Probablemente la colección estaría hoy ubicada en algún otro lugar, o en varios, si el Museo del Prado se hubiese convertido en el Gabinete de Ciencias Naturales originalmente ideado por Carlos III, o si tras tener el edificio casi terminado y convertido en Cuartel de la Caballería durante la Guerra de la Independencia, Fernando VII y especialmente Bárbara de Braganza no hubiesen decidido rescatar el edificio casi en ruinas y convertirlo en pinacoteca.
El Museo del Prado abrió sus puertas el 19 de noviembre de 1819 y desde entonces se ha convertido posiblemente (para gustos hay colores, e imagínense la cantidad de colores que hay en un museo) en la mejor colección en Europa de pintura desde el siglo XVI al XIX, contando con más de 8.000 cuadros en la actualidad.
Es tan necesario como gratificante dedicarle tiempo al Museo. Cada vez que vuelvo a Madrid para una visita corta intento pasar por el Prado. Si no cuento con mucho tiempo al menos entro a saludar a los Goya (el pintor más representado) y especialmente a Velázquez —de nuevo, cuestión de gustos—. Hay cuadros que te obligan a pararte, a observarlos, a descubrir detalles. Lo que me llama la atención de Las Meninas es la valentía o caradura de Velázquez al incluirse en lo que no deja de ser un retrato de la familia real (el titulo oficial del cuadro es La Familia de Felipe IV). Sólo soy un aficionado más y creo que cada espectador tiene que tener la oportunidad de descubrir sus aspectos favoritos o los que menos le gusten a su manera.
Aristóteles dijo que el arte imitaba a la vida. Oscar Wilde afirmaba que la vida imitaba al arte mucho antes, y estas fotos son vida (deportes) imitando obras maestras del Museo del Prado. Son, simplemente, un juego, un pequeño homenaje, un añadido al serial que pudieron seguir desde noviembre en A la Contra.

La obra de Tiziano es posiblemente la imagen más reconocible de Carlos V, o como le llamábamos en el colegio, “Carlos Primero de España y Quinto de Alemania”, aunque luego supimos que Alemania como tal no se unificó hasta mucho mas tarde, unos tres siglos después, y el emperador debiera ser Carlos V del sacro imperio romano germánico, casi nada. Con él, aprendimos en los libros de historia, creció el imperio español.
El retrato ecuestre siempre ha tenido un aura de poder, una pose elegante y la intención clara de presentar un personaje dominante. Trasladándonos al deporte, pocas figuras tan míticas e imperiales existirán como el belga Eddy Merckx, campeón de todo lo ganable, acaparador de maillots y etapas que aun hoy mantiene el récord de triunfos parciales en el Tour, emperador igual de dominante que Carlos V en el mundo ciclista, igual de elegante y poderoso en su bicicleta. Quizá los haya con, matemáticas en la mano, ciclistas que tengan mejor palmarés, pero Merckx es para la mayoría el mejor ciclista de la historia.

Doménikos Theotokópoulos, El Greco, es un autor que normalmente nos apropiamos en España como si fuera nuestro por desarrollar en la Península una parte de su carrera. Pese a que se suponía que el retratado era Cervantes y se especula que el retratado es el Marqués de Montemayor, la identidad del caballero de la mano en el pecho está aun sin confirmar.
El Greco nos presenta un caballero comprometido, de ahí su acción de juramento con la mano en el pecho, delgado pero bien vestido, de buena posición social, como también atestigua la presencia de la espada, pero austero, dejando de lado la opulencia como pide la religión en aquella época. Se trata de un retrato en apariencia austero pero que comunica perfectamente el mensaje que el artista quiere hacer llegar al espectador.
Klopp también hace llegar su mensaje a quien mira, golpeando su pecho repetidamente y junto al escudo del Liverpool, para que no quede duda de su compromiso con el club y sus aficionados. Cualquier celebración de un gol que vean por televisión tendrá un antecedente, si lo buscan, varios siglos antes.


Si el cuadro de Rubens representa a las hijas de Zeus, los tres delanteros brasileños serían los hijos de las mejores musas futbolísticas. A primera vista parece que las imágenes no tienen mucho en común, pero vean como en ambas ocasiones los protagonistas se relacionan entre sí por la mirada y sobre todo el contacto a través de los brazos. Aquel equipo de Brasil, cuentan los que lo vieron, pues yo aún no había nacido, era suficiente excusa para sentarse a ver un partido de fútbol, del mismo modo que —dicen— el tema del cuadro era la excusa perfecta para que Rubens pudiese pintar a las tres modelos, pues el pintor no tenía especial interés en la fábula ni su tema. De ser esto cierto, se trataba de un ejercicio tan lúdico para el autor como para el espectador ver los partidos de aquel Brasil.

Hay muchos retratos del mito de Ticio, algunos sobrecogedores y especialmente detallados. Podrían formar parte de las colecciones más negras de Goya. Ticio, en la mitología griega, era un tipo de fuertes impulsos lujuriosos y fue castigado por un intento de violación. Originalmente fue fulminado por un rayo por Zeus o por las flechas de Artemisa y Apolo, según las versiones, pero siendo inmortal necesitaba otro castigo: Que un par de buitres o de serpientes, de nuevo según los textos a los que nos refiramos, le comiera el hígado eternamente.
Maradona será inmortal entre numerosos aficionados al futbol, y aquí si puedo hacer uso de mi memoria. Prácticamente como Ticio, el argentino coleccionó problemas tuvo durante su carrera fuera de la cancha y fue fulminado por la FIFA o los juzgados. No hacía falta que “al Diego” le comiese nada un buitre; en tiempos donde el fútbol era un deporte viril (o mal entendidamente viril), en el que las entradas duras estaban a la orden del día, Maradona recibió suficiente castigo. La entrada de la foto es inolvidable.

¿De Goya o de Asensio Juliá? Me perdonarán, pero toda mi vida he creído que la obra era de Goya y la aparición de diversos estudios sobre la autoría del cuadro no cambian mi percepción de la obra, que permite imaginar la escena que queramos. Además de la presencia que se intuye, más que se ve, de las iniciales AJ, los estudios que desacreditan la autoría de Goya se basan en una técnica diferente, incluso peor, en las pinceladas a través del cuadro. La interpretación de la temática de la obra también queda en entredicho, con la idea generalizada de que el cuadro tiende a ser una representación abstracta de la Guerra de la Independencia.
El gigante, que parece atemorizar a personas y animales en la pradera, podría tener las piernas ocultas simplemente porque camina tras las montañas, o porque sus piernas están atrapadas por algo oculto. Una de las ventajas del cuadro es que nos permite elaborar nuestra propia narración.
Con Alfredo Di Stéfano, y en especial dentro del madridismo, hay muchas menos dudas. Gigante y coloso del club, fue el jugador insignia de un Real Madrid que dominaba Europa casi con la misma superioridad que el Coloso de Goya …o de Juliá.

Otro cuadro donde no vemos las piernas de los protagonistas, en este caso enterradas. Así se disputaban los duelos entre villanos, sin reglas, sin padrinos, como sí tenían los caballeros. Las obras de la época negra de Goya merecen su espacio propio y no soy yo el adecuado para presentar un análisis que le haga justicia. Me limitaré a decir que las obras de este periodo llegan al espectador con facilidad; el mensaje es crudo y directo y mas aun cuando se comparan obras como La Pradera de San Isidro en su original con su versión negra. En el caso de esta obra, y aunque no veamos los golpes entre los duelistas, la violencia es palpable.
El boxeo como deporte también ofrece un punto de vista oscuro; al fin y al cabo se trata de golpear al rival. Frazier y Ali ofrecieron a los aficionados tres duelos, a puñetazos, el primero con victoria de Frazier y los siguientes para Ali.
Varios de mis cuadros favoritos o muy conocidos han quedado fuera de este juego. Es imposible encontrar una escena deportiva como replica a Las Meninas, tanto como hubiera sido demasiado sencillo comprar el presumido autorretrato de Albrecht Dürer (o Alberto Durero) con las mejores (o peores, ustedes elijan) poses de los deportistas mas famosos. Tampoco es fácil comparar El Jardín de las Delicias con el mundo del deporte, salvo que quisiéramos usar el Gran premio de Mónaco de Fórmula 1 como ejemplo de la decadencia y el exceso. Todo lo que me queda por hacer es visitar otro de mis cuadros favoritos y hacer una interpretación algo más libre y no tan exacta.

Ellos aun no lo sabían pero la selección holandesa caería derrotada por la española un par de horas después de esta foto. Natural, en cualquier caso, dado que el himno holandés jura fidelidad al Rey de España desde los tiempos en los que el sol no se ponía en el Imperio, y aquellos días no se puso en el Imperio del fútbol español, aunque todo acaba pasando.
La Rendición de Breda también sorprende. El primer recuerdo que tengo, quizá borroso con el tiempo, es el de un cuadro que te atrapa la vista nada más entrar en la sala, y te guía desde las lanzas y los estandartes al resto de la escena, llena de pequeñas historias: por ejemplo, no se representan a vencedor y vencido como humillador y humillado, ni Velázquez nos presenta una escena sangrienta de batalla, sino que muestra respeto entre los contendientes. Así el vencedor (el general Spínola) no permite al derrotado (Justino de Nassau, o Justinus van Nassau) arrodillarse mientras le entrega las llaves de la ciudad.
Un cuadro para recrearse, mirar, observar y buscar detalles, una parada obligada en cualquier visita al Museo. Pasen y vean, pero no se duerman…