Ya antes de todo, este delirio de escribir ha sido siempre mi manera de alejarme del mundo y de pasar las horas, hasta el punto de que, convirtiéndome en “adulta” (aún no tengo treinta, no me considero todavía una adulta de verdad, sorry) he escogido un trabajo en el que me pagan por escribir… 

Imaginaos ahora que no puedo (y no quiero) salir de casa cuánto puedo estar escribiendo.

Estoy encerrada en casa con mis padres desde hace siete días; soy italiana, mi pareja es catalana (y esos 1.319 km, que ya pesan normalmente, no os podéis imaginar cuánto nos puedan pesar ahora que ni sabemos cuándo nos volveremos a ver) y en estos días, más que nunca, estoy escribiendo en cuatro idiomas cada jornada.

Escribo por trabajo, escribo porque quiero saber cómo está mi novio, escribo porque quiero saber cómo está su familia, escribo porque quiero saber cómo están mis amigos, escribo porque tengo que sacar toda esta tristeza y que no salga sólo en forma de lágrimas.

Desde el sábado, día en que me encerré en casa con mis padres, no sé cuánto habré llorado y no sé cuánto habré escrito. Palabras y lágrimas, en este momento, las veo muy parecidas. Lágrimas y palabras de miedo cuando alguien me dice o me escribe que tiene un familiar en el hospital y está grave por culpa de este Coronavirus. Palabras y lágrimas de emoción, cuando veo las imágenes de mis compatriotas que salen a los balcones y empiezan a cantar para combatir todos nuestros miedos y no pensar, por unos minutos al menos.

Lágrimas y palabras de alivio, cuando los amigos y los familiares me contestan que están bien, que están encontrando maneras originales de pasar el tiempo y que no pueden aguantar el momento en que volveremos a abrazarnos. Palabras y lágrimas de orgullo, cuando comparto noticias que puedan dar un poco de esperanza, entre novedades de los hospitales que nos hacen ver una luz al final del túnel.

Ver lo que está pasando también en España me hace vivir en una especie de doble cuarentena, un doble confinamiento del alma porque lo que hemos vivido hace ya unos días en Italia está pasando también allá y saber que no puedo estar cerca de mi otra mitad del corazón… 

En Italia estamos ya acostumbrados a ver en la televisión a nuestro Presidente más que lo que vemos a nuestros familiares; ahora que Pedro Sánchez empieza a estar siempre en la televisión sé que no será muy fácil acostumbrarse. Pero tenemos que confiar en todo lo que están haciendo los Gobiernos y seguir las indicaciones para que estas medidas extremas no sean inútiles. Todo lo que nos queda es nuestro sentido cívico, por favor, saquémoslo ahora y aguantemos lo que sea necesario.

Aquí ya hemos empezado a hacer aperitivos en FaceTime con nuestros amigos, colegas y familiares para charlar y mirarnos a los ojos, aunque sea en la distancia. Claro, no es lo mismo, pero os aseguro que estoy hablando mucho más con las personas importantes para mí que antes. Y si la idea de tomar un Spritz con mis amigas en Milán era imposible por el trabajo, por las cosas que cada una tenía que hacer y por la distancia entre nuestras ciudades… ahora nos organizamos y, aunque sea en pijama, nos conectamos y nos encontramos. Seguro que empezaréis vosotros también con el vermut online y tapas, es sólo cuestión de tiempo.

De vez en cuando me encuentro con unos bajones de humor que no creía posibles, pero lo que me ayuda a salir de esos pozos negros es una imagen muy dulce que puede que os sirva también a vosotros. Mi novio, cuando prohibieron los vuelos entre Italia y España, me escribió: “Cruzaré la frontera en patera, si es necesario, no te creas que me puede parar un virus”. 

Bueno, un virus ahora nos está parando, pero todos queremos volver a abrazar alguien sin tener que utilizar una patera, ¿no? Bueno, entonces… quedaos en casa, por favor. Cada uno tiene sus planes y sus ideas para el futuro. Yo seguiré aquí, en dos confinamientos, mentalmente en dos países, físicamente en el mismo lugar, entre lágrimas y palabras, palabras y lágrimas y cuando todo esto acabe todas estas lagrimas y estas palabras serán recuerdos y partes de nuestras maletas de experiencias. 

Todo irá bien, si no pensamos solamente en nosotros.

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