Me declaro culpable de dudar. No tengo claro que el gol marcado por De Jong esté mal anulado. Podría sostener que fue un vergonzoso error arbitral y me sumaría a la corriente mayoritaria, excluyamos a los que nunca cambian de opinión. Esos, tan inamovibles como los relojes parados, aciertan la hora un par de veces al día. No dudé (y no dudo) al calificar de insuficiente la sanción a Fede Valverde (motivo por el que me han caído varios relojes de pared encima), pero en este caso me cuesta pronunciarme, y forzado a ello me inclino por la anulación. Gudelj corrige su posición para chocar con Militao; le obstruye y la obstrucción es falta. Si tomamos como referencia el baloncesto, este bloqueo sería sancionable porque el bloqueador mueve los pies. Es verdad que el pasito es pequeño, pero lo da, y lo hace con la intención de chocar con Militao, quien, por cierto, llegaba clamorosamente tarde.
Ahora toca hablar del gol del Sevilla, y con cierta urgencia. Vivimos un tiempo de tanta crispación en que centrarse en una sola acción o comportamiento se considera tendencioso. Llevado al extremo diríamos que si alguien critica a Hitler será acusado de inmediato de callar sobre los crímenes de Stalin. Pero volvamos a la cuestión. En este caso también me pueden las dudas, aunque obligado a decidir daría de nuevo la razón al árbitro, al que aseguro que no me unen lazos familiares. Es evidente que el balón toca en los brazos de Munir, y ya sabemos que la nueva normativa indica que todas las manos de los atacantes se deben sancionar. Sin embargo, las normas son tan genéricas (deben serlo para que el reglamento no sea el Espasa) que debería quedar a criterio del árbitro establecer las fronteras en las jugadas limítrofes. El contacto de Munir con la pelota es absolutamente accidental y no deberíamos penalizar a los futbolistas por tener brazos, y menos todavía cuando se caen al suelo y se hacen más incontrolables las extremidades. De Jong, además, no saca ventaja en su remate de la supuesta infracción; no estamos hablando aquí de un balón que roza en el brazo del rematador y le otorga una mínima ventaja (pienso en Messi en la Supercopa). Esto es diferente. Aunque admito que mi juicio es interpretativo y quien enarbole el reglamento como si fuera la biblia no dejará de tener razón. En último término cada cual puede elegir: hacer prevalecer la ley o hacer prevalecer el fútbol.
Como ya habrán podido observar, el partido no existe. La polémica lo ha devorado y solo queda sitio para los goles de Casemiro, que se describen como lo que fueron, dos fogonazos, el primero en complicidad con Jovic y el segundo en colaboración con Lucas Vázquez. Cuesta recordar otra acción de valor por parte de los asistentes, pero ese análisis está fuera de la conversación porque está dentro del partido. Ya no importa la vulgar primera mitad del Madrid o la falta de sangre del Sevilla, hasta diría que el ruido también ha evaporado los desbordes de Vinicius (excelente en el cortejo y, como siempre, fallido en la consumación). Esos son debates que exigen palabras y conversación y lo que se reclaman aquí son hechos para poder discutir (quizá escupir) y para culpar al otro de defender a Hitler o Stalin.
El VAR es una trampa. Antes se equivocaba el árbitro. Ahora conspira el sistema. La tecnología no resuelve lo esencial por la sencilla razón de que la tecnología no ha jugado nunca al fútbol.
[…] Ante el Sevilla, Zizou decidió dar un golpe de volante y cambiar lo que tan bien le había funcionado para tapar las ausencias en Arabia de Hazard, Bale y Karim, es decir, ese medio campo de 4 o 5 futbolistas formado por Casemiro, Kroos, Isco, Modric y Valverde; y además lo hizo el día que no podía disponer de su centrocampista más dinámico, Valverde, es decir, cuando posiblemente era más justificable tácticamente apoyarse en 4 jugadores en medio campo. […]