Pasó el tiempo y ya no parece que fue ayer. Chus Landáburu cumple hoy 65 años. El número 10 del Atlético en la década de los noventa, el futbolista que también jugó en Barcelona, Valladolid y Rayo es hoy un hombre jubilado que emplea su tiempo libre ayudando a los demás. Colabora con dos ONGs en Valladolid desde las que se da cuenta que los inmigrantes no son ni mejores ni peores que nosotros. «Sólo es gente muy golpeada por la vida que necesita ayuda», explica hoy Landáburu, que siempre fue un tipo distinto. Un futbolista que iba a misa, que compaginaba el fútbol con la universidad y que jamás planteó un problema. Su recuerdo equivale al de aquel Atlético de Luis que siempre jugaba al contragolpe, a un golpeo de balón extraordinario y a un cerebro que se manejaba a la velocidad de la luz. Un tipo discreto e inteligente cuyo recuerdo, sinceramente, nos hace mejores. Un líder silencioso. Un líder a su manera, en definitiva.
—Era usted el número 10 del Atlético.
—Era un número muy codiciado, sí. Las alineaciones iban entonces del 1 al 11 y el que decidía los números cada partido era el entrenador. Pero en principio uno se conformaba con estar entre los once: te dabas cuenta, sobre todo, el día que te quedabas en el banquillo.
—No hay ahora un 10 de su estilo en el Atlético de hoy.
—No, no lo hay, porque Simeone no utiliza ese tipo de futbolista. Pero también es verdad que el fútbol ha cambiado desde que yo me retiré en 1988. Han pasado 32 años y los futbolistas se han hecho más rápidos, más fuertes…, ya no se les deja tiempo ni a los defensas para pensar… En mi época no era así.
—¿Usted tenía tiempo para pensar?
—Más que los futbolistas de ahora, sí, sinceramente, sí.
—Fue usted un hombre de Luis Aragonés.
—Coincidí cinco temporadas con él. Nos entendíamos muy bien. No puedo olvidarle, no quiero olvidarle. Era un hombre que defendía al futbolista por encima de todo: te dabas cuenta cuando escuchabas a otros entrenadores que, si ganaban, ganaban ellos y si perdían…, perdían los futbolistas. Sin embargo, Luis no era así. Siempre te decía las cosas a la cara, todo.
—Fue usted también un tipo pacífico.
—Ya.
—Tenía que haber sido más mediático.
—Ahora quizás sí. Pero yo viví otra época, yo me retiré sin firmar un solo contrato de publicidad. No existía esa faceta en el futbolista. Es más, un futbolista en los años ochenta era un ciudadano normal: yo recuerdo que iba al cine a La Vaguada y no me molestaba nadie. Nadie me pedía un autógrafo. Pero si salía a comer fuera con la familia tampoco pasaba nada. Podías ir tranquilamente por la calle. Y como era lo que vivías no sabías que pudiese existir otra cosa.
—¿Qué descubrió cuando se retiró?
—Bueno, yo ya me había preparado para la otra vida. Estudié la carrera de Físicas y luego hice un Máster en Dirección y Administración de empresas y me especialicé en cálculo automático. Y todo eso me ayudó a encontrar un trabajo en una consultoría. Pero entonces no descubrí nada. Solo constaté lo que ya imaginaba. El sueldo era más bajo y el horario peor que el del futbolista. Pero tenías que adaptarte. El tiempo había pasado: ya no podía volver a ser futbolista.
—¿Y ahora a los 65 años recién estrenada la edad de jubilación?
—Bueno, ya me he ido entrenando poco a poco. En 2007 dejé de trabajar, dejé Madrid y volví a vivir a Valladolid. Desde entonces, no he vuelto a hacer una actividad remunerada. Colaboro con varias ONGs y soy feliz así. De lo que se trata es de encontrar la felicidad hagas lo que hagas, seas o no seas futbolista. Yo la he encontrado.
—Nos hemos desviado del futbolista que fue.
—Sí, yo era sobre todo un organizador. Me gustaba distribuir el juego. Trataba de hacer mi trabajo con tranquilidad, sin aspavientos. Era lo que hablábamos antes. Cada uno tiene su forma de ser. Yo tuve la mía y la aproveché. Hice lo que me gustaba y la gente reconocía lo que yo hacía.
—Aquel Atlético suyo jugaba al contragolpe, a la velocidad de la luz.
—Era el estilo de Luis. Al menos, en esa época y en ese equipo no había tiempo que perder. Salíamos rápido y aprovechábamos la velocidad arriba de Hugo Sánchez, de Cabrera, de Rubio, de DaSilva… Por eso jugábamos así, porque teníamos esas características y Luis lo vio como lo veía todo en el fútbol. La prueba es que luego en la Selección cambió. Vio que tenía a Xavi, a Iniesta y jugó a controlar el balón, a no perderlo…todo lo contrario que en aquel Atlético del que hablábamos.
—Marina Landáburu, Quique Setién… ¿eran peores que Xavi e Iniesta?
—No lo sé, pero teníamos otro estilo, otras condiciones que eran las que entrenábamos y con las que luego competíamos. Pero eso no quiere decir que fuésemos mejores ni peores. Todas las épocas son distintas. Siempre se dice pero es que es así.
—¿Quién era usted en aquel Atlético?
—Yo sería una cosa así como el Busquets de hoy por la posición en el césped, por la función a realizar. Quizás tenía mas desplazamiento y me acercaba más al área. Pero era un futbolista de ese estilo. No hacía falta que el entrenador te dijese, ‘tienes que pasar el balón’, porque yo siempre tuve esa idea del fútbol. Crecí con ella. Llegué a todos sitios con ella. Me gustaba.
—Jugaba usted en el Atlético con Quique Setién, el actual entrenador del Barcelona.
—Sí, efectivamente, y era un futbolista muy elegante, con mucha visión de juego, que siempre sabía lo que hacer con la pelota. Pero no me pida que recuerde alguna anécdota. No soy bueno para recordar anécdotas y ha pasado tanto tiempo… Sí recuerdo que llegamos juntos a esa final de la Recopa frente al Dinamo de Kiev tras ganar la Copa al Athletic de Bilbao…en fin fueron tantas cosas… Algunas muy bonitas de recordar.
—Venía usted del Barcelona cuando llegó al Atlético.
—El primer año jugué todos los partidos. Pero el segundo me fue peor. No jugué hasta que no volvió Helenio Herrera. Y en el siguiente con Uddo Lattek ya nada. Tenía que buscar una salida y vine al Atlético de Madrid.
—Jugaba usted al fútbol y estudiaba en la universidad.
—Sí, exacto. Demostré que se podían hacer las dos cosas a la vez. Al final, si te organizas bien puedes cumplir todos tus objetivos. Hay que tener en cuenta que yo me casé muy pronto, a los 21 años. A los dos años tuve a mi hija mayor. El secreto entonces fue organizarse bien. Si entrenaba por las mañanas por las tardes casi siempre sacaba tiempo para entrenar.
—Y ahora colabora con ONGs.
—Sí, y te abre los ojos. Te das cuenta al tratar con inmigrantes que, en general, son gente muy golpeada por la vida y que ha peleado mucho por llegar hasta aquí. Se han enfrentado a viajes muy duros y, una vez que llegan aquí, en general tropiezan con la incomprensión de los demás.
—Y eso no es justo…
—Hay gente que viene aquí y no tiene dónde dormir, gente que necesita incluso aprender español, los niños de estas familias son niños como los demás y no tienen culpa de nada… Cuando ves todo eso, cuando lo vives, sientes la necesidad de ayudar a toda esta gente.
—¿Y en qué se parece eso a ganar un partido?
—No, realmente tiene poco que ver. No se puede comparar. Aquí tú no eres el protagonista de nada. Sólo eres uno de los más de 200 voluntarios que trabajan para ayudar a los demás. Y creo que eso es importante, a todos nos gusta recibir ayuda cuando la necesitamos.
No soy futbolera ni partidaria de la feria que se ha generado alrededor del futbol. Sin embargo, he conocido a Chus en el ambito del trabajo en ONGs. Su forma d ser y de estar me ha descubierto el valor del esfuerzo, el compromiso y la capacidad de trabajo en equipo, sin protagonismos, que el fútbol puede desarrollar en una persona. Enhorabuena Chus es un gusto trabajar contigo!!!
Da gusto leer las historias que nos trae Varona