Andan Atlético y Barça bamboleándose en el proceloso mar de su discurso filosófico, anegándose y levantándose entre el vaivén de sus cálidos deseos por recuperar la esencia perdida, aunque no sepan bien cómo, y la zozobra que provocan los fríos golpes de realidad. Oigo en los medios que unos tienen que fichar a Cavani y otros tienen que traer a Rodrigo para hallar remedio a sus males. Ungüentos de árnica con qué paliar males articulares, pero que no dan para curar el mal de amor. Mal vamos cuando hay que volver a los tiempos de las abarcas y los pantalones de pana con remiendos. Los parches difícilmente arreglan un problema, si acaso lo disimulan.
Así como los cimientos de una casa no asientan mejor por mucho que cambies una lámpara de Tiffany por un jarrón de Ming, buscar la repuesta a tus males puliendo detalles ornamentales no ayuda a solucionar problemas de base. Por esa senda se llega antes al abismo que a Roma. Querer dar satisfacción a paladares excelsos con las sobras de otros platos es recurso de mal cocinero o de olla pobre; por eso la solución nunca puede pasar por fichar a descartes de otros equipos o del paso del tiempo. Es un analgésico, alivia pero no cura. Menos aún si se fichan por un dineral y proceden de tu adversario por antonomasia. No solo arriesgas a perder en lo deportivo, también en las chanzas de caña y tapa en el bar del barrio. Entre el pincho de tortilla y la ronda de botellines siempre encontrarán un hueco para recordarte lo falsa que resulta una proclama de amor eterno en labios de un amante despechado.
En el Real Madrid ya se comprobó a su debido tiempo que ese no era el camino, por eso ha cambiado su hoja de ruta. Así lo atestiguan, entre otros, Samuel, Emerson, Essien, Huntelaar, Lass Diarra o el bueno de Faubert que, aunque había soñado con jugar en el Real Madrid, entre sueño y sueño, no llegó a despertar de sus siestas al calorcito del banquillo en su efímero paso por el Bernabéu. Es lo que tiene hacer que un estadio sea más acogedor que la sala de estar de tu casa. Sin pantuflas y batín de boatiné no eres nadie. El problema del Real Madrid es que, sea buena o mala su idea, el tiempo lo dirá, está intentando competir, buscando en energías alternativas hasta ahora ignotas, intentando igualar a las ventajas que proporciona el poder del petróleo.
Lo curioso de todo esto es que colchoneros y culés empiezan a reconocer que, como ya escribió Sandra del Estal en estas mismas páginas al calor de la derrota del Atlético en Eibar, los problemas tienen nombre. Es un buen principio, pero aunque señalan el sustantivo a qué se refieren, evitan proferir el apelativo que lo determina. Es lo que tiene jugar al amagar y no dar. Al final nadie pone el cascabel al gato y, entre unos y otros, la casa se queda sin barrer y los proyectos deportivos perecen sin opción de madurar y adaptarse al inexorable paso del tiempo. Son los inconvenientes de apostar por un método, rodearlo de un discurso, y no someterlo a la revisión continua que exige la crítica. Si las condiciones cambian, el método corre el riesgo de quedar obsoleto. Entonces el discurso se torna vacío, incluso cómico. Es en cierta medida, visto desde la lejanía de un madridista, lo que le está sucediendo al Atlético de Simeone.
Aunque muchos no lo podamos entender, tratándose de un club con un pasado histórico, el Atlético decidió apostar por la austeridad deportiva, la transpiración frente a la inspiración, y lo adornó de un discurso, el Cholismo, y un lema, el partido a partido. Y todo ello apoyado sobre la fragilidad de un piadoso axioma de pobre gestado en base a un presupuesto discreto. No seré yo quien deba determinar si se trató de un acierto o un fracaso, ahí están los resultados; pero lo que me ha enseñado la vida es que soñar con jureles no ayuda a desayunarte con percebes. Si sueñas por debajo de tus posibilidades, tus realidades no van a estar muy por encima.
Con el paso del tiempo ese presupuesto se ha ido alejando de los humildes a la par que ha ido acercándose a los soberbios, pero en ese viaje no han sabido reconstruir ni el método, ni el lema y ahora se encuentran en una encrucijada víctimas de su propio discurso. Aunque en casa del pobre siempre es bienvenido un plato de lentejas, el problema se presenta cuando emulando a los ricos llenas tu despensa de viandas y te obcecas en seguir ofreciendo cocina tradicional a unos comensales cada vez más exigentes. Las legumbres sacian, pero no dejan espacio a los sueños. Y entre idas y venidas de olla y algún que otro puchero en forma de derrota, lo malo no es haber perdido el referente de un método que funcionaba, porque eso solo te condena en el ámbito deportivo, es haber perdido la batalla del discurso en un mundo dónde el poder de convicción lo ostenta quién controla el relato aunque no esté en posesión de la verdad.
El caso del Barça es de otra índole a pesar de tener axioma, discurso y método bien definido; o eso nos quieren hacer creer sus popes. Su debilidad radica en que, como Marx, Groucho Marx, no tienen problemas en cambiar de principios, de axioma, de discurso y de método si la pelota entra. Es un club donde cualquier crítica, ya venga de dentro o desde fuera, siempre es vista más como un ataque buscando su inestabilidad que como una herramienta de mejora continua. Es la mala costumbre de querer tener la razón siempre, en todo momento y ante cualquier circunstancia. Tarde o temprano también llegas a contradecirte y con el paso del tiempo pierdes hasta tu identidad.
Atlético y Barça son ahora mismo dos clubes a la deriva que están aplicando remedos a sus baluartes de otros tiempos para intentar solucionar problemas fundamentales. El Real Madrid, en cambio, anda aún tratando de descifrar si su apuesta por la juventud, su inversión en un plan de pensiones, le proporcionará un futuro jubiloso o no. Sin temor a equivocarme intuyo que los tres están lejos de encontrar respuestas a sus preguntas porque, créanme, si lo que quieren es arreglar sus problemas de base lo que deberían hacer es fichar a Descartes. Así oído, y a tenor de lo que dije al principio del artículo, puede parecer una paradoja, pero así de maravilloso es el universo de la lingüística, la Semántica al rescate de la Fonética. Y, no. No me refiero a la última perla brasileña, a un familiar de Sócrates. La perla es Reinier y ya ha fichado por el Real Madrid.
Los que peinamos canas y comulgamos con el método científico sabemos que para desentrañar los misterios de las verdades eternas solo hay un camino. La duda, la crítica, el método y la búsqueda del axioma primigenio que dé sentido a todo. La duda como vehículo para cuestionar si lo que tenemos funciona. El método para articular la búsqueda de un axioma, alejado de prejuicios previos, como clave de bóveda del conocimiento. El “cogito, ergo sum”, ese ABC futbolístico que hermane discurso y método. La crítica, la revisión partiendo desde el origen, una o cuantas veces sea preciso hasta obtener resultados. Lejos de eso solo queda abandonarse en brazos de lo esotérico o buscar respuestas en la figura que deja el charco de sangre de un gallo con el gaznate rebanado. Eso o volver a naufragar eternamente en el océano de los mismos errores.
Juanfran, Gabi, Filipe, Godin, Gabi, Lucas, Rodri, Griezmann…. Cuando se marchen Ramos, Marcelo, Modric Kross, Benzema… y pierdas tres pilares con futbol por delante me lo cuentas.
Gracias por su comentario.
El Real Madrid, cuando se marchen los que comenta, al igual que Barça, cuando marchen Messi, Piqué, Jordi Alba y Busquets, se encontrarán con un problema similar si no son capaces de corregir a tiempo. Crítica, reflexión y método. Sin eso, el caos.
En todo caso, dejar marchar todo ese grupo de jugadores, parte fundamental del estilo del Cholo, sin sustituirlos por otros que aporten algo parecido o cambiar a un modelo que se amolde mejor a lo nuevo, es un error de club y cuerpo técnico. Error que están pagando esta temporada.
Si el futuro pasa por Lodi, Lemar, Joao Félix, Morata, Saúl o Koke, tienes que adaptar el juego a lo que es bueno para ellos. Pretender que te den lo mismo que daban los de antes, en mi opinión, es un error.
Desde el entorno atlético se había asumido esta temporada como una temporada de transición, pero en lugar de aprovechar para ver cual es su nuevo camino, un par de malos resultados al principio ha llevado a Simeone a cambiar de idea y pedirle a los nuevos lo que la daban los de antes en un intentode volver al plan antiguo. Error, porque al final va a resultar en una temporada perdida en lugar de una temporada de investigación y desarrollo.
Y ojo, que Madrid y Barça no están mucho mejor, como digo. Unos porque están enredados en sus diatribas filosóficas del modelo y el ADN, y los otros porque en esa carrera por encontrar el nuevo Ronaldinho o el nuevo Messi en Brasil, están llenado el club de jugadores repetidos para un único puesto.
En todo caso, de los tres, al que mejor veo parado es al Real Madrid. Si echas un ojo al equipo actual y al elenco de jóvenes que tiene repartidos fogeándose en equipos de primer nivel, se intuye que su transición puede ser menos traumática o al menos, no tan cara como sería si tuviera que acudir fuera a comprar a precio de mercado.
Saludos.
«Es en cierta medida, visto desde la lejanía de un madridista, lo que le está sucediendo al Atlético de Simeone.»
No hay mas preguntas señoría.
Saludos
Buenos días:
Gracias por su comentario.
Precisamente mi artículo de opinión va de eso: la crítica debe nacer desde uno mismo.
Ojo, no hablo solo del Atleti, hablo de los tres opositores a ganar la Liga y la falta de autocrítica en cada uno de ellos, por diferentes motivos.
Saludos.