Roman Zozulya es un mozo de aspecto fofisano y con pinta de encargar dentro de poco un viaje a Turquía. Ustedes me entienden. Un chico majo, deportista, que saludaba siempre en la escalera. Pero con mala fortuna. Vaya, detallitos. Roman tiene la pésima suerte de que a él lo suelen fotografiar con simbología nazi. Ya ven, un atrezzo como otro cualquiera. Porque Roman es, como se han encargado de decirnos desde varios medios en fechas recientes, un demócrata de toda la vida. Amante del sufragio universal, las minorías étnicas, incluso con un punto pacifista. En todo caso sería seguidor del “partido-del-sentido-común”. Pero eso… que no ha tenido buena estrella con sus imágenes.
Solo así se explica que sus amiguetes lo retraten al final de un partido de baloncesto llevando una camiseta con el número 18 y sonriendo delante de un marcador que muestra el (improbable) resultado de 14-88. Ya ven, una paliza en toda regla y algunos quieren buscarle el traspiés al gato. Y vale, también ha subido imágenes a sus redes sociales posando con un retrato de Stepan Bandera pero joder… ¿Quién puede conocer a todos los nazis? Lo normal es haber oído hablar de los gordos, de Hitler, Himmler, Goebbles, esta gente… Pero ¿Stepan Bandera? Otra casualidad. En fin, también ha mostrado repetidas veces su apoyo al Batallón Azov, unos voluntarios de ideología… ¿cómo les diría yo?… que gustan de hacer performances con esvástica de por medio, vaya, formado tras la ocupación rusa en la zona de Donetsk. Chicos majos y sanotes, no se vayan a pensar. Que sí, que tienen un escudo donde se superponen el “sol negro” y un emblema de las SS pero tampoco hay que juzgar a nadie por ello, ¿no? Y, en fin, nuestro afable Roman también se ha hecho fotos con los ultras de su antiguo equipo en Ucrania, simpáticos postpúberes que utilizan igualmente simbología nazi. Pero él no es nazi, se lo juro. No, no, no. Solo necesita un asesor de imagen y, posiblemente, alguien que le lleve las redes sociales.
Este pasado domingo Roman Zozulya ha sido protagonista del partido que enfrentaba a Rayo Vallecano y Albacete Balompié en Vallecas. Tenía un pasado en el barrio de Madrid, esto ya lo conocen ustedes. La cesión y no cesión. Vamos, que había cierto caldo previo. Y se lo recordaron, porque desde el principio a nuestro muchachote lo llamaron nazi, puto nazi o nazi de mierda (añadan variables) cada vez que sobaba la pelotita. Insultos gordísimos, oigan. A mí es una de las cosas que más me jodería en la vida. Que me llamasen nazi, digo. Entiendo que a Zozulya, como buen demócrata (en la charcutería pide cuarto y mitad de democracia y un poco de ese lomo tan rico que tienes) también le tuvo que afectar. Imagínense, que te digan algo tan feo. Y solo por posar repetidamente con simbología de esa tendencia. Una locura. Así que el partido se suspendió, porque el árbitro consideró que ya estaba bien de tamaña afrenta y los compañeros de Roman decidieron apoyarlo y no obligarle a pasar otra vez ese mal trago. Seguro que jamás le habían llamado nazi y, ya les digo, debe de ser horroroso.
Te insultan y se suspende el partido. Así dicho a nadie le suena mal, ¿no? Otra cosa es si podemos pensar que es lo mismo llamar “negro” a un negro o “nazi” a un nazi. En el supuesto de que Zozulya (buen compañero, mejor demócrata) fuera alguna de esas dos cosas. Y entenderemos que no es así, ¿no?, que hablamos de grados distintos. Tampoco hace falta saber mucho de historia, vaya. Y no me salgan aquí con la zarandaja esa de que todas las ideas son respetables porque esa es una chorrada. Respetables son aquellas que no niegan el respeto a las demás, en todo caso. Y, además, respeto se tiene a las personas, no a las ideas. No sé si me explico. De esta forma entenderemos que no es lo mismo hacer el ruidito del mono aullando cuando coge el balón Dembelé o llamar a tal jugador “gitano de mierda” que gritar “nazi” a un nazi. Que, insisto, no me van a pillar diciendo que sea el caso…
Porque esto, lo de los insultos, es cosa tan vieja como el fútbol. Siempre los ha habido y siempre los habrá. Aunque cada vez son menos, ojo, y eso es algo para felicitarnos entre todos. Los años ochenta, los noventa… cosa fina. Busquen un vídeo que hay por la Red en el que los aficionados (algunos apenas niños) hablan sobre Wilfred, el portero del Rayo Vallecano. O el monigote de un periodista ahorcado en un estadio. Ya ven, simbolismo a tope ahí. A Roberto Carlos le tiraban plátanos. A Guti le llamaban “maricón” (no sé si ahora como entrenador se lo seguirán haciendo), a Martín Vázquez “Mari Pili”. También era frecuente acordarse de muertos y similar (he escuchado cosas horribles sobre Juanito, o sobre Aitor Zabaleta). Mijatovic tenía que soportar que le recordasen la enfermedad que acabó con la vida de su hijo (se me ocurren pocas cosas tan inhumanas como esto). Y no nos vayamos tan lejos, que hace menos de un mes a Antoine Griezmann le deseaban la muerte. Pero de buen rollo. Fruslerías.
Añado: antes esto estaba totalmente generalizado. El canturreo cada vez más alto cuando un portero iba a sacar de puerta. Eeeeehhhhhh… concluyan ustedes la frase. Servidor mismo cayó en tiempos en tales dislates, mitad por estupidez que se cura con los años y mitad (y esto es fundamental) porque el gregarismo tiende a atenuar las culpas de forma artificial. Pero vamos, que ni yo lo hago ya ni se hace tanto. Hemos avanzado mucho en respeto. Tanto que hasta se suspenden encuentros por insultar a un jugador. Ya ven, todo un ejemplo.
O igual fue otra cosa. Hace un par de meses Mario Balotelli quiso abandonar el partido que su Brescia jugaba en Verona por los repetidos gritos racistas contra él. Curiosamente en este caso la reacción de sus compañeros fue muy distinta a la de los jugadores del Albacete. Al contrario, los chicos del Brescia intentaron calmar a Balotelli, tranquilo, Mario, solo quieren desconcentrarte, no te vayas. El técnico del equipo contrario dijo que no hubo nada de racismo (“y me interesa, porque me llaman mucho gitano de mierda”) y el presidente apuntó a que su hinchada es bromista y gusta de tomarle el pelo a la gente. El partido siguió, porque show must go on. Además, no le habían llamado nazi, exagerados, que sois unos exagerados.
Así que por mí, bien. Lo de suspender, digo. No podemos permitir que se diga algo tan feo (tan abominable, tan horrendo, tan estulto) como “nazi” a quien no lo es. Hombre, llama la atención que la primera vez que suspendemos un partido por insultos haya sido por esto (sobre todo teniendo en cuenta que precedentes con otras faltas de respeto hay, y muchos) pero oigan, no piensen mal. Hay quien dice que es por la (conocida y reconocida) posición política de Javier Tebas. Yo, sinceramente, no lo creo, porque me cuesta pensar que este hombre esté pendiente de absolutamente todo lo que pasa en veinte campos cada fin de semana. Librará de alguno, digo yo. Pero vamos, que malpensados hay y habrá. No pasa nada, vivimos con ellos.
Ahora solo nos queda disfrutar. Porque nuestros estadios van a ser espacios de luz y color, sucursales de la ciudad de la piruleta. Cada vez que alguna afición ladina llame “negro” a un negro, o haga los soniquetes del mono, o se metan con la supuesta condición sexual de un jugador, o con su procedencia geográfica o con sus ideas… oh, sí, amigos, entonces se va a suspender el partido. Y yo voy a estar allí, aplaudiendo, porque lo de los insultos es cosa de tolerancia cero.
Lo malo sería si hay insultos racistas la próxima jornada y no se toma medida alguna, ¿no? Entonces lo de Zozulya quedaría un poco raro… ¿verdad?
Con este caso vuelve a la palestra el juego nacional de las medias verdades. Yo digo la media verdad que me interesa y me callo la media que no me interesa.
Se recrimina en un terreno de juego a un jugador ucraniano por su ideología, se suspende el partido, existe agravio comparativo frente a otros casos iguales o peores. Hasta aquí la media verdad que se cuenta.
Raúl González, simpatiza con los ultras y se hace fotos con banderas de la misma ideología que el jugador ucraniano y…a callar la otra media verdad.
Hablando de un mismo equipo,el Albacete,que se retira por este motivo,tiene otro jugador en sus filas, capitán además,que tuvo que soportar insultos sobre su hijo que tiene una grave enfermedad(aunque no sea tan famoso como Pedja),en el campo del eterno rival de su anterior equipo(Real Oviedo),solo por haber pertenecido a ese club.Pero la reacción de sus compañeros fue bien distinta…ninguna.Pues eso,que todo muy bien