El 9 de septiembre del año 2000 el Atlético de Madrid debutaba en casa en la Segunda División española. Era la primera vez en la historia que el Vicente Calderón veía a su equipo jugar en la categoría de plata. Anteriormente a esa fecha, e independientemente del rival, era muy raro ver el estadio lleno. Pregunten a los mayores y verán que estoy en lo cierto. Después no. Todas las aficiones no son iguales y en el caso de la rojiblanca el descenso de categoría supuso un revulsivo en la contratación de abonados que llevo al Club a conseguir su récord de afiliados precisamente en el peor momento de su historia.
Aquel 9 de septiembre la grada estaba prácticamente llena. El ambiente era magnífico y la emoción se podía sentir con facilidad, pero los más veteranos notábamos que había mucha gente nueva. Lo notábamos por pequeños detalles. No se sabían las canciones, no sabían cuándo se aplaudía o por qué, y desconocían muchos de los códigos que se habían forjado en el graderío durante años. Fue un fenómeno breve y pasajero ya que, en pocos días, esa distinción artificial se hizo indistinguible. Era gente que se había abonado al Atleti a rebufo de una trayectoria desastrosa y una gestión deportiva lamentable. Es decir, lo hicieron simplemente por sentirse cerca de la familia en un momento complicado y no para exigir algún tipo de contraprestación que les alimentase el ego. Lo hicieron para dar calor en un momento en el que hacía mucho frío. El Atleti perdió aquel día contra el Recreativo de Huelva, que era un equipo que había descendido a Segunda B, y que sólo había conservado la categoría por descenso administrativo del Mérida. El estadio volvió a llenarse en el siguiente partido disputado en el Calderón. Era la jornada 4, el Atleti tenía cero puntos y era el último clasificado de la Segunda División.
Por razones obvias, he recordado muchas veces este episodio durante las últimas semanas. Lo volví a recordar ayer, en la víspera del partido contra el Lokomotiv ruso. Vuelve recurrentemente a mi memoria porque no reconozco a esa parte de la afición colchonera que ahora surfea la ola de la actualidad pretendiendo lucir bronceado; esa que se deja engatusar por los eslóganes del dueño la cadena de montaje y que ha olvidado (o desconoce) por qué el Atleti, para sus aficionados, no es un equipo como los demás.
Por mucho que hoy las crónicas apunten a la debilidad del rival y a la supuesta exigencia histórica (permítanme que me pare a echar una carcajada en este punto), el partido que cerraba la fase de grupos de la Champions League no era fácil para el cuadro colchonero. No, porque el gran rival del Atlético de Madrid es ahora mismo el propio Atlético de Madrid, que es además muy peligroso. Tengo bastantes dudas para explicar lo pudo ocurrir antes, pero tengo bastante claro que lo de ahora no se explica por la falta de juego, la falta de actitud o la poca verticalidad. Lo de ahora se explica, casi exclusivamente, por el exceso de ansiedad y por los efectos de esa bomba de relojería que es la mente humana.
Hay una ley, todavía no demostrada, que nos dice que cuando las cosas van mal, son muy altas las probabilidades de que el siguiente paso sea un tropezón. Lo vimos nada más empezar el partido, cuando después de una salida fulgurante de los de Simeone, Trippier marraba un penalti a los dos minutos. Trippier, un especialista en esa suerte que no había fallado una sola pena máxima durante los entrenamientos de la semana. Pero si para mí hay algo a destacar del partido que da la clasificación para los play-off es la personalidad que sacó el Atlético de Madrid a partir de ese momento. Y sí, con Atlético de Madrid me refiero a los jugadores, a su entrenador y a una gran parte de la grada. La mayoría, probablemente. Aquellos a los que no entrevistan a la salida del estadio. Esos que no «exigen», que no recriminaron a Trippier su «fallo» y que siguieron animando, en la grada, hasta el último minuto.
El Atleti jugó muy bien. Thomas dio una clase magistral de lo que es ser mediocentro y João Félix empieza a demostrar que forma parte del selecto grupo de los jugadores elegidos. Algún cenizo dirá que enfrente no había rival, pero supongo que olvidará que pocos días antes, enfrente, en el mismo lugar, estaba el FC Barcelona y ocurrió prácticamente lo mismo. La diferencia es que ayer entraron dos goles y el resto de días no. Piénsenlo la próxima vez que alguien utilice el término resultadista como insulto.
Los problemas probablemente sigan siendo los mismos que antes de ayer, y seguramente que los de mañana, pero es mucho mejor tomarse las uvas estando vivos en la Champions League. Con eso me quedo. Poco más que decir respecto a esta fase de grupos que termina. O quizá sí. Analizando el partido de ayer con las enseñanzas del pasado, como el propio Simeone insinuó después en rueda de prensa, aparece una lección básica: es mucho mejor estar juntos cuando hace frío. Es más, desconfía del que, cuando hace frío, no se quiere juntar. No es trigo limpio.
PD. El nuevo Metropolitano alberga aproximadamente 13000 espectadores más que el Vicente Calderón. Es decir, la grada colchonera ha sufrido un fenómeno similar al que ocurrió en el descenso. La gran diferencia es que esta nueva oleada de aficionados ha llegado a la estela de uno de los mejores equipos de Europa, acostumbrado a disputar finales cada poco tiempo, que vende camisetas en cualquier rincón del mundo y que suele contar sus derrotas con los dedos de las manos. Todo eso es maravilloso, pero quizá, no lo sé, se nos ha olvidado algo esencial por el camino.
Magistral cronica
Muy bien Ennio, lo has dicho muy sencillo
Totalmente de acuerdo en todo.
Quiero recordar a Héctor Cúper en el Valencia, jugó dos finales de Champions y las perdió, una de ellas contra los ciervos. LLevó al Valencia a sus cotas más altas y la cosa acabó mal, pongo un extracto de El Pais año 2001:
«No seguirá en el Valencia porque siente que su trabajo no ha sido reconocido por la gente. ‘No digo que soy infeliz…’, expone con un tono de decepción. Se le nota la huella de dos años de convulsiones. Mientras el equipo alcanzaba su techo con la presencia en dos finales de la Copa de Europa, Cúper ha sido discutido por algunos sectores en grado superlativo.»
¿Os resulta esto familiar?
Saludos
Venga ya! Héctor Cúper perdió todas las finales que jugó desde que salió de entrenar en Argentina y estuvo implicado en una supuesta trama de compra de partidos. El Atlético de Madrid existía antes de la llegada de Simeone, de las 10 ligas que tiene, ei Cholo sólo ha participado en 2.No te engañes, el Cholo no ha aportado nada nuevo al ALETI, es más, el ALETI ya había jugado una final de Copa de Europa antes de su llegada, y también había ganado una Recopa (cosa que nunca tendrá el Mandril, 2 finales pérdidas contra Chelsea y Aberdeen) y una UEFA, además de 8 Copas de España (o del Rey). Te recuerdo que cuando el ALETI consiguió su cuarta liga, el Mandril sólo tenía 2. Cuántos años lleva el Cholo con la misma canción??? Diciendo que con equipos con Messi y Cristiano Ronaldo el ATLETI sólo podría ser tercero??? El Mandril ya no tiene a CR7 y he perdido la cuenta de los puntos que nos saca. Da igual que le traigas los jugadores que le traigas, tienen que adaptarse todos a su estilo de juego y no aprovecha él las mejores cualidades de estos jugadores. Si quieres unos tíos que se dejen la piel en el campo, para que dejas que se vayan Raúl García y el Cebolla Rodríguez, por poner 2 ejemplos??? Lamentable planteamiento en las finales de Lisboa y Milán, y encima perderlas con el Mandril. Cuántos años lleva y no ha conseguido cambiar la historia del club??? Joderrrrrr!!! 2 finales de Copa de Europa pérdidas con el Mandril!!! Pero este tío se cree que somos el Stade Reims??? Que se vaya para su Ínter, su River, su Estudiantes, su Chacarita o su lo que sea!!! Me pregunto si a Maguregui y otros tantos les hubiesen dado tantas oportunidades como al Cholo tendríamos los mismos títulos que ahora? No hay peor ciego que el que no quiere ver porque no tiene los otros sentidos tan desarrollados como el ciego de por sí.
En aquel Calderón semivacío de principios de los 80 descubrí que se puede aplaudir al equipo después de perder un partido, descubrí que cuando las cosas no iban como debían, la grada respondía con las palmas de tongo, descubrí que las únicas banderas que ondeaban en el Calderón eran las rojiblancas. descubrí, en definitiva, la esencia de ser del Atleti.
La pregunta es, ¿se mantiene en el Metropolitano aquella esencia? o ¿nos han vendido otra esencia?