De entre todas las formas de estupidez humana (amplio catálogo), quizá la más irritante y nociva sea el racismo, entendido como desprecio a lo diferente. Antes que un imbécil, el racista es un ignorante con más prejuicios que ideas y un miedo atroz a lo que no conoce, que es casi todo. Para muestra un botón. O un balón. El domingo, un sector de la afición del Vitoria de Guimaraes arreció en insultos contra Moussa Marega, del Oporto, por el simple hecho de ser negro. En un acto de impecable dignidad, el jugador de Mali optó por marcharse sin dejarse convencer por algunos compañeros, patéticamente insistentes. Más allá de las censuras que hoy inundan los medios, hay que resaltar que Marega fue futbolista del Vitoria y que con esa camiseta marcó 14 goles que hay que suponer que celebraron con algarabía los mismos que ahora le llaman “mono” y “chimpancé”. Y no sobra decir que el Vitoria tiene varios jugadores negros en sus filas con diversidad de negruras (Nigeria, Mali, Ghana, Burkina Faso…).
Marega abandona o relvado no D. Afonso Henriques contra a vontade de colegas e equipa técnica#LigaNOS #VSCFCP
— VSPORTS (@vsports_pt) February 16, 2020
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Para más inri (expresión ochentera), el Vitoria Sport Clube escogió como colores fundacionales el blanco y negro como símbolo de la integración racial. Pero los racistas saben poco del origen de las cosas, quizá por lo limitado de su memoria y alrededores. El único título de cierto lustre conseguido por el Vitoria en sus 98 años de existencia ha sido la Copa de 2013, ganada por 2-1 al Oporto con goles del argelino Soudani y del portugués Ricardo Domingos Barbosa Pereira, dos negros de diferente tono.
La historia es el látigo de los racistas. En la selección de Portugal que se proclamó campeona de Europa en 2016 más de la mitad del equipo titular eran negros o mulatos: Nani, Pepe, William Carvalho, Guerrero, Renato Sánchez y Joao Mario. Seguimos suponiendo que el sector ultra del Vitoria, denominado White Angels, celebró el título a pesar de la múltiple paleta de colores. Y del mismo modo podemos colegir que sus padres y abuelos, conocidos o no, se hicieron aficionados al fútbol por Eusebio, otro negro como el tizón. Pero temo que sea inútil razonar contra la sinrazón.
La cuestión viene de lejos. Portugal estuvo entre las potencias esclavistas hasta 1836 y hay prejuicios que cicatrizan mal. Según publicó la BBC en 2018, los jóvenes portugueses negros de entre 18 y 25 años tienen la mitad de probabilidades de ir a la universidad que los blancos, mientras la tasa de encarcelamientos es 15 veces mayor para los afrodescendientes.
Lo que sucedió en el estadio del Vitoria no es, por tanto, un hecho aislado de la sociedad portuguesa. Como no lo son los episodios racistas que sufrimos en el fútbol español con triste frecuencia. Aunque tal vez sea momento de ampliar el vocabulario. Los conceptos de racismo y xenofobia no terminan de definir el problema. En el fondo es la aporofobia, el rechazo a la pobreza y los pobres, lo que mejor nos aproxima a la cuestión. Con los negros ricos y famosos (Will Smith, LeBron, el llorado Kobe…) desaparece lo que Spencer Tracy calificó como un «problema de pigmentación” en su maravilloso alegato final en Adivina quién viene esta noche (1967). Recuerden que el liberalismo del personaje había sido puesto a prueba cuando su bella hija pelirroja anunció boda con un médico negro (Sidney Poitier). “Habrá cien millones de personas aquí mismo en este país que se sorprenderán, ofenderán y horrorizarán, y vosotros tendréis que soportar eso, tal vez todos los días por el resto de vuestras vidas. Podéis tratar de ignorar a esas personas, o podéis sentir lástima por ellos y por sus prejuicios e intolerancia, por su odio ciego y sus miedos estúpidos, pero cuando sea necesario siempre os tendréis el uno al otro para decir juntos: Al diablo con ellos”.
Pues eso. Al diablo con ellos.
El problema es que ese «tendréis que soportar…» y ese «Al diablo con ellos» incitan a la pasividad,a resistir y no a actuar,a adaptarse a lo que hay y no a transformarlo.Y si no actúas contra ciertas cosas,acaban creciendo de tal manera que la resistencia se torna imposible.Por eso cuando no se lucha contra ciertas cosas,en realidad se es cómplice de ellas.No es posible esa neutralidad cómoda en la que nos limitamos a escandalizarnos y reprochar actitudes racistas,sin más.
Llega un momento en que uno tiene que decidir en qué cree y defenderlo:Ya se sabe que todo lo que va en una frase antes de un «pero» no vale nada,por eso cuando se dice que «Hombre,yo también estoy contra el racismo,PERO salir del campo es…»(ponga cada uno aquí lo que le parezca que completa la adversativa),en el fondo está situando otras cosas por encima de la lucha contra el racismo ,ya sea el espectáculo en sí,la competición de turno,el dinero-Sí,algunos ponen los intereses económicos por encima del resto-
Por eso es de agradecer que alguien se haya largado del campo de una vez,que haya hecho caso omiso a todos esos que siempre sujetan al que quiere retirarse y sueltan chorradas como «Si te vas,ganan ellos» y cualquier otra ,la que sea,que solo contribuyen a que todo siga igual y a costa del aguante de los de siempre.
De hecho,lo triste y seguramente la explicación de porqué pasan estas cosas es que solo se fue él.Ninguno de sus compañeros ni el público.
¿En qué creen todos ellos?