustado. Antes de empezar a trabajar en la radio, dudé en hacer arte dramático. Yo vivía en Toledo y me quedaba todo muy lejos. Nunca había salido de Toledo nada más que para venir a ver las luces de Navidad a Madrid. Al final, empecé a trabajar en la radio y a los dos años me vine a Madrid. Para ser actor hay que valer. Quizá me podría haber dedicado al doblaje, que me lo han preguntado algunas veces. Siempre me había dedicado a la grabación de publicidad, pero el doblaje requiere un trabajo de muchas horas y no me daba tiempo. No estudié nunca la técnica y en eso no me dio por ser autodidacta. Sí he hecho algún pequeño doblaje de algunas cosas, pero al final aprendí que Dios no me llevó por el camino de la interpretación.
—Usted es profesor en cursos de radio y de periodismo, ¿cómo puede haber chavales que queramos seguir siendo periodistas, si dicen que no hay salidas, ni futuro?
—Si a mí algo me ha dado bueno el periodismo, es estar en contacto permanente con la realidad. Y aprender constantemente cosas. También conocer a muchas personas. A mí me ha enriquecido personalmente. Considero ser periodista un regalo porque me ha colocado en el centro de la realidad y de la información. Es cierto que el exceso de información puede llevar a la melancolía, a la tristeza, a la desesperación o al miedo. Pero el periodismo es vida; es contar la vida, sobre todo en la radio. Eso tiene un atractivo muy grande y entiendo que haya mucha gente que quiera ser periodista. Dentro de los que quieren estudiar Periodismo, los hay que quieren estudiar el deportivo, porque es muy goloso y porque les gusta el deporte de toda la vida. El resumen es que el que se hace periodista es porque quiere contar cosas. Es muy difícil encontrar trabajo en el periodismo porque los periódicos de papel van camino de la desaparición, aunque aparezcan digitales, y las plantillas de las radios están completas… El goteo de gente que se incorpora a puestos de trabajo es muy pequeño. Se ha ampliado la oferta con especialidades como la de community manager, que también la ejercen muchos periodistas. También han aumentado los directores de comunicación en las empresas. En ese sentido, el abanico se ha abierto mucho más que antes. El periodismo tiene ese atractivo de vivir para contarlo.
—¿Qué le recomendaría a un becario como yo, encerrado ahora en casa de sus padres?
—Que te cuides mucho, lo primero, y que cuides mucho a tus padres. Profesionalmente, la única manera de aprender es haciendo cosas; la única manera de ser buen periodista es ejerciendo, aunque sea en el puesto de becario o en el que sea. Los que ahora estamos en una posición de privilegio dentro de los medios, empezamos de becarios. Yo estuve el primer año de mi carrera sin cobrar. El segundo año cobré un sueldo muy pequeño. Lo que tengo ahora me lo he ganado después de 30 años de profesión. Yo empecé como cualquiera. Hay que tener un poco de suerte. Pero si no haces nada, si uno se queda esperando a que le venga la inspiración, la inspiración puede venir para escribir poesía, pero no para encontrar un trabajo. Lo que te recomiendo es que trabajes y que cuando termines de trabajar, sigas trabajando. Y que te formes, porque el saber no ocupa lugar. Cuanto más se sabe de todo, más te enriquece como persona. Creo que el periodista debe ser alguien formado profesional y emocionalmente.
—¿Cómo está viviendo la cuarenta, estas “cornadas de reflexión”?
—La verdad es que con mucho trabajo porque cambiamos el Radioestadio del fin de semana y durante la semana tengo que preparar muchas cosas. Alsina me pidió que le hiciera el cierre de Más de uno todos los días con un comentario positivo, animoso, humorístico… Depende del día. Estoy solo en casa. Tengo a mis hijos en una casa próxima; les dije que se quedaran con su madre y que no salieran. Soy yo el que voy a comprar cuando hace falta. Y estoy con el corazón encogido permanentemente por ver lo que está pasando, la gente que estamos perdiendo… Sigo pensando que esto no puede ser real.
—¿Quién se ha cabreado, Dios o la naturaleza?
—No lo sabremos hasta que no se investigue. De todo esto surgirán muchísimas investigaciones. No sabemos nada realmente. Afrontar una crisis de este nivel no debe ser sencillo. De hecho, lo estamos comprobando. Soy poco religioso y con esto no quiero ofender a nadie, pero si existiera Dios no permitiría estas cosas. En cuanto a la naturaleza, vivimos en un planeta en el que todo es vida y hay mucha vida buena. Pero también mala. Este virus forma parte de ese lado malo de la vida. Creo que la culpa de lo que le pasa al planeta no la tienen ni Dios ni el planeta, la tenemos nosotros. De nosotros depende solventar el problema.
—Si la tristeza inspira más felicidad, van a salir de aquí grandes obras…
—Personalmente, llevo sin escribir un tiempo, salvo para la radio. Tengo parada una novela que estoy arrancando y un libro de poemas que quiero comenzar. Porque no consigo aislar mi cabeza de todo lo que está pasando. Se pasa muy mal y es complicado sentarse delante de un micrófono para decirle a la gente que todo va a ir bien, cuando sabes que hay un drama horroroso alrededor. Emocionalmente, es muy difícil salir al aire y animar a la gente. Esas emociones nos las tenemos que guardar para nosotros. Hay días que rompo a llorar.
“Si no aprendemos nada de esta crisis, es preferible que nos extingamos”
—¿Saldremos mejores de todo esto?
—Si no aprendemos nada de esto, es preferible que nos extingamos. Lo que sí es verdad es que la solidaridad, las ganas de abrazar, las ganas de tocarse con la gente… sí que las vamos a recuperar. A pesar de que se habían perdido últimamente. No sé por cuánto tiempo. Tampoco sé cuánto va a durar. Es una oportunidad para reiniciar el planeta. Debemos aprender muchísimas cosas y conseguir que no nos vuelva a suceder. Si nos vuelve a pasar, habrá que saberlo afrontar desde el minuto uno. Pero no te puedo asegurar que vayamos a aprender. Muchas cosas sí, pero no sé si las suficientes para no cometer los mismos errores. Lo de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra es más viejo que la tos.
—¿El desamor atrae a las musas?
—Mucho. Es verdad que se escribe con más emoción desde la tristeza. Yo siempre en mis poemarios he intentado reciclarme interiormente e intentar escribir sobre algo bonito. Mi último libro, del que yo no he venido a hablar, se llama Hasta donde nos lleven los abrazos, y curiosamente tanto el título como el contenido podría haberlos escrito dentro de tres meses y no hace un año, cuando lo hice. Porque tiene un contenido muy actual. Tiene una parte que se llama Cara, que es el amor elevado a la máxima potencia con todas sus emociones y sus sentimientos. Y otra parte que se llama Cruz, que es el desamor elevado a la ínfima potencia. Por último, está Canto, donde aprovecho para hacer una cierta denuncia social o hablar sobre otros temas que no tengan directamente que ver con el enamoramiento o la relación amorosa de dos personas. Desde la tristeza o el desamor, uno siente la necesidad de explicar con palabras lo que le está pasando. Tampoco niego que se pueda escribir o comunicar bien en la poesía contando cosas bonitas.
—En el amor que duele más, ¿dejar o que le dejen a uno?
—Evidentemente, lo que da más rabia es que te dejen. No creo que sea un plato de gusto dejar a alguien. Si solamente es un problema de desamor, cuando dos parejas se separan sin que intervenga entre medias ningún factor externo o interno, al que le dejan sufre, pero el que deja no se va a la Feria de Abril; se queda también con un sentimiento de tristeza, de culpa… Aunque del desamor y del amor no tiene la culpa nadie.
—Si tuviera que elegir entre amor y humor, ¿qué elegiría?
-Prefiero que sean amantes. No son incompatibles. Cuando alguien hace algo con humor, de una manera lo que quiere es contagiarle a alguien alegría. El humor es un gesto de amor; el amor también, porque ambas personas se sienten felices.
—Decía Fernán Gómez que se hizo actor para ligar. ¿Los poetas tienen motivaciones parecidas?
—Es que yo no he ligado en mi vida, entonces no sé decirte. Lo que sí puede que haya es una cierta conquista. La poesía ayuda a eso, pero no porque sea el fin de un poeta. No creo que la gente escriba poesía ni libros para ligar. Hay muchas personas, creo que casi todas, a las que nos gusta que nos digan cosas bonitas. Nunca he escrito para ligar ni conquistar, escribo porque me gusta; porque lo necesito y si consigo poner con palabras lo que el lector piensa pues ese es el éxito de la poesía.
—En alguna entrevista he leído que no vive como un poeta. ¿Significa eso que ni bebe ni fuma?
—No me refiero a eso. Desgraciadamente, bebo y fumo. Digo desgraciadamente porque ya tengo una edad para darme cuenta de que soy idiota en ese sentido. Tampoco bebo mucho ni fumo mucho. Mi casa no está llena de humo ni de botellas. Dije en la radio que el vaso no debe estar medio lleno o medio vacío, se trata de tener vaso. Si un día llueve, uno puede sacarlo a la ventana y llenarlo. Lo es importante es tener el recipiente.
—¿En qué futbolista le gustaría a usted reencarnarse?
—En Joaquín. Me gusta mucho la guasa que tiene y también le he visto emocionarse… No le conozco personalmente, pero me parece un buen compañero, un tío familiar… Eso es lo que proyecta. Y encima tiene esa guasa que es de agradecer, porque uno siempre agradece que le hagan reír. Además, ha jugado en la Selección, ha hecho todo. Ha tenido éxito tanto dentro como fuera del campo.
—¿Qué tiene Valdano que no tenga usted?
—Cultura. Mucha. Un verbo muy cálido también. Es un tío muy inteligente y culto y se expresa muy bien.
—Dijo Santiago Segurola que Twitter es un bar de borrachos. ¿Usted está de acuerdo?
—No. Creo que Twitter es el reflejo de una sociedad en la que hay borrachos, abstemios, idiotas, gente normal, inteligente, que escribe muy bien, personas maravillosas… Hay de todo, porque en la sociedad también hay de todo. De Twitter puedo decir que tengo un perfil en el que trato con gente con la que no he tenido ningún problema. Siempre me han tratado con mucho respeto y yo he procurado hacer lo mismo.
—Eso es raro en Twitter…
—Generalmente, el que se mete contigo es porque no te conoce, no te ha leído todo lo que has escrito, no sabe tu trayectoria y, fundamentalmente, porque no te sigue. Y como somos muy de hacer juicios de valor de cualquier cosa que oímos sin investigar un poco más, directamente te etiquetan. Yo siempre digo que no me etiqueten porque no estoy en venta. Digo lo que pienso y punto. Yo soy contradictorio en mi propio pensamiento. Twitter no está mal. Es una herramienta magnífica de comunicación, pero hay que tener el suficiente cerebro. Lo que no me gusta es el anonimato de ciertos perfiles, porque la gente sabe quién soy yo y me pone cara, pero yo no sé quiénes son ellos. Los que van de humoristas en Twitter me parece perfecto, pero el que va a hacer una crítica escondido en un perfil falso me parece muy cobarde. Siempre que sea gente que no conocemos.
—¿Dónde cree que hay más impostores en el periodismo o en ARCO?
—Lo del arte es muy relativo. Es una cosa muy complicada. Triunfar en el mundo del arte no sé de qué depende. Se te tiene que ocurrir algo. Puede ser algo totalmente ridículo, pero a alguien se le ha ocurrido por algo. Y no a todo el mundo se le ocurre. Ahí radica el mérito de muchas obras. Luego pueden ser bonitas o feas, todo eso es relativo.
—¿Quién ha escrito mejor de fútbol?
—No he leído mucha literatura de fútbol, pero tampoco hay muchísima. Me gusta mucho cómo escribe Enrique Ortego. Me parece un buen escritor. Valdano también tiene libros maravillosos.